De Memoria / EL PERIODISMO EMPÍRICO

CARLOS FERREYRA CARRASCO

CIUDAD DE MÉXICO, sábado 10 de febrero de 2018.- Cuando no existían las escuelas de periodismo, algunos atrevidos escribían a Hemphill School de Los Ángeles que les enviaba textos, hojas de papel y hasta una máquina de escribir. Con periodicidad, examen escrito vía correo y ya, eras periodista calificado.

En casi seis décadas de práctica profesional, no conocí a nadie que hubiese egresado de tan augustas aulas, que igualmente impartían radiotécnica o mecánica automotriz.

Quienes llegábamos a una redacción, teníamos que poseer un buen bagaje cultural y una “concha” a toda prueba.

La estructura piramidal colocaba en la punta de los medios al director, al subdirector; pero como responsables de la información y la edición, estaban el jefe de redacción y el jefe de Información.

Los seleccionaban: tipos “malacarientos” con el comentario ácido en la trompa. Había, como en todos lados, excepciones, en el caso del Excélsior de Scherer, en Últimas Noticias conocí al hombre más generoso en la amistad, el profesional más capaz, el original y auténtico Teacher Norberto Martínez y a Carlos Ravelo, pero ambos como garbanzos de a libra.

En mi inicio caí en manos de Raúl Prieto y Río de la Loza, conocido como “Nikito Nipongo”, un sujeto que se odiaba a sí mismo y, por ende, al resto de la humanidad y lo demostraba cuando se veía obligado a hablar con un reportero.

Usaba plumones, bolígrafos y lápices de varios colores, con los que corregía los textos que se le entregaban.

Cuando terminaba esa tarea, clavaba las cuartillas en un corcho frente a la redacción; lo único que se apreciaba era un incomprensible mapa de colores cruzados, de letras y frases tan gentiles como “es usted un perro fascista, Fulano”.

Aguanté eso porque quería ser periodista. Y la verdad nadie mejor que Prieto y sus agresiones para aprender el oficio. Su consejo invariable, digamos que el único que se molestaba en darle a sus reporteros: “cuando termine su texto, léalo en voz alta, y si un estúpido como usted lo entiende, quiere decir que lo entenderán hasta los imbéciles de nacimiento…”

Un día surgió la Carlos Septién, a la que vimos como otra escuelita por correo –y qué bueno que nos equivocamos–, brincó la UNAM, la Ibero hizo lo propio y el Tec se sumó a la carrera de Comunicación.

Dejaron de ser periodistas y se convirtieron encomunicólogos. Seamos justos: nada cambió, los prácticos, los empíricos siguieron dominando las redacciones. Donde están hasta la fecha. Honor al empirismo…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *