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Si las cosas difíciles fueran fáciles
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Buena fe de AMLO y Claudia, pero…
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Corrupción y soberbia en el gobierno
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El escolta del patrón en El Universal
Javier Rodríguez Lozano
CIUDAD DE MÉXICO, viernes 15 noviembre 2024.- Felipe Rodríguez Rodríguez es un viejo compañero y amigo del periódico El Universal, de finales del siglo pasado, que organizó una página en Facebook con el nombre de “Universales inolvidables”, y nos convoca a escribir ahí nuestras anécdotas.
Imagínese, amable Lector, si se escribieran tantas anécdotas ocurridas en uno de los dos más importantes periódicos diarios del siglo pasado, que compitiera ferozmente contra el mejor en aquellos años, Excélsior; cuando no existían ni La Jornada, ni Reforma, hoy dos monedas icónicamente opuestas: El blanco y el negro.
Escribir no es una tarea fácil, como decía el actor chihuahuense Anthony Quinn, porque: “Si las cosas difíciles fueran fáciles, cualquiera las haría”.
¿A quién, tanto en el periodismo, como en el sistema político mexicanos, no les gustaría conocer al menos, algunas anécdotas de una de las más fuertes redacciones de periódicos diarios, en aquel entonces sí, nacionales, porque íbamos a todos los rincones del país por la nota?
No a cualquier periódico acuden los funcionarios de alto nivel, como alguna ocasión ocurriera con la visita a la oficina del presidente y director general, de los secretarios de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios; y el de Hacienda y Crédito Público, Pedro Aspe Armella, para informar que el fraude de Banpesca había sido ya consignado a las autoridades penales correspondientes y felicitaban al periódico por aquella investigación única, no competida por ningún otro periódico en los 90s.
¿Qué fue de un Ariel Ramos, Luis Sevillano Uguet y Jorge Villa Alcalá, tres de los mejores directores que tuviera El Gran Diario de México en aquellas últimas décadas del Siglo XX?
¿De sus jefes de Información: Herminio Rebollo Pinal, Guillermo Valencia Ramírez, Emilio Viale, Jorge Camargo?
¿Qué ocurrió con el El Gato Culto, Enrique Castillo Pesado; con Mario Campa, jefe de Redacción; Juan Arvizu Arrioja y Fidel Samaniego, el cronista presidencial más cercanos a Carlos Salinas de Gortari?
¿Qué pasó con algunos de los reporteros que participamos en la redacción de algunas páginas de la historia contemporánea, como Fidel con Salinas, Manuel Ponce en la campaña de Luis Donaldo Colosio y este servidor, con Manuel J. Clouthier y Ernesto Zedillo Ponce de León?
Con estos apuntes a vuelo de pájaro y pintarraya en hoja de libreta fácil, cualquiera que haya vivido aquellos años, ya estará disfrutando las delicias de las reminiscencias.
Escribir no es fácil, sin embargo, sobrevivimos generaciones que no sabemos hacer otra cosa, por eso hoy le damos gusto a nuestro compañero y amigo Felipe Rodríguez Rodríguez, y honramos su convocatoria con la siguiente anécdota ocurrida el pasado miércoles 13 de noviembre de este todavía respirante 2024.
Naturalmente, lo hemos explicado en este mismo espacio de COSA DE PRENSA, los reporteros de entonces -como los de todos los grandes medios de comunicación de todo el mundo- estábamos condicionados a abominar de la protesta social, porque nos decían que era “conspiranóica”.
Sin embargo, 2018 nos trajo otra realidad: La protesta social llegaría a la Presidencia de la República con Andrés Manuel López Obrador y “la conspiración” cambiaría de color; y se prorrogaría en 2024 con una realidad todavía más impresionante con Claudia Sheinbaum: México es otro, en nada se parece al previo al 1 de diciembre de hace seis años.
Estamos recuperando espacios. Este miércoles acudimos a la Secretaría de Gobernación, a buscar a nuestra compañera y amiga, en aquellos años reportera de La Jornada, Rosa Icela Rodríguez, pero nos encontramos ahí, en la entrada de Abraham González, con una realidad que casi olvidábamos.
