COSA DE PRENSA / Leer para creer

 

 

  • El epicentro de la manipulación global

  • El Presidente de México y los medios

  • Somos lo que creemos; creemos lo que somos

 

Javier Rodríguez Lozano

CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 1 noviembre 2023.- Seis mil años con Buda y dos mil con los fundamentalismos judío, musulmán y cristianos, nos han dado las creencias que somos, con su contraparte el agnosticismo, las ocho mil millones de personas que sobrevivimos en la globalidad a la cretina pandemia.

 

La frase del dominio popular, “somos lo que creemos”, la ilustra bien la sicóloga Eva, aunque su esencia vaya mucho más allá; aún más lejos de la lontananza imaginaria. Ella dice:

 

“La autoestima es una parte de todo ser humano que se empieza a crear desde el momento en que estamos en la tripa de nuestras madres (El Cigoto, le llama Dianética, La ciencia de la salud mental), hasta el último día de nuestra vida. Es una parte que cultivar todos y cada uno de los días de nuestra vida”.

 

Y describe la especialista que en este contexto se mezclan dos escenarios: 1) Lo que creemos de nosotros por nuestra propia experiencia y visión de la vida; y 2) lo que los demás dicen de nosotros y lo hacemos nuestro al creérnoslo”.

 

Las creencias modernas, decimos nosotros, más allá de las culturas clásicas de Roma y Grecia, datan de un momento histórico y epicéntrico ubicado en el hotel Bilderberg de la población holandesa de Oosterbeck, en un mes de mayo de 1954 en que se reúnen en secreto las 130 personas más ricas del mundo, para acordar cómo manejar al mundo “a control remoto”, sin elecciones, ni guerras; es decir, sin brincos ni sombrerazos.

 

Y antes al contrario, son ellas las que ponen y quitan reyes, jefes de Estado y presidentes a su antojo, como ha ocurrido en Estados Unidos, donde el primero de sus elegidos fue John F. Kennedy, que acudió a la reunión del Club Bilderberg como senador en 1960, hasta el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en la de 2019, y donde surgiera empoderada Hillary Clinton en 2016, pero Donald Trump desbarataría su sueño… Y así le ha ido desde entonces.

 

El único personaje que no ha faltado a una sola reunión anual desde su fundación, ya con 100 años de edad, es Henry Kissinger, que en 1971 aconsejara al presidente Richard Nixon que retirara del dólar al patrón oro y desde entonces empezó a perder su liderazgo, que pudo sepultar la pandemia, pero lo rescató la guerra de Israel en la Franja de Gaza,

 

El punto no es una relatoría etimológica del poder mundial en el Club Bilderberg, sino explicar dónde surgen las creencias modernas, que por sí mismas explican por qué el mundo está de cabeza.

 

Entre ese selecto directorio de las 130 personalidades más ricas del mundo están los dueños de los medios de comunicación de todo el orbe, incluyendo México; a sus 66 reuniones -excepto la de 1974 en que el príncipe de Holanda, anfitrión del Club, fuera sorprendido vendiendo armas- nunca ha asistido un reportero, por lo tanto no existe una crónica de lo que son en realidad estas reuniones, donde se deciden los destinos del mundo.

 

Además de decidir quién gobernará tal o cual país -ojo, excepto China y Rusia, cuya clase política nunca ha asistido a esas reuniones, aunque sí formen parte de la orden del día de al menos las últimas 20 reuniones- también deciden qué es lo que debe creer la gente.

 

¡Haga Usted el favor!, exclamarían mis abuelos en sus haciendas de Jalisco, Zacatecas y Aguascalientes; la Nueva Galicia, pues.

 

Y su menú es muy basto: Prensa, cine, radio y televisión, donde aprendimos con el Diario de Ana Frank a amar a los desposeídos, a admirar a la Reina Isabel y con ella a las inservibles monarquías; las telenovelas que nos hacen llorar el dolor ajeno, el futbol enajenante donde los países más rezagados del progreso son campeones mundiales, como España y Argentina por ahora, el nacimiento de la nada de grupos musicales como los Beatles, surgidos de laboratorios lava cerebros ingleses, y las carreras de autos, como las de un tal Pérez.

 

Los medios de comunicación dicen por consigna global, por ejemplo, que la defensa palestina es terrorismo, y llama “conspiranóicos” a sus críticos; es decir, que lo único que vale es lo que ellos dicen, no lo que piensen los demás.

 

Este es el contexto de fondo en las críticas del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien no se explica cómo los grandes periódicos siguen en circulación sin tener casi nada de publicidad oficial, porque él la canceló, y critican con todo, todo lo que él hace, sea bueno o equivocado, para los medios todos es malo y esa es la creencia de quienes se han acostumbrado a creer lo que les dicen.

 

En otros momentos hemos descrito aquí mismo, cómo fue que la Virgen de Guadalupe abandonó al pueblo mexicano, por el solo hecho de haberse aprobado el aborto desde 2007, cuando la pesadilla del crimen organizado tomó fuera con Felipe Calderón y su gabinete.

 

El Papa Francisco ha ordenado un solo macro exorcismo en el mundo y ese fue en México, en la Catedral de San Luis Potosí, en 2015, encabezado por el exorcista número Uno, el obispo José Antonio Fortea, sucesor de Gabriel Amorh, demonólogo oficial del Vaticano, fenecido un año antes.

 

Y fue un fracaso.

 

Más que a causas naturales, respetuosamente dicho, lo ocurrido en Acapulco tiene mucho que ver con el reinado del mal que ensombrece a México y a muchísimas familias, aparentemente honorables.

 

Pero mejor le paramos, por el estruendo del escepticismo al que le debemos estar como estamos.

 

Otra gran equivocación, que nadie apechuga, es creer que el Gobierno de México sea culpable de que hoy llueva y mañana no, como dicen los medios.

 

Somos lo que creemos porque creemos lo que somos.

 

Y como dijo Don Teofilito… Nos lo seguiremos creyendo.

 

LA COSA ES QUE…

 

“Dime qué lees y te diré quién eres”.

 

Qué tal.

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