COSA DE PRENSA / Heriberto Bonilla Barrón

 Por ejemplo, una publicidad que nunca le pagó el PRI Aguascalientes, porque le dijeron que “el periodismo es gratis”.

 

  • Vida al servicio del periodismo
  • Las grandes satisfacciones
  • No llegó a CLICKER Periodismo

 

 

Javier Rodríguez Lozano

 

 

Miércoles 20 enero 2021.- Murió Heriberto Bonilla Barrón y con él se va el liderazgo de una generación que le diera dignidad al periodismo de Aguascalientes.

 

Si alguien organizara un foro de periodismo aguascalentense, con gusto debatiría esto que yo llamo dignidad del periodismo y preguntaría a quien tuviera una respuesta: ¿Qué ha hecho tu periodismo por Aguascalientes y por su gente?

 

En ese rubro Heriberto Bonilla Barrón hizo más que nadie.

 

Este espacio, lo hemos dicho otras ocasiones y lo reiteramos ahora muy respetuosamente, no se escribe para las masas, sino exclusivamente para las mentes abiertas, por eso no nos interesan las multitudes de lectores.

 

Anduvimos con él, con Heriberto Bonilla Barrón, en algunos de sus últimos días en la calle. Conversábamos muy largamente sobre lo que nos hacía comunes: las grandes satisfacciones de la reporteada y también sus ingratitudes.

 

La tristeza era muy común en él.

 

Un día de noviembre de 2019, en lugar del café de Madero que nos reunía dos que tres veces a la semana -él prefería el de olla y yo gusto del colombiano, porque me recuerda mis muchas horas de vuelo en avión- me sorprendió con una invitación:

 

-Oiga maestro, acompáñeme por favor…

 

-Claro, ¿adónde vamos?

 

Meses atrás me había pedido lo mismo para acompañarlo al casino de la Feria, donde la lucha libre le había organizado un reconocimiento por su trayectoria periodística.

 

Ahí me enteré que ya reporteaba desde muy niño, las luchas fueron sus primeras coberturas.

 

Pero esta vez no era para algo así.

 

-Vamos al cementerio -me dijo.

 

Los viejos periodistas nos distinguimos de los demás oficios por nuestra velocidad mental y también muchas veces, por nuestra prudencia cuando detectamos un  camino empedrado con las penas del alma.

 

Nos encaminados al panteón Jardines Eternos.

 

Lo seguí en silencio.

 

Llegamos al pie de la tumba de su señor padre, otro señor periodista; me retiré igual, silenciosamente, a otro extremo mientras él platicaba en silencio con sus raíces, como si les dijera que muy pronto se volverían a ver.

 

La verdad, a mí me asombraba cómo Heriberto se gastaba lo que le quedaba de la energía después de cinco infartos, por lo que tanto lo regañaba su hermano José Luis y yo me manifestaba de acuerdo, aunque se molestara conmigo.

 

Estaba acostumbrado a escribir páginas y páginas enteras del periódico tamaño estándar, es decir, el más grande, con sus reportajes como el de las Islas Marías, con el Padre Trampitas, aquel sacerdote santo que en sus mocedades intentara incendiar la Catedral de Aguascalientes.

 

Era crítico, siempre lo fue, aunque algunas veces innecesariamente porque “chango viejo no aprende maroma nueva”. Es decir, a la mayoría de los oficiantes de la política les da los mismo su personal estilo público y no cambian aunque los periodistas les digan de qué pie cojean.

 

Al fin profesionales de “tragar sapos sin hacer gestos”.

 

Y yo le decía que así como hay simulación de violencia salvaje en las luchas, también en la política.

 

Porque, por ejemplo en una sesión del Senado o de la Cámara Baja, las y los legisladores hasta se agarran a golpes, pero al terminar la sesión los podemos encontrar en una cantina, alegres, abrazados y hasta las manitas.

 

Por tanto, no vale la pena apretarles a los políticos; no aprenden.

 

La 4T nos distanció un poco, aunque yo le demostré varias veces que no me molestaban sus críticas.

 

“Tengo muchos muy queridos amigos, amigo Heriberto, que opinan como usted, que prefieren su personal punto de vista que aceptar que México ya no puede caminar un pequeño pasito más en la corrupción y la impunidad. Llámese como se llame el Presidente que combata la corrupción, para mí va a ser muy bueno, histórico. Por eso me hice periodista. Y guardo un especial respeto y cariño a todos mis muy queridos amigos, en particular a usted, no me importa que pensemos diferentes, para mí vale más la amistad”.

 

El último día que conversé con él estaba más triste que de costumbre, por ahí de noviembre pasado.

 

Me platicó que necesitaba hacer frente a unos gastos y no tenía cómo. Me comentó que había ido al PRI a pedir apoyo pero que se lo habían negado,  porque le decían que “el periodismo es gratis”.

 

Le acompañé a hablar con quién eso le había dicho, para replicar que eso no era cierto; que los medios de comunicación son iniciativa privada, no dispensarios, ni santuarios, ni conventos de hermanas de la caridad. Y que los editores requieren de hacer frente a gastos operativos para ejercer su función con dignidad.

 

Se enojaron con él y él se enojó conmigo.

 

Antes de eso, me había propuesto hacer un canal de tv para YouTube y estuve de acuerdo, mandé hacer el logotipo de CLICKER Periodismo, y de inmediato registré el dominio, pero se me desapareció.

 

LA COSA ES QUE…

 

Ayer me enteré que se había ido.

 

Él tampoco se enteró que mi consola de CLICKER Periodismo, equivalente a la mesa de redacción de los periódicos tradicionales, a partir de ayer se llama “Heriberto Bonilla Barrón”.

 

Buen viaje, querido amigo, que la Luz sea contigo.

 

 

Qué tal.

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