El comandante de la Policía Federal, adscrito a la ayudantía comisionada a la Recepción del Palacio de Covián -donde en otros tiempos estuviéramos a saludar a don Jesús Reyes Heroles- Juan de Dios Díaz Rodríguez, nos negó el acceso tan solo porque no le dimos el nombre de la persona de la Coordinación de Comunicación Social que buscábamos: “Es el protocolo”, nos dijo, sin el menor asomo de disculpa.
Es decir, la burocracia no cambia, sea del régimen que sea:
¿De qué sirven las buenas intenciones de un Andrés Manuel López Obrador y una Claudia Sheinbaum, si la burocracia sigue robando -corrompida e impune- como en Segalmex, con Ignacio Ovalle Fernández, por el solo hecho de haber sido quien le diera chamba a AMLO cuando fuera director generan del Instituto Nacional Indigenista (INI) en los 70s…?
¿Y cuando algunos elementos de la Guardia Nacional extorsionan a automovilistas y transportistas en las carreteras del país? ¿De qué sirven las buenas intenciones presidenciales, si el gobierno sigue robando y portándose engreído y soberbio, como ese comandante de la Policía Federal, Juan de Dios Díaz Rodríguez, que cree como el león, “que todo periodista es de su condición”?
Bueno, qué más da, 58 años en el periodismo, los iniciales y claves en mi formación, en el periodismo policiaco, nos han dato estómago para conocer y entender esa parte de la púbica miseria humana.
Pero arriba hay algo que todo lo ve y pronto compensó con lo impensado:
Caminábamos sobre Bucareli, rumbo a Paseo de la Reforma, y desde que iniciamos la caminata en la esquina de Donato Guerra, empezaron las añoranzas: Por ahí, frente a Excélsior, está un edificio de Poder Judicial de la Federación, donde en los años 60s estaba la RCN Radio Cadena Nacional, donde trabajaba mi padre, pero no como locutor, sino como carpintero. Una día que lo visité de niño, ahí estaban Chabelo y Gamboín, fue inolvidable.
Segui caminando, mirando con cierta rabia la gran Esquina de la Información, de El Periódico de la Vida Nacional, cuando de pronto me vi frente a Bucareli 8, las escalinatas de acceso a El Gran Diario de México, aumentó mi nostalgia.
Pero pronto se desvanecería, pasos adelante, cuando observé a un hombre que conversaba con un policía uniformado, que de repente me miró y alegre me dijo y me preguntó: “¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Qué te has hecho? ¿Te veo bien?”
Enmudecí por la sorpresa, porque nunca imaginé que aquella persona que me resultaba familiar, me reconociera: y menos aún que me saludara con tanta efusividad: un fuerte abrazo y un apretón de manos, cuya fuerza revela la estimación y el respeto, y que no cualquiera ofrece.
“Muy bien”, le contesté. “Me da mucho gusto verte vigente, después de tantos años; y que sigas cuidando como se debe, al patrón”…
Y me alejé, disfrutando las delicias de ese encuentro, el fuerte abrazo y el saludo de hierro, que solo sabe dar la gente de a deveras; pero más que nada, que me hubiera reconocido como si hubiéramos dejado de vernos el día anterior, cuando me alejé de ahí en 1998.
Se trata de uno de los escoltas de Juan Francisco Ealy Ortiz, elemento de aquel grupo de seguridad, bizarro y leal que en 1997, en ese mismo lugar del encuentro conmigo este miércoles, impidiera que la entonces Policía Judicial Federal arrestara “al patrón”, nada más porque al presidente Ernesto Zedillo le caí mal.
LA COSA ES QUE…
Espero, mi querido Felipe Rodríguez Rodríguez, y Universales Inolvidables, que les guste esta anécdota; pronto nos veremos, a rendir homenaje luctuoso a nuestra querida compañera y amiga Claudia Vela, para abrazar a Rafael Sotomayor, y a brindar por el nuevo año 2025 que se nos viene encima.
Qué tal.