COSA DE PRENSA / “Experiencia surrealista”

Donald e Ivana Trump en la sala de su apartamento de Manhattan en 1979. A lo largo de su matrimonio, Ivana Trump captó casi tanta atención mediática como su esposo. Credit… Fred R. Conrad/The New York Times

 

  • Su matrimonio lo encumbró y le salvó la vida

  • Encolerizaba a Melania: Soy la primera dama

  • Con El Donald en las buenas y en las malas

  • Conceptualmente, le pidió mirar a la laptop

 

Javier Rodríguez Lozano

 

 

CIUDAD DE MÉXICO, miércoles 17 julio 2024.- Cuando la infidelidad encuentre lo que el macrocosmos y el microcosmos, un Albert Einstein y un Max Plank que la expliquen, al menos como Samuel con la de David, al mandar a la muerte a Urías para quitarle a su esposa Betsabé, con quien tendría a Salomón, se comprenderá por qué Dios no la perdona en la mujer y en la del hombre hay una segunda oportunidad.

 

…Es que cuando se escribieron los textos sagrados y antiguos no había feminismo.

 

El Donald, como lo llamara Ivana para ganar espacios mediáticos, nació de antepasados alemanes en 1946 y avecindado en el neoyorkino barrio de Qeens, a los 13 años de edad revelaría su carácter fuerte, al ser expulsado de la escuela por mala conducta e internado, “tenga para que aprenda”, como diría alguien, en la Academia Militar de Nueva York.

 

Pero le gustaría más lo estudiado en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania, de donde egresó en 1968 con economía aprendida, a los 22 años de edad.

 

Según Samuel, Dios perdonaría a David porque no había quién lo amara más que él…

 

Donald Trump, que acaba de vivir lo que él llamó “una experiencia surrealista”, porque sabe lo resbaladizo que es mezclar la religión con la política, pero su corazón, presbiteriano y protestante hasta 2020 y católico después, justo el año en que le robarían la reelección, acaba de reconfirmar que “la religión es algo maravilloso”, como dijera en una entrevista que le hicieran nueve años atrás, en el programa del 700 Club.

 

Trump, al igual que Eisenhower, “cambiaría de caballo a la mitad del río”, es decir, durante su residencia en la Casa Blanca se mudaría de protestante al catolicismo que él llama cristianismo, que profesa su actual esposa, Melania, aunque esta vez tuviera que matizar por “experiencia surrealista”, un inobjetable milagro, que para él y sus hijos Ivana y Eric, no fue sino la asistencia espiritual de su exesposa Ivana, a unas horas de su segundo aniversario luctuoso, al fallecer el 14 de julio de 2022.

Ivana Zelnícková, nacida en Checoslovaquia en 1949, era esquiadora cuando en 1972 promoviera en Montreal, Canadá, los Juegos Olímpicos de Sapporo, y buscaba salir de la Cortina de Hierro, los países controlados por la Unión Soviética de entonces, y fue así como se casaría con el austriaco Alfred Winklmayr, con quien ni siquiera viviera, pero le permitiría vivir en Canadá.

 

Su belleza natural la llevó a ser modelo y en 1976 se casaría con George Syrocvatka y se mudaría a Nueva York, donde conocería al empresario en bienes raíces, Donald J. Trump, quien trabajaba en la oficina de su padre Fred Trump.

 

Estamos hablando de una moneda en la que sus dos caras tenían exactamente el mismo valor: Donald empezaba en los negocios, a sus 30 años de edad; e Ivana, a los 27, quería tragarse el mundo a puños, y la oportunidad surgía el 7 de abril de 1977, cuando ambos contraían matrimonio.

 

A partir de aquel momento, la pareja Trump-Ivana se convertía en una de las más populares de la Urbe de Hierro, ahí en la que por un tiempo la delincuencia organizada la asfixiara y viniera un alcalde con mano de hierro a ponerla en paz: Rudy Giuliani, que sería el más importante abogado del Donald Trump años más tarde, en 2020.

 

Éste no es el espacio para describir detalladamente todas las propiedades del matrimonio Trump-Ivana, y las de toda la familia Trump, en cuyos cimientos la mujer checoslovaca tuviera tanta o más participación activa, que el propio Donald.

 

Eso fue lo que pesó más a partir de aquel final de los años 80s., cuando apareció en la vida de Donald Trump una exreina de Georgia, la rusa, no la estadunidense, Marla Maples, cuya belleza no podía competir con la de Ivana, porque además, aquélla era mucho más joven.

