COSA DE PRENSA / En primera persona

Antonio “Indio” Velázquez, a la derecha, una dama y quien esto escribe. Era el año de 1966, en Xochimilco. 

 

  • El México de los años 70s, qué distinto era

  • En la primera de las dos “Docenas Trágicas”

  • Periodismo, política y sociedad

  • Las luces y sombras de un “Collar de perlas”

 

Javier Rodríguez Lozano

 

 

CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 13 marzo 2024.- La necesidad de reinventarme me ha llevado a revisar mis archivos periodísticos y he encontrado muchas perlas, de esas que con las prisas y los estreses de entonces pasaban desapercibidas.

 

Correr a los aeropuertos, subir y bajar de aviones; apurarme a abordar el autobús para llegar a un hotel que nunca conocería de día, salvo su sala de prensa; revisar la información al día siguiente para verificar con qué datos exclusivos superamos a la feroz competencia; recibir un telefonema de casa con el reporte familiar de lo cotidiano y mil linduras más, impedían apreciar aquellas refulgentes perlas que se manifestaban en el entorno.

 

Hacía una década que estaba en el oficio, en el que me inicié con el señor periodista Antonio “Indio” Velázquez, oriundo de El Oro, México y líder en su tiempo de la fuente policiaca y con honda huella en el periódico La Prensa, donde algunos de sus discípulos pararíamos, como Francisco Picco y Raúl Hernández, entrañables artistas de la lente.

 

“En el periodismo no hay fotógrafos, esos están en La Villa; en el periodismo hay reporteros gráficos o artistas de la lente, como se prefiera”, aprendí de aquellos maestros del click de entonces.

 

En la casa del Indio, en Nigromante, de la colonia del Periodista, conocí a Rafael Arles Ramírez, otro señor de las letras, como aquellas que premiara alguna vez los Talleres Gráficos de la Nación, contenidas en una novela del aquel notable jalisciense, a la que tituló: “Ojalá te mueras”, que al pasar de los años nos recuerda a ese Roberto Cobos, el protagonista principal de Los Olvidados, de Luis Buñuel, que decía: “Todos los hombres llevamos algo de una mujer dentro”.

 

Primero Arles y luego Buñuel, eligieron los mismos escenarios para, de alguna manera, inmortalizarse: La colonia Guerrero con su ícono eterno que es el Puente de Nonoalco.

 

Antes de llegar a El Periódico que dice lo que otros callan, La Prensa, en 1976, en aquella década previa de los 60s a los 70s, me iniciaría en la revista Punto, del Indio, en mayo del citado año; incursioné en el semanario Prensa Libre, de Guillermo Trejo Oviedo; El Mercado de Libros, de Higinio Moreno Cisneros; y en el diario Rotativo, dirigido nada menos que por otro discípulo del Indio Velázquez: don Luis Cantón Márquez “El Chino”, el señor patriarca de los Cantón Zetina, formados en la capital del país y hoy afincados en Tabasco.

 

Sólo que en aquellos años iniciales de los 70s, don Luis no me dio trabajo de reportero, sino de formador, o machoteador, como se decía a los diseñadores de entonces.

 

Pero ahí estaban con él sus hijos, en las oficinas y talleres de Azcapotzalco: Miguel, que también estuviera en La Prensa en aquellos mismos años, y Carlos y Guillermo, que estaban en Excélsior. No sé ahora, me da igual, pero entonces eran una “casta divina”.

 

Son muchas, pero muchísimas, las perlas halladas en el océano de mi memoria histórica. Solo los periodistas conocemos el significado de la palabra perla.

 

Cómo ya dije, llegué a La Prensa, creo que en mayo de 1976 y estuve ahí hasta diciembre de 1987, mismo mes en que empecé otros once años en El Universal, hasta terminar en octubre de 1998.

 

Es decir, fueron 22 años de diarismo ininterrumpido en los que cubrí, escribí y publiqué, infinidad de temas que hicieron historia y ha llegado el momento de recordarlos, porque al hacerlo, estaré dibujando con precisión inusual al México de entonces, el México que se nos fue de las manos.

