COSA DE PRENSA / Rico por día

 

 

  • Le regalaban casi 14 millones de pesos
  • Una mecenas francesa le echó el ojo
  • Pero a cambio le pedía solo 290 dólares
  • Gobierno de los pobres solapa fechorías

 

 

Javier Rodríguez Lozano

Lunes 19 abril 2021.- Felipe no se ha suicidado -como aquel adulto mayor al que Banco Azteca robara sus ahorros-, y al que ahora pretende cobrarle préstamos que nunca hiciera, pero disminuye dramáticamente su calidad de vida cuando el gobierno de los pobres solapa a prestamistas trúhanes como Ricardo Salinas Pliego.

¿Cómo estaría el ánimo de Felipe aquella mañana al leer un extraño mensaje en su inbox de Facebook?: “Soy viuda con cáncer terminal, no tengo descendientes, no confío en las instituciones que solo se enriquecen con el dinero de los demás, y quiero donarle a Usted 695 mil dólares. Dígame si los acepta”.

Felipe traía el alma, el corazón y su vida, anudados en el estómago y la garganta, que le repercutían cada más en los malestares, en su salud.

Apenas hacía un año que empezaría a cobrar su pensión, porque tanto el IMSS, como su Afore en Banamex y principalmente el Infonavit, se negaron durante los ocho años anteriores a reconocerle sus derechos.

Su primera reacción al leer aquel extraño mensaje, a sus 74 años, fue pensar: “Hace muchísimos años que dejé de chuparme el dedo, por lo tanto esto es un intento de fraude. Vamos a seguirle la corriente y tal vez nos salga un buen reportaje”.

No contestó el mensaje y se tomó más tiempo del acostumbrado aquella noche para conciliar el sueño.

Esas voces internas que van con nosotros todas nuestras vidas empezaron a debatir entre ellas: “Es un fraude, no pierdas tu tiempo y no  caigas en el desengaño tan cándidamente”, diría El Príncipe de la Luz.

Por su parte, el Príncipe de la Oscuridad sería más enfático y, como siempre, más manipulador: “Espérate: ¿Y qué tal que si es cierto, eh? No te cuesta nada averiguarlo, la investigación exprés es lo tuyo; no te niegues la oportunidad de soñar algo nuevo”.

Naturalmente, esas voces interiores que todos llevamos dentro nos conocen mejor que nosotros a nosotros mismos y saben lo que dicen, por eso Felipe escuchó con detenimiento a ambas.

Al levantarse al día siguiente había tomado su resolución: “Es falso, pero haré un buen reportaje de esto; seguiré la corriente”.

Y empezó a investigar. Lo primero que encontró fue que aquella “mecenas” era hija de una figura pública muy en las tradiciones folclóricas del pueblo francés. Un video la muestra en silla de ruedas hablando a una reportera de su madre, con lágrimas en los ojos. Conmovedor.

Parecía que la “mecenas” sí existía; el Banco también, uno de Ecuador, donde decía estar aquellos 695 mil dólares, de donde serían transferidos a la cuenta bancaria de Felipe en su país, México.

Y la verdad, la historia de la mamá de la “mecenas” de Felipe es muy impresionante y por supuesto que amerita un buen reportaje.

Él sabía, porque su olfato de viejo reportero se lo decía, que aquello era falso; sin embargo, admitió que soñar durante algunas horas que fuera cierto mágicamente le había hecho desaparecer todas las dolencias de su alma, de su corazón y de su vida.

“Finalmente -pensó- esta ganancia de soñarse feliz aunque sea un ratito es la que cuenta”.

Con gran velocidad pasaron por su mente muchas de aquellas ocasiones que políticos y funcionarios, en su época de oro, le ofrecieran riquezas que él nunca aceptara, porque lo suyo no era, ni fue, ni será nunca, el amor desmedido al dinero, por ejemplo, como el que tienen empresarios y políticos.

Sin embargo, notaba cómo aquel extraño mensaje lo había resucitado y le hacía bailar de emoción con la pura quimera. Fueron las horas del día más feliz de su vida y le costaba trabajo planear en qué invertiría aquellos 13 millones 900 mil pesos regalados.

Creyó haber cruzado aquella información con otras notas sobre la misteriosa mujer y fue entonces cuando respondió a aquel extraño mensaje y dijo que sí, que sí se interesaba por ese donativo y esperó instrucciones.

De inmediato le respondieron: Le explicaron a su modo, el carácter altruista del donativo, las causas principalmente filantrópicas y el método para llevar a cabo aquel proceso de donación, incluyendo el legal, por aquello del lavado de dinero depositado en instituciones bancarias de un país a otro.

Felipe envió sus datos personales por WhatsApp pero se cuidó de no incluir su firma en la Credencial de Elector.

Le contestaron diciéndole, además de los tecnicismos del proceso legal de donación, más o menos coherentes, que solo había tres condiciones:

-Una, que debía donar el 10% de aquellos 695 dólares a cualquier institución necesitada (primera contradicción); dos: que debía pagar por adelantado 290 dólares de gastos del abogado (segunda contradicción, porque se suponía súper pagado por la “mecenas”).

Y un tercer elemento: devolver firmado el documento del abogado en que aceptaba el donativo y firmaba la mecenas y el jurista, además del beneficiario; para iniciar con él el retiro de la cuenta bancaria y su transferencia al receptor.

Con esos “tres pelitos de la burra en la mano”, Felipe se concedió una segunda investigación y, oh, sorpresa: No creerá Usted lo que encontró.

LA COSA ES QUE…

Una: Que su “mecenas” había muerto hace un año y que no fue viuda y sin descendientes, sino que tuvo muchas hijas y tenía muchos nietos y bisnietos.

La otra: Que el abogado a través del cual se haría la transferencia del donativo al beneficiario se había suicidado en París seis años atrás, cuando iba a reclamarle a un presidente de colegio de abogados una inhabilitación de tres años a que lo someterían, y le disparara para matarlo aunque solo lo hiriera, y luego él se llevaría  el arma a la cabeza y se dispararía, muriendo en el instante.

Y el documento del “gabinete del abogado” no llevaba la firma del abogado, sino un timbre postal; y la de la mecenas no correspondía a su nombre, en ninguno de sus rasgos aparecían las letras que lo componían.

Es decir, no existía ninguna “mecenas” con el nombre que se presumía, ni tampoco abogado que tuviera a su cargo los asuntos de aquella señora.

Cuando Felipe les dijo a sus filántropos que no estaba interesado en ese donativo, le preguntaron por qué lo rechazaba.

Estos cuentos abundan en las redes sociales, pero abunda más la gente sin esperanza, necesitada, profundamente lastimada por la pobreza que le generan las instituciones mexicanas, responsables de la calidad de vida de los ciudadanos, por ejemplo, las que deben impartir justicia y no lo hacen.

Por eso, igual que Felipe, creo que no vale la pena regalar nuestra dignidad en una urna, votando por gente que resulta verdaderos delincuentes, que nada, pero nada hacen por las más apremiantes necesidades de la gente.

Hay que pensarlo.

Qué tal.

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