Mañana podría ser peor                 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

Jorge Varona Rodríguez (*)

 

Cualesquiera sea el resultado electoral el uno de julio, México no será igual o, acaso, no debiera seguir igual.

Esta maltrecha democracia y este sistema económico no dan para mucho más. Son previsibles crisis y hasta ruptura social de persistir y acrecentarse, como se vislumbra, violencia criminal y violencia social, incompetencia institucional por el debilitamiento del Estado, fortalecimiento  de los detentadores del poder económico, desmantelamiento de la seguridad social,  exacerbadas desigualdad y exclusión,  contrarreformas estructurales que no han dado frutos.  Fracaso y crisis a los  30 años de experimentos del modelo “neoliberal”.  Igual que a los 30 años del modelo liberal del Porfiriato. Ese es el verdadero peligro, no el populismo dizque de izquierda.

 

Los ultraconservadores habían insinuado que si cierto personaje llegare a la Presidencia de la República, habrá crisis. De hecho, creo, es amenaza al  electorado: si vota por ese personaje, esos ultraconservadores, con villanos a quienes inculpar,  desatarán una crisis como las que ya han  provocado con  fuga de capitales, especulación con divisas y desestabilización económica, maniobras para imponer las condiciones del cambio acorde a su ideología del dinero, como en efecto sucedió con la desaparición del modelo de desarrollo compartido y el surgimiento de no-desarrollo con desigualdad.  A menos, claro, que el personaje se pliegue a las prioridades del capital. Y, por lo visto,  está cercano a suceder. Ese y no otro, supongo, es el mensaje que subyace tanto en sus declaraciones como la advertencia que ya prevén sus “planes de negocio” para el “cambio” que viene.  Pese a su discurso del “peligro para la democracia”, siguiendo a su pontífice Friedman, su “adhesión al liberalismo económico a ultranza, fe ciega en el mercado y denigración sistemática del Estado” ha ido “de la mano de cierto antiliberalismo político (Estado autoritario, incluso facistoide, para reprimir a los perdedores del mercado)”, es decir a las clases medias y a los trabajadores. (Piketty)

 

Es incompresible el azoro de la ultraderecha cuando es ella misma el demiurgo del fantasma que le agobia. Élites financieras que se enriquecen al mismo tiempo que llevan al país al borde del precipicio. Rapacidad y avaricia sin límites  han prohijado una sociedad dividida y enconada, una masa de desposeídos y agraviados cuyo resentimiento e indignación brota en un imaginario de revancha, receptiva a  fraseología de corte populista que aprovecha la histórica  deuda social no resuelta  por la Reforma ni  la Revolución Mexicana, menos aun por el régimen neoliberal. Mayoría de inconformes que demanda reformas sociales aquí y ahora. ¿O cabe esperar otra actitud del 60% de mexicanos en pobreza,   en  un país que se les deshace en las manos  y sufriendo a diario  los embates de los poderes fácticos y la incontrolada fuerza ya supranacional del crimen organizado (obsérvese que coinciden las rutas del lavado de dinero, tráfico de armas, tráfico de personas y trasiego de drogas)? ¿Qué otra cosa pueden exigir si no una democracia y un modelo económico a la altura de sus esperanzas?

 

De una manera u otra, cualesquiera que sea el resultado electoral, creíble o no, tarde o temprano, hay riesgo de crisis  y  ruptura social con esta y las otras opciones: prevalecerán los dogmas liberales con programas que combaten  los efectos y  no las causas de la grave problemática nacional.  Está vigente la pregunta  ¿hasta dónde este país resiste pobreza, hambre, inseguridad, violencia, impunidad…?

Sólo existe un claro proyecto de cambio sistémico, el del Consejo Nacional Indigenista que representa María de Jesús Patricio, quien no aparecerá en las boletas electorales. De su plataforma se infiere (ignoro si es casual la coincidencia con las ideas hoy reivindicadas de Luxemburgo) que “en los Estados periféricos, la lucha por la autogestión anticapitalista tiene que plantearse la lucha por la autodeterminación nacional… Las formas de autogestión precapitalistas [pueden] convertirse en fuente anticapitalista si el proyecto de edificación del autogobierno [construye] alianzas entre nacionalidades con base en principios socialistas”.  (Luis Arizmendi).

La crispación del ambiente político, la estridencia y agresiones del norte, la guerra de lodo,  campañas negras y  campañas que por momentos parecen caer en la chunga o la picaresca, el protagonismo y las pifias del árbitro, dan pie a todo tipo de especulaciones.

 

Seguramente seguirán  tensiones y desencuentros.  Ante la incertidumbre, habrá que esperar la respuesta de la minoría rapaz, como la calificó el personaje, así como de EU, multinacionales,  clases medias, otras fuerzas políticas. Nadie que se sienta afectado o crea que pueden ser vulnerados sus intereses o lo que cree que son sus derechos ni se resignará ni permanecerá inmóvil. Pero, igual, la inconformidad social no dejará de crecer y posiblemente llegue a linderos insospechados. Al menos los motines ya están en varias regiones y en CDMX están haciendo otro ensayo del “tigre suelto”.  ¿Cuál sería la opción prevaleciente: Facismo neoliberal  o revuelta populista? ¿Y el poder financiero y cuasi militar del crimen organizado de qué lado está?

 

Sí, la democracia está en riesgo. Mañana podría ser tan horrible como hoy… O peor.

 

(*) Ex Presidente del Colegio de Ciencias Políticas de Aguascalientes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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