Brillante, brillante en todo sentido, la exposición de Julio Hernández ante el Presidente López Obrador… Pero perdió la nota en la máquina.
- Hablemos del mejor periodismo
- ¿Adónde van miles de egresados?
- Cómo se vive en un gran periódico
- El debate Julio Hernández-AMLO
- Corrupción en IMSS Aguascalientes
Javier Rodríguez Lozano
Viernes 30 julio 2021.- Cuando hemos tenido oportunidad de hablar a estudiantes sobre el periodismo hemos dicho de algún modo, que un aula de educación superior nunca será suficiente para enseñarlo tal y como es, en su cruda realidad.
Nos llama la atención que año con año egresen de casi un centenar de universidad públicas y privadas que hay en México, miles y miles de licenciados en Ciencias de la Comunicación… con un futuro incierto.
La gran mayoría derivan a otras actividades porque no fue posible encontrar acomodo en un canal de televisión donde al iniciar la carrera pensaban que llegarían a ser los Zabludowskis, López Dórigas o Loret de Molas del momento.
Los espacios en las redacciones de los grandes medios de comunicación de México son cada vez más reducidos, aunque a lo mejor ingresar a ellos no resulte tan complicado como mantenerse, en un ambiente donde la competencia por la supervivencia laboral es encarnizada, en algunos casos, a muerte.
Creemos que algo de eso ocurrió en los decesos de Jorge Ramos, subjefe de Información del periódico La Prensa en los 80’s, y Alfonso Maya Nava, editor de Cultura de El Universal, en los 90’s., entre muchos otros.
Sobrevivir en año o dos; cinco o 10, en una redacción cinco estrellas, es una verdadera proeza y nosotros lo conseguimos en un par de ocasiones; sabemos de qué hablamos.
También creemos que nada enseña tanto como una redacción de los grandes periódicos de México.
Recordamos muchas anécdotas muy chistosas, desde los tiempos de Carlos Denegri y Manuel Buendía en Excélsior, a los de Fernando Mora y Jacobo Moret en La Prensa, o los de Mario de la Reguera o Enrique Castillo Pesado en El Universal, por citar solo unos cuantos.
Ah, pero nada se compara con aquella anécdota de El Bobo Lozano, cuando se iniciaba como reportero.
Lozano sería recordado hace pocos años por Agustín Gutiérrez Canet, “hueso” de El Periódico de la Vida Nacional, que se consolidara con el tiempo como brillante diplomático, después de haber sido eficiente jefe de prensa de la Cancillería, en una entrevista con Carlos Marín:
Recordó cómo El Bobo Lozano, con tragos y en La Mundial -famosísima cantina que separaba a Excélsior de El Universal, en Bucareli, agarró los tubos de toques y le gritaba a quien los operaba: “¡Ya párale cabrón que soy de Excélsior!”
Alfredo Jiménez nos corregirá pero creemos que en los tiempos de nuestro paisano don Luis de Cervantes, en la Jefatura de Información de Excélsior, mandó a El Bobo Lozano a cubrir un Día de la Marina, un 1 de junio, en el puerto de Veracruz.
Pasaban de las 10 de la noche y El Bobo no enviaba su nota, don Luis pidió a un “hueso” (nosotros les decíamos ayudantes en El Gran Diario de México) que se comunicara con él y le dijera que ya la enviara.
Pero resulta que El Bobo Lozano le explicó a su jefe que no enviaba la nota porque se había suspendido la ceremonia del Día de la Marina, debido a que un barco se había incendiado en la bahía.
Ahí nació el apodo de El Bobo Lozano.
Y hay otras pinceladas de la vida de los periodistas en una gran redacción. Por ejemplo, a quienes nos apasionábamos por la investigación nos quedaba muy claro que el periodista se integraba de dos cerebros: el investigador y el redactor.
Es decir, era muy común que muchos grandes reporteros que se topaban con datos espectaculares para armar una buena historia solían perderla a la hora de redactarla; simplemente se desvanecía en su mala redacción todo el poder de la investigación.
Sin embargo, con todo y ello, nada se compara con ese escuela infinitamente superior que es la de una redacción de un gran periódico, con la mejor de las universidades pública o privada, aunque se nos venda lo contrario.
Las mañaneras del presidente Andrés Manuel López Obrador son otro gran escaparate para reconocer y admirar al buen periodismo, e ignorar también lo demás, especialmente ese que se avienta a la alfombra verde en forma de “dados cargados”.
Por ejemplo, los que tiró ayer al Presidente una reportera de apellido Jardinez, de Radio XEW, propiedad del grupo Prisa de España, acerca de su visita a Sinaloa.
Ha habido periodistas que en realidad han metido en aprietos al fundador de la 4T, pero han sido muy pocos, y casi invariablemente AMLO termina reconociendo la consistencia y solidez de los datos duros, como los ofrecidos el pasado miércoles por el comunista de La Jornada, Julio Hernández.
Ríspido y tenso el debate, que por momentos “incendiaba la pradera” y en otros, se tornaba en un salón de Versalles, protocolario y terso, y aunque finalmente se impuso la cordura en ambos sentidos, por las dos partes, muy seguramente después de ese encuentro-desencuentro, alguien terminaría tristemente decepcionado.
Julio Hernández, sin la menor duda, llevaba “los pelos de la burra en la mano” y su argumentación sería irrebatible.
Como reporteros, hemos sido testigos de incontables despojos de tierras en todo el país, de la forma tan desesperada y angustiante en que los ejidatarios relatan sus tragedias, y cómo los reporteros escribimos esas historias que las más de las veces nadie pela; ni las autoridades y en ocasiones ni la mesa de redacción, que manda la nota a la página de cines, “porque no cumplió con sus fines”, o sea, no iba pagada.
Brillante, brillante en todo sentido, la exposición de Julio Hernández ante el Presidente López Obrador… Pero perdió la nota en la máquina.
Cuando se tienen datos tan duros y consistentes como los que tenía Julio, no había ninguna necesidad de ensañarse con el Presidente y con la secretaria de Medio Ambiente, porque Julio presentó su información como un hecho consumado y todavía no había tal hecho consumado.
A lo mejor sí, ¿y por qué no?, se tuvo la intención de darle luz verde a ese fraccionamiento en San Luis Potosí, pero lo que los críticos del gobierno de López Obrador hemos perdido de vista, es que la burocracia que lo acompaña viene predominantemente de los viejos regímenes, en los que imperaba eso precisamente: la corrupción y la impunidad.
LA COSA ES QUE…
Por eso al día siguiente de ese intenso debate entre el periodista Julio Hernández y el Presidente López Obrador -ayer- el Mandatario envió un mensaje a la burocracia que no esté haciendo bien su trabajo; en septiembre será “actualizada”.
Y le vamos a ayudar al Presidente, integrando algunos expedientes de corrupción e impunidad en Aguascalientes, de escándalo, como el del delegado del Instituto Mexicano del Seguro Social, Óscar, Arturo Martínez Rodríguez, no solo en la pobre atención a la pandemia, que más ha lastimado a la población, sino en los asuntos de dineros, al imponer a gente inhabilitada por la Función Pública.
Qué tal.