- “Santo que no es visto…”
- La maldad del mundo
- Un nuevo pecado capital
Javier Rodríguez Lozano
CIUDAD DE MÉXICO, lunes 20 marzo 2023.- Dícese que “santo que no es visto no es adorado”.
Aunque nunca hemos pretendido tal supuesto, reaparecemos hoy para exaltar el enorme placer que experimentamos con la amistad de tantas personas hermosas, dignas y leales, con las que hemos convivido en nuestra vida.
Estamos a poco de cumplir 57 años en el oficio de comunicar (iniciamos en mayo de 1966), durante los cuales nos cuidamos de no caer en el cinismo, como advertía Kapuscinski, y siendo respetuosos también con Gabriel García Márquez, al honrar la primera condición del periodista: “No ser un pelmazo”.
(A quienes opinaron distinto demostramos y seguiremos demostrando su yerro, no los olvidamos).
Igual, nunca como ahora, desde 2018 con el sinuoso y vacilante rodar del mundo y los caprichos socioeconómicos y geopolíticos, resulta más o menos tedioso escribir de política, cuando no cualquiera sabe de dónde viene, qué hace aquí y adónde va, y menos aún qué es más importante: si la felicidad o la verdad.
Noventa y nueve por ciento de la gente en el mundo nos engañamos pensando que dominamos todas estas cuestiones, cuando en la realidad es lo que más ignoramos, y eso hace que el mundo se vea cuadrado y sin rumbo. No entendemos la política, aunque hablemos de ella.
Así ocurre cuando denostamos a un gobierno…Y también cuando no y cuando sucede todo lo contrario, como “filosofaba” el político chihuahuense, Manuel Bernardo Aguirre.
Hay quien piensa que un país norteamericano es el amo del mundo, desde 1945 en que Europa hiciera del dólar la moneda de referencia, cuando ya no es así, desde que su democracia hiciera agua electoral en 2020, Rusia, desde Ucrania, empezara a vender petróleo en rublos y China hablara al mundo de una nueva manera de coexistir en la globalidad: El multilateralismo.
Otros creen que la tendencia global la marcan ahora el Este de Europa y Norte de Asia, donde se asientan los 17 millones de kilómetros cuadrados rusos del país más grande del mundo; y también el Este asiático, en el Pacífico, con los 9.6 millones de kilómetros cuadrados de la tierra del Dragón.
Con la mayor sutileza de que pueda ser capaz nuestra inquieta pluma, incorporaremos a nuestro comentario geopolítico y político, algunas anécdotas y apuntes sobre lo que nos hace más diferentes a los seres humanos, como la espiritualidad, única manera de entender que la verdad es más importante que la felicidad, y que “lo esencial es invisible a los ojos”.
Esto último es una tendencia que tiene más de seis mil años de antigüedad, con Buda, y desde 1926 con El Principito, es decir, la 5ª Dimensión, en la que a la 3ª Dimensión de espacio y a la 4ª de tiempo solo se les agrega la de Conciencia, algo único en solo el 1% de la población planetaria, como comentaremos después.
Antoine de Saint-Exupéry en su última novela póstuma, La Ciudadela (1943) escrita a un año de su desaparición, despega de la espiritualidad de El Principito y se dirige hacia la filosofía y la política.
(Para nosotros su desaparición un año después no resulta tan misteriosa, creemos que al igual que Amelia Eckart, esfumada en el aire en iguales circunstancias, se debió a una abducción que lo llevaría a un planeta más pobre que la Tierra, donde tendría mucho más trabajo).
Quizás no subrayemos tanto las diferencias como las que marcara Saint-Exúpery en la citada última novela publicada en 1948.
Permítasenos comentar que la prolongada pausa que nos tomamos en este espacio data del pasado 14 de octubre, en que vivimos una experiencia espiritual incomparable, tan simple como compleja al mismo tiempo, porque se debate en dos campos antagónicos: el terrenal, que es éste en el que nos hallamos escribiendo y leyendo; y el espiritual, que es aquel en el que “solo el corazón ve”.
Nosotros intentaremos al revés: en la modestia de nuestro espacio, proyectarnos desde la política a la espiritualidad, porque creemos que ésta es la única manera de conocer todas las respuestas, aun de aquellas preguntas jamás formuladas.
Por ejemplo, una de ellas podría ser este fragmento en la página 218 de La Ciudadela, de Saint-Exúpery:
Hubo un tiempo también en que tuve piedad de los muertos. Creyendo que aquél a quien sacrificaba en su destierro zozobraba en una soledad desesperada sin entrever que no hay soledad para los que mueren.
Nos preguntamos cómo hicieron grandes personajes de la historia para convencer a sus oyentes de que Dios había hablado con ellos y les informaría cuál sería su misión en la vida, como Abraham, cuando le pidiera sacrificara a su hijo Issac para probar su fidelidad; o Moisés, cuando le pidió abandonar Egipto y abriera las aguas del Mar Rojo para el éxodo; o Job, cuando instigado por Satanás le fuera arrebatado todo y luego se lo devolvería multiplicado.
En estos tiempos, en los que solo unos 80 millones de personas (el 1% de las ocho mil millones que registró la agencia de Población de la ONU el pasado 15 de noviembre), según fuentes autorizadas, han pasado de la 3ª Dimensión a la 5ª Dimensión, que es aquella donde ya no existe el engaño, la mentira, la deslealtad.
Es decir, en las anteriores dimensiones a la Quinta, la miseria del mundo se ha debido a la maldad; “la maldad del mundo”, decía Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache. En la actualidad, igual, el mundo sigue sufriendo la maldad del mundo.
Pero los tiempos son distintos: Ahora es mucho más peligroso desearle el mal a alguien, que cualesquiera otros delitos, incluso, incurrir en alguno o más de los siete pecados capitales.
Incluso, la práctica del periodismo hoy será mucho más exigente y escrupulosa que cualquier Código de Ética del más prestigiado medio de comunicación, porque la mentira se ha convertido en la 5ª Dimensión en el mayor pecado capital.
Y la mejor prueba es la credibilidad que tienen hoy en día los medios de comunicación en todo el mundo, no solo en México, donde el mal que impera en muchos órdenes de poder público y privado, tiene ahí sus fortalezas.
LA COSA ES QUE…
Estamos en paz porque hemos sido informados espiritualmente, de todo aquello que sabíamos que existía, pero que no teníamos confirmado, y fue necesario un golpe seco y su catarsis consiguiente, para alcanzar la claridad.
Eso fue lo que nos enseñó el nivel de maldad que vive el mundo y sus consecuencias, y aunque todavía no se inventa cómo describirlas sin lastimar, baste decir que los infiernos de Dante y el Apocalipsis, además de las guerras mundiales, vienen a ser ampliamente superados en la 5ª Dimensión.
La miseria humana, es el peor de los castigos y nadie escapa, lo mismo quien “mata a la vaca”, como quien “le detiene la pata”; y ahora la factura llega antes de abandonar el plano terrenal.
Qué tal.