En dos momentos claves Luis Echeverría estuvo a punto de perder la candidatura presidencial, uno de ellos fue el 23 de noviembre de 1969 cuando al visitar la Universidad Nicolaíta de Morelia, estudiantes reprimidos desde 1966 le exigieron un minuto de silencio en memoria de los estudiantes y los soldados caídos en la matanza de Tlatelolco, lo que al hacerlo el candidato ofendería gravemente al sector militar, al hacerlo aparecer como el responsable.
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El testamento oculto de Luis Echeverría
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Igual que CSG, pactó para poder gobernar
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AMLO podría saldar aquella vieja deuda
Javier Rodríguez Lozano
AGUASCALIENTES, Ags., lunes 11 julio 2022.- Igual que Carlos Salinas de Gortari que pactaría con el PAN de Manuel J. Clouthier en 1988 a cambio de ceder la Presidencia a Fox-Calderón, Luis Echeverría pactaría con el Ejército cuando amenazaba retirarle su apoyo en 1969, pero José López Portillo y Miguel de la Madrid, “madrugarían” y Javier García Paniagua se autoexiliaría en el ostracismo del cual nunca volvería.
En 1981, para el diario La Prensa y en 640 cuartillas dedicadas a La Sucesión Presidencial, ilustraríamos los méritos del hijo del general Marcelino García Barragán. Puede consultarse en la hemerografía de El periódico que dice lo que otros callan, porque sospechamos que el dato cobrará actualidad.
¿Habrá llegado el momento de cobrar aquella vieja deuda, oculto testamento político del verdadero Chacal de Tlatelolco, el peor vecino de San Jerónimo Lídice, al que Enrique Krauze intentara salvaguardar con las memorias que Gustavo Díaz Ordaz resguardara en el exgobernador jalisciense Francisco Medina Ascencio?
Cincuenta y cuatro años después, en 2023, Andrés Manuel López Obrador podría saldar aquella vieja deuda de Luis Echeverría Álvarez, cuya tristemente célebre administración cobijara su ingreso a la política, como delegado del Instituto Nacional Indigenista en Tabasco, a las órdenes de Ignacio Ovalle Fernández, que tan mal quedara con la 4T.
Le diremos cómo, por supuesto, podría saldarse aquella vieja deuda, nada cómodo ese cómo para Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal; también Gustavo Díaz Ordaz tendría solo cuatro “tapados”- pero antes entremos en contexto, si Usted amable lector, lo permite:
En 1958, cuando la sucesión presidencial favorecería a Adolfo López Mateos, los oficiales mayores de las secretarías de Gobernación y de Educación, eran Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.
Ambos, GDO-LEA, habían sellado un pacto de hermandad desde el Senado, muy semejante al que en su momento signaran Luis Donaldo Colosio y Ernesto Zedillo Ponce de León, que más o menos podría entenderse así: “El que llegue primero ayuda a su compañero”.
Mientras desde Gobernación se operaba eficientemente a favor de la campaña de López Mateos, Echeverría simpatizaba con los líderes de los sindicatos más conflictivos del momento; el Ferrocarrilero de Demetrio Vallejo y Valentín Campa y el SNTE magisterial, lo más politizados de la época.
Al ganar las elecciones Adolfo El Joven nombraría secretario de Gobernación a GDO y subsecretario a LEA, pero en los dos últimos años de la administración lopezmateísta Díaz Ordaz entraría en una dinámica emergente que él pudo transformar a su favor:
-La grave enfermedad neurológica del Presidente que le impedía atender al 100 los grandes asuntos nacionales, tarea que quedaría en las manos del recio político poblano GDO, discreta y eficazmente apoyado a su vez por su subsecretario, el exsecretario particular de Rodolfo Sánchez Taboada en el PRI de los años 1946-52, LEA.
Díaz Ordaz no olvidaría “llevar agua a su molino” y al tiempo que atendía las tareas del Presidente de la República, también tejía su propia red de complicidades para construir su candidatura presidencial de 1964, tarea en la cual su principal ayudante era Luis Echeverría, que a su vez aprendería también lo que tendría que hacer llegado el momento, para el mismo fin.
Ya en instalado en la Presidencia en 1964, GDO delegaría en su secretario de Gobernación LEA muchas de las más importantes grandes cuestiones nacionales, fue así como el 27 de febrero de 1968 apoyaría por debajo del agua la llegada de Alfonso Martínez Domínguez al Comité Ejecutivo Nacional del PRI, al sustituir a Lauro Ortega.
Gustavo Díaz Ordaz enfrentaba su sucesión presidencial con solo cuatro “tapados”: LEA en Gobernación, Emilio Martínez Manatou en Presidencia, Antonio Ortiz Mena en Hacienda y Alfonso Corona del Rosal en el Departamento del Distrito Federal.
Después de grillar LEA la llegada de Alfonso Martínez Domínguez al PRI, se prepara el segundo paso que correría a cargo del aguascalentense Augusto Gómez Villanueva, quien al frente de un contingente de afiliados a la Confederación Nacional Campesina, marcharían sobre las calles de Bucareli proclamando su candidatura presidencial, el 8 de noviembre del citado 1968, a poco más de un mes de la matanza de Tlatelolco.
Los partidos Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y Popular Socialista (PPS) se incorporarían a la campaña de Echeverría, coordinada también por Martínez Domínguez, que proclamaba que su gobierno no estaría dirigido a la derecha ni a la izquierda, sino hacia “Arriba y Adelante”.
El PAN nombraría como su candidato presidencial a uno de los dos fundadores de ese instituto político en 1939, Efraín González Luna -el otro sería Manuel Gómez Morín- al que se le uniría la Unión Nacional Sinarquista, vieja guardia de la Guerra Cristera, y en cuya campaña lograría casi dos millones de votos, unos diez millones de diferencia con los alcanzados por Luis Echeverría.
Pero el gran pendiente era el Movimiento estudiantil de 1968, creado también por el propio Luis Echeverría, quien desde Gobernación ordenaría que agentes de la antigua División de Investigación de Prevención de la Delincuencia, la tenebrosa DIPD, disfrazados de estudiantes, atacaran a alumnos de la preparatoria Issac Ochoterena, para que éstos respondieran con otro ataque en la Voca del IPN en la Ciudadela, detonándose así aquel conflicto que tendría su epílogo sangriento en la matanza del 2 de octubre de 1968, cuando “estudiantes” armados atacaran al Ejército y los militares repelieran la agresión causando miles de muertes.
Todo fue provocado por Luis Echeverría, quien recibiría luz verde de Díaz Ordaz durante el Cuarto Informe Presidencial de 1968, en el que asumiría la responsabilidad histórica de la masacre estudiantil, con lo que quedaban rebasados también Martínez Manatou, Ortiz Mena y Corona del Rosal.
En dos momentos claves Luis Echeverría estuvo a punto de perder la candidatura presidencial, uno de ellos fue el 23 de noviembre de 1969 cuando al visitar la Universidad Nicolaíta de Morelia, estudiantes reprimidos desde 1966 le exigieron un minuto de silencio en memoria de los estudiantes y los soldados caídos en la matanza de Tlatelolco, lo que al hacerlo el candidato ofendería gravemente al sector militar, al hacerlo aparecer como el responsable.
LA COSA ES QUE…
Aquí, en este contexto, fue donde se generaría aquel pacto entre LEA y los militares, que convertido en testamento oculto ha dormido durante el último medio siglo, pero podría resucitar.
Por supuesto, le diremos cómo podría ocurrir eso en el corazón de la propia 4T, pero en otro momento.
Qué tal.