COSA DE PRENSA / Sucesión Presidencial 2

 

Muchos creyeron que LEA se estaba describiendo a sí mismo, aunque en realidad estaba difundiendo datos exactos de un funcionario que tenía muchas semejanzas con él, pero el bajo perfil con el que navegaba lo mantenía a buen resguardo de las acechanzas de la especulación.

 

  • Rovirosa Wade destapa a 7 “tapados”
  • 1982: De la Madrid y García Paniagua
  • El País, de España, y sus candidatos
  • Ricardo Anaya y Ricardo Salinas Pliego
  • Claudia Sheinbaum1 y Marcelo Ebrard2

 

 

 

Javier Rodríguez Lozano

 

 

Viernes 21 mayo 2021.- El pasado miércoles en la primera parte de esta serie La Sucesión Presidencial, recordamos a don Daniel Cosío Villegas y el antiecheverrismo que excretó la primera “docena trágica LEA-JLP” y “La caída del sistema” del Delamadridismo, que con CGS vomitó la segunda “docena trágica VFQ-FCH y en esos 36 años, todos los males del México de hoy.

 

Nos quedamos en el destape de los siete tapados del secretario de Recursos Hidráulicos, Leandro Rovirosa Wade, que Luis Echeverría urdiera en su absolutismo palaciego en favor del hermano que le hubiera gustado tener, pero que hubiera de conformarse con que fuera solo el amigo de la infancia.

 

Sin embargo, el “oráculo de Bucareli” no mentía en su retrato hablado, que no era leído por la incipiente clase política de entonces, porque no estaba acostumbrada a las señales del cátcher y el pitcher; y si alguien les demostraba el mensaje con argumentos sólidos tampoco lo creían, como ocurrió a aquel reportaje de 1981 La Sucesión Presidencial, publicado en el periódico La Prensa que dirigía entonces Víctor Manuel García Solís, de inolvidable memoria.

 

Continuamos:

 

Aquel Presidente lenguaraz -con imperiosa necesidad fisiológica de hablar, según Cosío Villegas- que aumentara en su gestión de 86 a 740 el número de empresas propiedad del Estado y que destituyera personalmente a los gobernadores, de Guerrero, Nuevo León, Hidalgo, Puebla y Sonora, empezaría en 1974 su juego de la sucesión presidencial, a la mitad de su sexenio.

 

Así lo hizo en días pasado el periódico español El País, al iniciar el tema de La Sucesión Presidencial, para poner a calentar el brazos a sus dos candidatos: Ricardo Anaya y Ricardo Salinas Pliego; y de relleno a Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard.

 

Echeverría diría en aquel 1974: “Es útil que la opinión pública analice a los hombres y los critique en relación a la sucesión presidencial… Yo creo que la opinión pública nacional comenzará a definir sus inclinaciones… Todo mundo debe ser objeto de estudio, de observación, de crítica. Es democráticamente saludable”.

 

Las primeras pinceladas del retrato hablado del candidato presidencial de las preferencias de Luis Echeverría surgirían en enero de 1975, al describir a su sucesor como “un funcionario muy desvelado y madrugador, es decir, muy trabajador”.

 

En febrero siguiente diría que su sucesor tendría que haber escalado lentamente “oportunidades políticas o administrativas, para tener una comprensión plena del funcionario del gobierno, con capacidad para tomar decisiones rápidamente”.

 

Muchos creyeron que LEA se estaba describiendo a sí mismo, aunque en realidad estaba difundiendo datos exactos de un funcionario que tenía muchas semejanzas con él, pero el bajo perfil con el que navegaba lo mantenía a buen resguardo de las acechanzas de la especulación.

 

En abril de aquel 1975 llegamos al climax de aquella personal manera de hacer política y de conducir la sucesión presidencial, cuando durante una gira del Presidente al estado de Morelos instruyera a su secretario Rovirosa Wade a destapar a los siete tapados:

 

Y mire Usted, amable lector (aunque en realidad escribimos esto para las y los jóvenes interesados en conocer al sistema político mexicano, lo que les ayudará a comprender mucho mejor todo lo que pasa en las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador), el enlistado de finas personitas que reveló el tabasqueño Leandro Rovirosa fue éste:

 

-Mario Moya Palencia, Hugo Cervantes del Río, José López Portillo (su amigo desde la infancia), Porfirio Muñoz Ledo (redactor de los discursos de Echeverría), Carlos Gálvez Betancourt, Augusto Gómez Villanueva y Luis Enrique Bracamontes.

 

LA COSA ES QUE…

 

Mario Moya Palencia era el que más creía que sería el próximo Presidente y actuaba como tal, igual que Manuel Camacho Solís que sin ser secretario de Gobernación siempre creyó suyo el ungimiento salinista que le ganara Luis Donaldo Colosio.

 

Al menos aquella impresión le quedó a Juan José Posadas Ocampo, el cardenal de Guadalajara, cuando una semana antes de su asesinato el 24 de mayo de 1993, Camacho Solís lo regañara agresivamente en Los Pinos, en una reunión con Salinas.

 

Así lo reveló a este reportero el cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, y sería publicado a ocho columnas dos días seguidos en el periódico Excélsior en 2004.

 

Le seguimos el lunes.

 

Qué tal.

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