COSA DE PRENSA / Lealtad del Ejército

 El general Charles Flynn, hermano del general retirado Michael Flyn, que denunciara golpe de Estado en la Unión Americana, fue nombrado por el Pentágono comandante de la Armada en el Pacífico, área de influencia de China.

 

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Javier Rodríguez Lozano

 

Jueves 28 enero 2021.- Desde el amanecer de los tiempos griegos y romanos, de Alejandro Magno a Atila, de Julio Cayo César a Napoleón y de Hitler a Roosevelt, los pueblos no son nada sin el apoyo del Ejército a su líder supremo.

 

Ni qué decir de los pueblos nórdicos, los vikingos, afamados por ser los más felices aun en la pandemia, por su huella en el planeta, desde el norte de Europa como Inglaterra, y hasta América, con su llegada antes que Colón.

 

Y su felicidad deriva de los jefes de sus ejércitos, líderes bendecidos por sus dioses y por su democracia.

 

En la noche de los tiempos modernos, ésta, en Estados Unidos hay indicios que indican esa preocupante situación.

 

Igual que el 4 de noviembre, cuando los grandes medios de comunicación ‘proclamaron’ en todo el mundo al candidato demócrata como ganador sin existir ninguna confirmación oficial, hasta ayer 27 de enero, tampoco existe un Juramento de la Lealtad del Ejército al nuevo presidente estadunidense.

 

Existe por supuesto, un Juramento de la Lealtad, el ofrecido el nuevo presidente Biden por la jefa de Bomberos de South Fulton, Georgia, Andrea Hall, en la ceremonia del 20 de enero en el Capitolio.

 

¿Por qué ganó ese privilegio esa modesta empleada de uno de los condados de los seis estados donde Trump presume el fraude electoral y que, con cualquiera de ellos pudo haber cambiado si le reconocieran el resultado electoral?

 

Todo el mundo lo vió en las redes sociales, especialmente en YouTube, antes de que empezara la censura a Trump y sus seguidores: En el State Farm Arena (en South Fulton, Georgia), centro de votación, ya noche, los empleados retiraron a periodistas y observadores que se negaban a irse.

 

Cuando por fin se retiraran las miradas escrutiñadoras, empleados empezaron a sacar de debajo de los escritorios, cajas con papeletas que transportaron a otros escritorios, para que otros empleados las empezaran a contar. El video más claro que existe sobre el fraude electoral.

 

Obvio, aun con el video en sus narices, ni los grandes medios de comunicación, ni los juzgados que recibieran la querella, ni Gabriel Sterling, administrador del Sistema de Votación en Georgia, vieron ningún fraude: “Es un cómputo normal de boletas”, argumentaría este funcionario demócrata.

 

Ese es el Juramento de Lealtad que tiene el nuevo presidente.

 

Y lo que ofreciera el Ejército al ya investido Joe Biden, a través de 21 salvas del Tercer Regimiento de Infantería, enmarcado musicalmente por la Banda Militar Pershing’s Own, fue un Saludo y nada más.

 

Antes, el 14 de enero los siete generales del Estado Mayor Conjunto del Ejército enviarían un sólido mensaje mediante una carta abierta, en el que ratificaban sin decirlo, su Lealtad a la Constitución.

 

Afirmaron que “nuestra República está atravesando un momento peligroso” y puntualizaron:

 

“La violenta protesta en Washington D.C., el 6 de enero fue un asalto directo al Capitolio, al Congreso a nuestro proceso constitucional… Cualquier acto contra el proceso constitucional no solo atenta contra nuestras tradiciones, valores y juramento; también van en contra de la ley”.

 

Ojo: La médula, el punto central de las protestas de Donald Trump contra las elecciones, no fue porque se las robara el comunismo estadunidense vinculado a China y al Nuevo Orden Mundial, sino porque la Constitución fue pisoteada y humillada la dignidad de la inmensa mayoría de las y los estadunidenses.

 

Aquel 19 de enero llamaría fuertemente la atención la declaración del comandante general de la Guardia Nacional destacamentada en Washington, el general William J. Walker, cuando dijera que la transición del poder se haría al Ejército; no dijo que fuera a Joe Biden.

 

Aunque con ciertos apuros, los altos mandos explicarían sin estar seguros de ser creídos, que algunos soldados darían la espalda a la comitiva de Joe Biden, a su llegada al Capitolio, “por razones de seguridad”, pues tenían la misión de poner el ojo en todo el entorno del área conflictiva.

 

Bueno, pues si estos indicios de la lealtad del Ejército estadunidense a su Constitución, más que a su comandante supremo, no fueran suficientes este 25 de enero se dio la prueba más contundente.

 

El Pentágono anunció el nombramiento de Charles Flynn, encargado de la Guardia Nacional en Washington, como comandante de la Armada de Estados Unidos en el Pacífico, la más importante del mundo en estos momentos, desde el punto de vista geopolítico.

 

Falta de ser confirmado por el Senado.

 

Flynn es hermano menor nada menos que del general retirado Michael Flynn, acusado falsamente por los demócratas de cómplice con Rusia durante las elecciones de 2016, quien recomendaba la Ley Marcial, para ejercer la autoridad presidencial sobre las pruebas del fraude.

 

Al ser indultado el pasado 20 de noviembre por Trump aseguraría Flynn: “Todavía hay un golpe de Estado en curso”, al referirse a cuando fuera acusado.

 

“Todo lo que estamos experimentando en este momento -diría- en realidad no es más que un simple asalto al presidente. Un asalto a la República… La elección estuvo plagada de fraudes en un intento de robarle el triunfo al presidente Donald Trump”.

 

Agregaría:

 

“Lo que está sucediendo en este país nunca debería suceder. Y estamos atravesando, no hay duda en mi mente, un crisol de la historia y si no corregimos lo que está sucediendo, odio pensar sobre lo que sucederá en nuestro país en la última parte de diciembre y ciertamente, en el mes siguiente”.

 

LA COSA ES QUE…

 

¿Los patriotas siguen a cargo de las fuerzas militares de Estados Unidos? ¿Aún hay esperanzas para ellos? ¿Qué hay detrás de este nombramiento? ¿Qué está pasando en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos? ¿El Pentágono responde a Donald Trump?

 

Qué tal.

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