COSA DE PRENSA / Los pasos perdidos

Algo los unió: la ferocidad de los medios

 

  • De la política a la geopolítica
  • Trump, AMLO y los medios
  • ¿Y si pagaran sus impuestos?

 

 

Javier Rodríguez Lozano

 

 

Viernes 5 febrero 2021.- En la vieja Casona de Xicoténcatl hay un pasillo que no viene de ni ninguna parte, ni va a ninguna parte; le llaman “El Pasillo de los Pasos Perdidos”.

 

Así está a veces la política que en la post pandemia, sin “nueva normalidad política”, sin embargo, ha rebasado toda frontera imaginaria y ahora debe ser obligatoriamente geopolítica.

 

Es decir, nunca se podrá entender el qué, cómo, cuándo, dónde y por qué, ocurre lo que ocurre un día y el siguiente también, en Palacio Nacional, si no se investiga al menos a “vuelo de pájaro”, aunque lo mejor sería hacerlo con microscopio, lo que pasa año con año en el Foro Económico Mundial antes de Davos, hoy de Singapur.

 

Hacer ese ejercicio nos lleva a identificar mejor la palabra “todo”, que nos dice que “todo es todo” y que su antítesis, su antónimo, o la otra cara de esa misma moneda, se llama “conspiranoia”, fake, mentira, cuento chino.

 

“Todo” lo que acordaron ahí en enero pasado los presidentes y jefes de Estado de 60 países, los más poderosos de la tierra, y las y los propietarios de las mil 200 más grandes empresas de los 200 países que tiene registrado la Organización de Naciones Unidas “a sus órdenes”, es ejecutado puntualmente, primero, por los grandes medios de comunicación de todo el mundo, por supuesto, incluido México.

 

Y quienes critiquen lo que digan los medios son “conspiranoicos”. Un fake tan antiguo como el libre albedrío.

 

Y más tarde, generalmente en mayo de cada año -salvo 1976 porque uno de sus miembros más distinguidos fue descubierto corrupto y 2020 por el virus chino- se reúnen unas 500 figuras, que incluyen aspirantes a presidentes de los más importantes países del mundo, en torno a 130 personalidades -de los mil 200 más grandes empresarios del orbe- que integran el Club Bilderberg, para hacer entre todos “la agenda global” del año.

 

Independientemente de poder documentar los expedientes de lo ocurrido en otros países, por ejemplo, por qué Ángel Merker decide retirarse a la vida privada, después de una exitosa trayectoria, o qué provocó la supuesta caída en desgracia de Nicolás Sarkozy, que en 2009 saqueó a México con las fallidas vacunas contra la influenza, en complicidad con Felipe Calderón, podemos referirnos por ahora a solo dos casos: los de Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador.

 

Pareciera que con el anuncio del muro Trump se había ganado no solo la antipatía de los mexicanos, sino también la de AMLO, ideológicamente ubicados ambos en los extremos expuestos: Conservador contra liberaral.

 

Parecía que Enrique Peña Nieto habría tenido más olfato, al invitar a Trump a Los Pinos como candidato y que López Obrador no congeniaría con el republicano, pero algo los unió y nos dieron la sorpresa.

 

¿Qué fue lo que los unió?

 

Exactamente, el mismo operativo ordenado desde el Club Bilderberg y el Foro Económico Mundial contra ambos presidentes: la campaña incesante de los más grandes periódicos y cadenas de televisión del mundo, predominantemente por supuesto, los de Estados Unidos y México.

 

Hemos dicho en otros momentos que AMLO es un experto en política mexicana, esa es su formación, pero le ha faltado y mucho, mirar más allá del bosque y descubrir que en la lontananza hay una geopolítica más clara que el agua.

 

Por eso todavía se limita López Obrador a defenderse todos los días de los ataques que le propinan los dueños de los más importantes periódicos y cadenas de televisión y radio de México, sin mencionar a qué intereses obedecen, que de ninguna manera podrán ser nunca, los más elevados intereses nacionales que defendemos los periodistas de a pie.

 

Sin embargo, el Presidente ha hecho adelantos. Ya logró identificar que no son las y los reporteros quienes, al formularle preguntas ostensiblemente mal intencionadas, quienes buscan obstruir la cada vez más compleja 4T, que por otro lado, será absolutamente imposible al arropar malamente a figuras como Ricardo Salinas Pliego, de cuya honestidad nadie cree.

 

Recordó -y así se lo dijo- que Rosa Icela Rodríguez fue periodista -y de las buenas, de las mejores reporteras que tuviera La Jornada– que conoce muy bien lo que son las juntas de los jefes en los periódicos, todas las tardes, para seleccionar el trabajo ordenado por las mañanas por la Jefatura de Información.

 

Y ahí está la clave: las y los reporteros seguimos las órdenes de nuestro jefe de Información, y de lo demás, “que ruede el mundo”.

 

Y antes, en las juntas vespertinas o nocturnas, la Subdirección y los jefes de sección recibieron de la Dirección, las órdenes para el día siguiente. Y ahí es donde se produce el clásico: “Sigan apretando, no va a aguantar mucho”.

 

 

Esa, y no otra sino nada más esa, es la razón que le ha permitido al Presidente López Obrador, inventar lo que a ninguno de sus antecesores se le ocurrió en los últimos 100 años de presidencialismo en México: Las mañaneras, con las que pone a temblar a todo el mundo.

 

“Entonces, ¿cómo le vamos a echar la culpa a ustedes? No. Y ni siquiera a los jefes de información, bueno, ni siquiera a los responsables de las secciones editoriales; a veces ni siquiera a los directores, porque arriba están los dueños”, dijo ayer el Presidente.

 

Sabe, y por supuesto que también todo periodista de nivel lo sabemos muy bien, que es muy poco el periodismo en México que no está vinculado a empresas donde predomina el periodismo empresarial.

 

“Entonces, es muy injusto que se le culpe a un periodista, pues tiene que cumplir con su trabajo; al contrario, el periodista corre riesgos, es el que enfrenta a los inconformes, a los que se sienten ofendidos y los de arriba ni se despeinan, los de mero arriba ni se despeinan”.

 

Atrás, arriba o abajo, por encima o de pasadita, pero en cada una de las expresiones peyorativas de López Obrador, hay verdaderas y asombrosas historias, del papel casi sobrenatural de los dueños de los medios de comunicación, en comparación con el de sus periodistas.

 

“Nadie sabe para quién trabaja”.

 

LA COSA ES QUE…

 

Por fortuna para México y el mundo, AMLO no es igual que sus antecesores, por más que acuse ya cierto mareo sobre esa tarima llamada Presidencia de la República.

 

Porque si él fuera como Echeverría, Salinas o Zedillo, ya les hubieran pasado cosas peores a los dueños de los grandes medios de comunicación.

 

Por ejemplo, obligarlos a pagar los impuestos como todo mundo.

 

No hay medio de comunicación que se salve, todos le deben al fisco hasta la camisa.

 

¿Y si les cobraran como a los demás?

 

En 1996 a uno de ellos le cobraron y libró la cárcel por un convenio de pago con Hacienda, que apenas hace dos años, en 2019, terminó de pagar y muchos de los trabajadores de esa empresa periodística recibieron -y recibirán si los reclaman- sorpresiva e inesperadamente, unos 200 mil pesos de su Afore, de aportaciones patronales “extraordinarias” por concepto de IMSS e Infonavit.

 

Y otro grupo también bocabajeado, “que decía lo que otros callaban”, nunca cotizó para sus pensiones porque las cooperativas periodísticas no pagaban impuestos.

 

Qué tal.

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