- Relato novelado sobre el drama de un amor sin final
- Juntos sufrieron todo y nada los separaba hasta que…
- “Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando”
- El Universo obra su inexpugnable ajedrez cósmico
Javier Rodríguez Lozano
CIUDAD DE MEXICO, lunes 21 de noviembre 2022.- Todo empezaría con un beso furtivo. Ella pronto cumpliría 17 años y él los 28; como cualquier principio romántico todo fue color de rosa, pero a los pocos días el marido se encelaría al darse cuenta que su esposa era muy sociable, además de muy hermosa.
Lo que seguirían serían felices años de amor, hijos y familia, que igual, fueron pocos porque pronto se empezaría a enfriar la relación; mientras él trabajaba duro, ella no tanto. Pero Sandra y Fidencio, sin embargo, vivían otro capítulo terrenal de un amor sin fin, que ni la infidelidad, entrecomillada y no, lograba separar, hasta que un día, quizás ofendido por el desorden, el Universo le pondría fin a aquella unión de casi medio siglo, que venía de vidas pasadas, que algo tenían qué decir, y lo dijeron.
Las copas de los excesos se habían desbordado y lo que al principio fuera vino, al final el Demonio de la Envidia, con sus ángeles de la liviandad, las convertiría en fuego en las almas y sangre de los cuerpos derramada, con el amargo llanto de los corazones.
Lágrimas de hondo dolor, inenarrables, muy difíciles de describir, que si hubieran terminado con un simple duelo en el funeral habría sido normal, pero no, la historia no terminaba allí.
Aún con el corazón roto y por los suelos, poco a poco, en los primeros días y las siguientes semanas -no muchas- se descubriría la trama completa: La amenaza del cáncer de próstata por un lado y la confirmación del cáncer de mama por el otro, no fueron porque los cuerpos hubieren enfermado, no; serían porque los parásitos del Demonio de la Envidia los habían contaminado.
Pero al mismo tiempo, oh, sorpresa, se descubría de qué hablaba Santiago en su capítulo 1 versículos 14 y 15, acerca de la infidelidad. Y más todavía, ¿por qué, en el pacto de almas, se acordaba el papel que cada quien debía desempeñar en el teatro de la vida, fuere el que fuere, incluso con el sacrificio, para avanzar en el camino de la evolución de cada quien. Vaya sorpresa.
Poco a poco en los años siguientes, más de 40, aquella infestación del Mal en Sandra y Fidencio alcanzaría su obra macabra.
En un silencioso diálogo interno, alguien parecía escuchar aquel primer tango de Mi noche triste, que la historia conoció en 1917 con Carlos Gardel: “Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando / Su boca que era mía, ya no me besa más / Se apagaron los ecos de su reír sonoro / Y es cruel este silencio que me hace tanto mal”.
¿Cuántas lágrimas? ¿Cuántas dudas? ¿Cuántas preguntas? ¿Cuántos por qué, por qué, por qué?
Pero el Demonio no sabía a quién se enfrentaba. Se enfrentaba a alguien que no sabía quedarse ni con las lágrimas, ni con las dudas, ni con las preguntas, y al cabo de poco tiempo, caían como en cascada todas las respuestas… Incluso aquéllas de preguntas nunca formuladas.
El Demonio no sabía a quién se enfrentaba. Era alguien, el viudo, acostumbrado a sacar las respuestas de debajo de las piedras, si fuere necesario; era periodista.
Y lo que encontró será muy difícil de entender para una buena parte de sus lectores, pero para otro segmento, más evolucionado y de mente más abierta, claro que, por supuesto habrá plena comprensión de su relato, en el que “nada es verdad, ni es mentira; todo será según el color del cristal con que se mira”.
Lo que se encontró fue un pacto de almas, terminar con algo iniciado en vidas pasadas, con un muy elevado precio terrenal, pero con la misión de vida, de ayudar a otras tantas muchas almas a encontrar el camino, aprendiendo a perderle el miedo a la muerte, preparándose a ese momento y adaptarse pronto a su nueva vida en el mundo espiritual.
Si esto se consigue -que por supuesto que se conseguirá- habrá valido la pena el intenso drama de una historia de amor sin fin; ya verán ustedes porqué, iremos paso a paso, como bailando los tangos de Adiós pampa mía o Por una cabeza, para que se entienda mejor la importancia de elevar la conciencia; de otro modo, todo es oscuridad, aquí y allá.
LA COSA ES QUE…
Esto fue la introducción a Morir viviendo, un relato novelado mitad real, mitad ficción, con el solo propósito de enfatizar que no existe la muerte; que lo que hay en el plano espiritual no es más que el regreso al Hogar, a la Casa de la Inteligencia Superior, o como Usted quiera llamarle, de donde todos venimos y a la que hay que regresar con la tarea terrenal aprendida, porque si no sucede así, se obliga a regresar al Valle de Lágrimas más doloroso y denso del Macrocosmos, también, sin fin.
Al momento final todos llegamos al mundo espiritual con el mismo nivel de conciencia que teníamos al morir. La idea aquí es elevar ese nivel de conciencia para llegar al otro plano con un entendimiento espiritual que nos evite la confusión y ayude a adaptarnos lo más pronto posible a nuestra nueva realidad, es decir, la idea es desde estas líneas empezar a dar luz.
Naturalmente, esto se llama servicio, que deseamos nos ayude también a no volver a reencarnar jamás, algo real en Jesús El Cristo, que nos enseñó que no existe la muerte, e irreal en Karoll Wojtyla, por su omisión ante la pederastia en el clero.
Qué tal.