De Memoria / EL FIN DE LA HISTORIA…

CARLOS FERREYRA CARRASCO

CIUDAD DE MÉXICO, sábado 4 de noviembre de 2017.- … de México, tal como lo hemos conocido, se está cumpliendo. Veamos: conforme a las leyes nacionales, se juzga, se condena, cumple su pena y se libera a un delincuente al que nunca se comprobó haber cometido los delitos que le imputaron los señores del norte.
Nos referimos a Rafael (“Rafita” para Juan José y Rafael, últimos en entrevistarlo antes de su enchiqueramiento) Caro Quintero. A este delincuente nunca lo pretendieron enviar a Estados Unidos extraditado. Se le protegió porque el tipo lo merecía; no por su actividad cotidiana, desde luego.
Revela Gregorio Ortega Molina en acuciosa novela histórica, los acuerdos entre el gobierno y los tres principales jefes de la mafia del narcotráfico, que se comprometían a no exportar “sus ganancias”, los dólares pues, necesarios en momentos en que el país no tenía reservas prácticamente.
Menciona a los participantes en la reunión en la que representaron a De la Madrid tres altos colaboradores. Así se acordó, pero los gringos nunca estuvieron de acuerdo, porque perdía una entrada de dinero muy apetecible no sólo para el tesoro sino para quienes se mueven en torno a este infame tráfico, especialmente la DEA.
El negociado fue con Caro Quintero, don Neto Fonseca y Miguel Ángel Félix Gallardo. Por entonces eran los tres cárteles más importantes y de hecho únicos mientras nacían algunos grupos como los de anfetaminas en Colima.
De allí que el pretexto para terminar con la alianza, fue la ejecución de un agente precisamente antidrogas, hecho en el que fue involucrado un hermano de doña María Esther Zuno de Echeverría, que tontamente y a convocatoria gringa, acudió ante los tribunales para aclarar su imposible participación en el crimen.
Fue su perdición, creer en la justicia yanqui. Sin preámbulos fue encarcelado, enjuiciado y murió tras las rejas. Así dio la noticia el periódico “Milenio”:
“Rubén Zuno Arce, quien fuera cuñado de Luis Echeverría (su hermana, María Esther, fue esposa del ex presidente), y quien permanecía preso en Estados Unidos desde hace 23 años, acusado falsamente de “conspiración” para asesinar a un agente de la DEA en México, murió anoche en Florida, confirmaron sus familiares.
“Desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Zuno Arce, de 82 años, quien padecía cáncer desde hace algunos meses, fue recluido a lo largo de los años en cuatro distintas prisiones acusado por testigos protegidos, todos adiestrados y pagados (recibieron decenas de miles de dólares) por un fiscal de Los Ángeles y agentes de la DEA: estos ex policías mexicanos, confesos de diversos crímenes, lo señalaban como parte de un complot para torturar y asesinar a un agente de la DEA en México, Enrique Camarena Salazar, quien efectivamente había sido ejecutado en Jalisco en febrero de 1985 por narcotraficantes y ex policías mexicanos. Le imputaban que en una casa suya habían ocurrido los hechos, pero esa propiedad él la había vendido meses antes”.
Inicialmente se intervino el rancho El Búfalo, cerca de Cuauhtémoc, Chihuahua, donde secuestraron miles de toneladas de mariguana y un ejército de campesinos trasladados desde el sureste. El rancho era propiedad de Caro Quintero, y su descubrimiento que no fue tal, se atribuyó a Kike Camarena, el agente gringo.
Después de una visita a los campos de cría caballar del Ejército, mientras la comitiva presidencial regresaba a la capital, decidí quedarme para hacer varios reportajes en las colonias menonitas. Allí vi físicamente las caravanas de tráileres escoltados por la Policía Federal de Caminos (los “Federicos”) que llevaban el producto a cruzar la frontera. Todo mundo lo sabía en la región.
Pensando en la filosofía pejeciana, la droga se purificaba, los pecados se disolvían y todos puros, albos, porque ya era territorio gringo y sus funcionarios incorruptibles. Eso dice la propaganda que nunca explicó la razón por la que al norte de la frontera nunca se capturó un pez gordo o mediano y la forma en que nuestros emprendedores narquitos penetran el mercado, lo organizan y exprimen.
¿Recuerda el amigo lector a aquel enorme embajador yanqui, de origen mexicano Jeffrey Davidow, autor de un libro titulado El oso y el puerco espín? En la obra afirmaba el diplomático que era peligroso inquietar al oso porque te aplasta. Era una especie de advertencia sobre picarle las costillas al Tío Sam.
Reunidos en el comedor de Juan Francisco Healy con el embajador y con Roberto Rock, me atreví a preguntarle por qué en estados Unidos nunca había narcos gruesos en la cárcel. Lo admitió, reconoció que se protege a los grandes negociantes de drogas en su país, finalmente se trataba de una conversación sin futuro porque era privada, entre cuatro presuntos amigos y sin fines periodísticos.
Allí vale la pregunta: ¿en algún momento el periodista puede desentenderse de su tarea de vida, su encargo profesional, la razón de su existencia? Creo que no, pero la decisión era de Healy Ortiz y de ninguna manera de Roberto o mía. Quedó en el éter la plática.
En Estados Unidos nunca quedaron conformes con el castigo a Caro Quintero, por lo que al conocerse su liberación se avocaron a buscarle causa para seguir reclamándolo.
Hoy destapan un posible liderazgo del narco, sustituto de El Chapo Guzmán. La DEA así lo afirma y lo informa además de proceder a la inmediata reclamación del sujeto. Lo quieren allá o lo matarán aquí… es la disyuntiva.
El gobierno de México se aleja del problema. Si lo capturan aquí lo enviarán sin mayores trámites a las jaulas carcelarias gringas.
En esto es en lo que ha cambiado México. Los mexicanos no importamos y debemos acatar órdenes procedentes del norte, así sean ellos los beneficiarios del manejo de las drogas.


carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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