 

Apenas recién otorgada la anhelada ciudadanía estadunidense y comienzan también los rumores de la infidelidad de Donald, al ser visto junto a Marla Maples en muchas ocasiones; The New York Post reseñó un encuentro en el que Marla dice a Ivana: “Me gusta tu marido, ¿tú lo amas?” Al día siguiente el abogado de Ivana, Neil Papiano, iniciaba el trámite divorcio.

Pero no se trataba de un “divorcio al vapor”, de esos que se pueden encontrar en Ciudad Juárez o en Tijuana, no, sino que se trataría de todo un complejo proceso que se llevaría dos largos años, mientras la prensa de espectáculos y sociales no paraba de publicar todo chisme, en gran medida, creando una imagen que le haría a Donald llegar más lejos de lo imaginado.

 

Son muchas las versiones: unas dicen que fueron 30, otras que 25 y 15 millones, así como anualidades entre un millón 650 mil un millón 350 mil dólares, además de bienes raíces de gran valor, lo cierto es que Ivana escribiría incluso, un libro ofreciendo el secreto de su éxito en su divorcio: “No se enojen chicas, quítenles todo”.

 

Efectivamente, así lo reconoció Donald, aunque lograra rescatar mucho de lo que podía perder en los tribunales, Ivana y él trabajaron lo mismo por aquel cuantioso patrimonio, del que incluso, se empezaba a hablar también de que podía llevarlo a él a la Casa Blanca.

 

En aquellos años de los 80s., Vanity Fair le deslizaría a Ivana la tímida especulación sobre “una candidatura inminente de su esposo a la Casa Blanca”.

 

Ella lo rechazaría, también con timidez:

 

“No, en los próximos 10 años, definitivamente no… Hay mucho por hacer. Hemos invertido en esta ciudad cerca de mil millones de dólares. No podemos simplemente dejárselo a alguien y marcharnos a la Casa Blanca. Todo se iría por el caño en un segundo. Es demasiado joven, demasiado nuevo en eso. Pero en 10 años Donald tendrá 51 años, será un hombre joven”.

 

Poco después de aquellas declaraciones empezaría la pesadilla de la infidelidad y el divorcio; se peleaban en público y él le negaba la entrada a ella al Hotel Plaza, una de sus muchas propiedades icónicas.

 

Después del divorcio en 1992, al año siguiente Trump se casaría con Marla Maples, de quien se divorciaría en 1999 y seis años más tarde, en 2005, se casaría con Melania.

 

Al finalizar la dantesca parafernalia de la campaña de Trump por la reelección en 2020, Ivana diría a la revista People: “Solo quiero que todo esto termine, de una forma u de otra… Quiero que mis hijos vivan una vida normal… No creo que Trump sea un buen perdedor”.

 

En alguna parte de la gestión presidencial de Trump, y al presentar uno de sus libros, Ivana diría no querer causar ningún tipo de celos, “porque básicamente soy la primera esposa de Trump: Soy la primera dama, ¿de acuerdo?”

 

Y también diría que su exesposo la llamaba de vez en cuando, para pedirle consejos.

 

Pero de ningún modo hubo “sospechosismo” por alguna venganza o algo así, cuando el 14 de julio de 2022, Ivana cayera por las escaleras de su casa y perdiera la vida.

 

El expresidente se confesó entristecido y diría: “Era una mujer maravillosa, hermosa y asombrosa, que llevó una vida grandiosa e inspiradora. Su orgullo y su alegría eran sus tres hijos, Donald Jr., Ivanka y Eric. Estaba tan orgullosa de ellos, como todos lo estábamos de ella. ¡Descansa en paz, Ivana!”

 

LA COSA ES QUE…

 

Esta tarde de sábado 13 de julio de 2024, Donald Trump pronunciaba un discurso y, repentinamente, con toda certeza, se acordaría de alguno de los muchos consejos merkadotécnicos que acostumbraba darle Ivana, y sería entonces cuando giraría la cara hacia su derecha, en busca de la pantalla de una computadora, donde el Jumbotron le sugería las mejores ideas y palabras a destacar, en los momentos en que una gélida ráfaga le silbaba en la mejilla, provocándole ardor en una oreja y furia en el alma.

 

Era ella, el espíritu de Ivana, quien subliminal y conceptualmente -con el lenguaje espiritual que solo conocen los iniciados- le pedía a El Donald que mirara su computadora… Y ahí volvía a nacer.

 

Qué tal.

 

 

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