 

Pero antes calentaremos motores.

 

Mil novecientos setenta y seis fue un año en el que el país estaba concentrado en saber cuál sería su destino.

 

Entonces, el sistema de partido único no era muy diferente del de ahora, porque los satélites del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se llamaban Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y Partido Popular Socialista (PPS); hoy se llaman Partido Verde y Movimiento Ciudadano, cuya materia prima fue, es y seguirá siendo la misma: Una farsa.

 

El Partido Comunista Mexicano (PCM) de Valentín Campa, Demetrio Vallejo y otras celebridades, era otra cosa muy diferente; ahí sí había honestidad.

 

El presidente Luis Echeverría aseguraba que se retiraría a la vida privada, estaba muy preocupado porque mientras algunos países despistados, como Noruega, apoyaban su Carta de Derechos y Deberes de los Estados, el secretario de Estado, Henry Kissinger se encargaba de bloquear esa iniciativa, los mismo que la intención del verdadero Chacal de Tlatelolco, LEA, de obtener nada menos que un Premio Nobel de la Paz o convertirse en secretario general de la ONU, como si ese encargo fuera un gran privilegio, porque en Gaza y Ucrania hoy en día se ve lo contrario.

 

Ese decir, 1976 tenía mucho de sucia locura.

 

La Prensa acostumbraba -no sé ahora- cubrir los primeros nacimientos de cada nuevo año, para ello en diciembre del 75 se comisionó al reportero Andrés Razo Díaz, El Güero, a cubrir la llegada de la hija de Rita Seoni Hernández y Marcelo López; así como la del hijo de Dolores Pacheco y Mario Velázquez.

 

Entonces publicaban en los primeros espacios, además de la portada, las páginas 2 y 3, adicional al ya citado Cantón, Antonio Garza Morales y Miguel Moreno Cisneros, quien omitía firmar sus notas con su segundo apellido, hermano de Higinio y primero hermano ambos de Güicho Cisneros, aquel requintista de Los Dandys, de moda en la serenata romántica de aquella época.

 

La Prensa tenía otras “vacas sagradas”, como César Silva Rojas que cubría Presidencia o Juan Nieto Martínez con el candidato José López Portillo, Luis Enrique Martínez y Félix Fuentes, que se encargarían de cubrir diversos eventos desde Estados Unidos, que dejaban al descubierto la descarada complicidad de algunos jueces y autoridades de todos los niveles con la delincuencia organizada, como hoy ocurre exactamente, nada ha cambiado, antes al contrario.

 

Por cierto, en aquel año la Suprema Corte de Justicia de la Nación recibiría y pondría a funcionar sus primeras computadoras, cuando todavía en las redacciones de los periódicos no se animaban a incorporarlas para el uso de los redactores, empezarían introduciéndolas a las tareas de edición primero.

 

LA COSA ES QUE…

 

A propósito de Mesa de Redacción, en mi escritorio tengo varias perlas que me están gritando que empiece a hablar de ellas y me generan indecisión, porque todas tienen su propio valor y muy singular peso específico.

 

Por ejemplo, amable lector, ¿qué opinión le merecería que le relatáramos cómo fue que doña Eva Sámano viuda de López Mateos, le dijera “Muchachito majadero”, a Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, entonces por supuesto, muy joven, pero igual de despistado que toda su vida. Por algo se enojó una mujer pacífica y seria, como la señora esposa de uno de los mejores presidentes de México?

 

O también, ¿Qué diría si le relatamos dos coberturas periodísticas históricas de un señor reportero que llegaría a ser jefe de Información de La Prensa y que se llama Adolfo Montiel Talonia: Él cubrió un evento natural, un desastre, en el que se registraron ¡casi 30 mil muertos! Y otro, el secuestro en Guadalajara de uno de los presidentes de la Federación Mexicana de Futbol?

 

Solo citamos dos temas, de los cientos que tenemos en el archivo. Ya se los platicaremos después.

 

Qué tal.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *