El inmueble que hoy ocupa el Club de Periodistas de México, A.C., sería ocupado por Raúl Salinas Lozano, secretario de Industria y Comercio, que a regañadientes tuvo que desalojarlo por orden presidencial, y su despacho que parece museo, se conserva hoy tal como lo dejó durante el lopezmateísmo.
- Premio Nacional de Periodismo
- Sobrepasa cualquier otro poder
- La clase política necesita amigos
- Hubo premios en Aguascalientes
- ¿Comunicadores por la Unidad?
Javier Rodríguez Lozano
Jueves 17diciembre 2020.- Estamos en el techo del cambio de paradigmas en el que ya no será nada lo que antes fue y al contrario, habrá que reinventarse todo, no solo la geopolítica, sino también su principal poder: el periodismo.
El mismo que tiene al mundo de cabeza en estos momentos.
Quienes dominan el orbe, que no son los partidos políticos ni los candidatos que postulan, sino quienes les pagan a ellos y todos los demás, han hecho de aquel noble oficio de informar su herramienta más poderosa para cambiarlo a su antojo.
Día llegará en que se estudie científicamente el papel que ha jugado el periodismo en los últimos siglos y se encontrará, incluso, que como en este 2020, sobrepasa cualquier otro poder, sin importar si es de interés público o privado.
Sin embargo, si el presidencialismo agoniza, ¿por qué no habría que revisarse también al periodismo tradicional, que jamás volverá a ser lo mismo en términos de conciencia crítica, fidegnidad y credibilidad?
Antes ningún periódico criticaba a la Virgen de Guadalupe, al Ejército Mexicano y al Presidente de la República; ahora ya, excepto a la Reina de las Américas, porque para muchos suspicaces entendidos, sigue enojada con los abortos.
Durante muchas páginas de nuestra historia el presidencialismo mexicano se sirvió del periodismo, más “señaladamente”, como diría Ernesto Zedillo, después de la Revolución; desde Álvaro Obregón y hasta Enrique Peña Nieto.
Toda etapa electoral trae siempre la necesidad de la clase política de tener amigos en la prensa, “aunque hablen mal de ti, pero que hablen; la indiferencia es peor que no existir”, decía don Jesús Reyes Heroles, padre de la apertura política después de la represión del sistema desde 1929.
Y cuando un candidato presidencial se roba la elecciones, o de alguna manera comete muchas fechorías para alcanzar el poder, se convierte en un presidente ilegítimo, como quiere ser Joe Biden; no creemos que lo dejen.
Así le pasó Luis Echeverría Álvarez, que tuvo que inventar infinidad de conflictos -como George Soros en Kosovo, España, Estados Unidos, Venezuela y México con el Frena, ¿también en Aguascalientes?- para venir a resolverlos a cambio de una legitimación ilusoria.
Carlos Salinas prefirió organizar una “venta de garaje” del país, más o menos como Bill Clinton y Barack Obama en la Unión Americana, y les regaló todo lo que había a extranjeros, al neoliberalismo, por llevarlo al poder.
Luis Echeverría Álvarez le metió millones de pesos a los periódicos amigos, como El Universal, y a los enemigos los castró, como a Excélsior que nunca se recuperó hasta claudicar en 2006; lo que le sigue es otra historia de “amigos del poder”.
Y para tener contentos a comunicadores que hoy se conocen como “intelectuales orgánicos”, el candidato Echeverría anunciaría el 11 de marzo de 1975 en el Club Primera Plana, la creación del Premio Nacional de Periodismo.
Los Premios Nacionales de Periodismos empezaron a ser entregados por el Presidente a partir de 1976.
En aquellos años los periodistas de la época sabíamos muy bien que ese premio era única y exclusivamente para quien escribía bien del Presidente. Este reportero decidió trabajar como si buscara un premio nacional, pero no aceptarlo jamás.
¿Por qué? Porque nunca iba a escribir bien de un Presidente malvado y criminal, como fue Luis Echeverría Álvarez, “alma gemela” de Carlos Salinas de Gortari.
Trabajar como si buscáramos un premio nos llevó en 1981 a La Nueva Jerusalén, en Puruarán, Michoacán, donde entrevistamos al sacerdote Nabor Cárdenas Mejorada, primo hermano del general Lázaro Cárdenas.
Nuestros reportajes publicados en el periódico La Prensa le dieron la vuelta al mundo a través de las agencias internacionales.
Por aquellos reportajes -hay un Populibro- y a propuesta de mi director Víctor Manuel García Solís, una asociación de molineros y nixtamaleros de la colonia Juárez me otorgaría la Medalla Adolfo López Mateos al Mérito Periodístico.
La aceptamos porque aunque aquel Presidente encarcelaría en 1959 a mi padre, también amante de la justicia social como yo, me merece un gran respeto; luego su gobierno me otorgaría una beca económica escolar de gran utilidad.
En 1990 descubriríamos la caja chica electoral del PRI, en el Banco Nacional Pesquero y Portuario (Banpesca) y durante dos meses diariamente El Universal no tuvo competencia en aquella investigación periodística, que Fernando Gutiérrez Barrios concluiría encarcelando a muchos involucrados.
Alfonso Maya Nava, entonces jefe de Editoriales de El Gran Diario de México, nos preguntó si le autorizábamos a enviar nuestro trabajo de Banpesca como propuesta al jurado para concursar por el Premio Nacional de Periodismo.
Le agradecimos y le dijimos que no, que no estábamos interesados en ese premio.
Y por respeto no le mencioné que a mí no me atraía el reconocimiento de los políticos, sino el del los periodistas auténticos, nada más; y ese respeto lo tengo desde entonces. Es mi tesoro más preciado.
En 1988, “La caída del sistema” planteó otro paradigma semejante cuando Carlos Salinas, más necesitado de amigos en la prensa, remaba en reversa y además de espiarla quiso quitarle a Antonio Sáenz de Miera el edificio del Club de Periodistas de Filomeno Mata 8.
Aquel inmueble había sido ocupado por su padre, Raúl Salinas Lozano, entonces secretario de Industria y Comercio, que a regañadientes tuvo que desalojarlo por orden del presidente López Mateos, y su despacho que parece museo, se conserva hoy tal como lo dejó durante el lopezmateísmo.
En 2001, la gente de Fox descubrió que Salinas y Ernesto Zedillo, a través del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) habían espiado a los directores de El Universal y La Jornada.
Lo más aparatoso ocurriría en 1997 cuando el procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia, encabezara a los agentes federales que intentaron aprehender el dueño de El Universal, Juan Francisco Ealy Oritz, acusado de fraude fiscal.
Desde aquellos años, más concretamente 1991 en Guanajuato, El Gran Diario de México ya apoyaba decididamente a Vicente Fox y por eso el 23 de noviembre de 2001 el Presidente envió a la Cámara de Diputados una iniciativa para derogar la ley que sustentaba al Premio Nacional de Periodismo.
Era claro que Fox, al igual que Echeverría y Salinas, necesitaba de un nuevo grupo de amigos editores y periodistas.
A partir de entonces los premios son autónomos y los organizan consejos ciudadanos, que en la reyesherolesca “forma y fondo”, vienen a ser más o menos lo mismo, lo cual no obstante, no demerita el gran valor de las y los galardonados.
LA COSA ES QUE…
“A río revuelto, ganancia de pescadores”.
De Aguascalientes, quizás la entidad del país con el periodismo más modesto, hubo recientemente entrega de premios a periodistas.
Los entregó Comunicadores por la Unidad, cuyo presidente es Jaime Arizmendi, viejo reportero de El Sol de México que no asistió, y que antes los organizaba en el Senado donde Ricardo Monreal y Abelardo Martín no siguieron el juego.
¿Pero qué es Comunicadores por la Unidad?
Es parte de las corrientes antagónicas a la 4T, auspiciada por una derecha que busca competir mejor en este proceso electoral y hacer nuevos amigos en la prensa.
Por esa razón no asistió el presidente de la Fraternidad de Reporteros de México, A.C., Raúl Correa Enguilo, oportunamente invitado.
Como sea, bien por las y el periodista galardonados, de todos nuestros respetos.
Qué tal.