COSA DE PRENSA / En Primera Persona 11

 

Ai Generado, Mujer, Bruja, Temor

Nunca había visto cómo una mujer tan hermosa como lo fuera ella, se disminuyera poco a poco hasta convertirse en algo indescriptible, minutos antes de su deceso, su blanco cuerpo se oscurecía por completo; y yo le preguntaba a Dios ¿por qué tanto castigo? Su enfermera y yo nos mirábamos incrédulos.

 

 

  • Difícil, hablar de “lo que solo el corazón ve”

  • ¿Cómo describir una experiencia espiritual?

  • Entender que la mayor mentira es el sufrir

 

 

Javier Rodríguez Lozano

 

CIUDAD DE MÉXICO, lunes 22 abril 2024.- Es difícil hablar de las cosas que “solo el corazón ve”, como enseñara desde 1943 Antoine Saint-Exupéry en su inmortal novela de El Principito, porque a su comprensión “muchos son los llamados y muy pocos los escogidos”; sin embargo, hay que compartirlo, como bien sabe el sicoterapeuta Brian Weiss, cuando escribe sus vivencias con una mano, pero sin que la otra se entere.

 

 

Esta nueva celebridad, Weiss, nunca lo ha escrito -¿o sí?-, pero si lo hiciera o ya lo hizo, ha dicho y diría que si todos los que tenemos una experiencia espiritual la divulgáramos, el mundo sería otro… Sin embargo y sin que él, u otra autoridad en la materia lo recomienden, sabemos que debemos decirle a la gente lo que hay más allá de nuestras narices y de los árboles que ocultan al bosque, como a él le ocurrió.

 

 

Continúo:

 

 

Porque la fuerza superior que le abriera a Brian Weiss el camino al mundo espiritual, le diría muy claramente que debía escribir sus experiencias; y así lo hizo.

 

 

Al mundo le gusta la mentira, pero eso no es vida… De ahí su caos.

 

 

Es más dramático cuando la mentira se disfraza de alegría o de bondad, porque en su catártica resaca oculta los más escabrosos episodios humanos.

 

 

Por favor, amable lector, cheque los datos duros: El 15 de noviembre de 2022 la ONU dio a conocer el nacimiento del número de la población mundial: ocho mil millones de habitantes…

 

 

Desde antes de la pandemia de 2019 se hablaba de la transición a la Quinta Dimensión, que significa, más y más conocimiento, y las voces autorizadas en materia espiritual dicen que hoy en día, 2024, solo el uno por ciento de la población mundial ha trascendido la tercera y cuarta dimensiones, es decir, del alto, el ancho y la profundidad de la tercera, a la espiritualidad limitada en la cuarta, como se conoce desde 1920, mientras en la Quinta Dimensión, disponible un siglo después, a aquellas características se incorpora un mayor nivel de conciencia… Lenta, pero irreversiblemente.

 

 

Haga sus números.

 

 

Es decir, muchos fueron y siguen siendo los llamados, y muy pocos los que escucharon y escuchan este mensaje.

 

 

No se pierda de vista que hablo a título estrictamente personal, En Primera Persona, apoyado en 58 años de periodismo al más alto nivel, pero más que eso, indiscutiblemente privilegiado por mi percepción poco común, en la que “solo mi corazón ve”, y que no dudo que se deba a lo aprendido durante muchas, pero muchas vidas pasadas, que de alguna manera el mundo espiritual me muestra de vez en cuando…

 

 

Como esta ocasión en la que me pide escribir este texto: doloroso, duro, amargo, pero necesario, porque busca salvar muchas vidas y eso es lo importante.

 

 

Catherine, la paciente del doctor Weiss que le abriera el camino a las vidas pasadas, en unas cuantas regresiones descubriría los misterios de su angustiante y deprimida existencia, conoció algo de las luces y sus sombras experimentadas en sus 86 vidas, una de ellas, tan antigua como la cultura hindúe, con más de mil 500 años de anticipación a los relatos de las Sagradas Escrituras, con el Génesis, el Éxodo y Samuel, para empezar.

 

 

En aquella regresión algunas gentes le decían: “Hay muchos dioses, todos somos Dioses, porque Dios está en cada uno de nosotros”. (No es error ortográfico escribir con d y con D).

 

 

En los últimos cuatro años me ocurrieron las cosas más terribles de mi vida en Aguascalientes, una ciudad de la que migrara mi familia en 1953 por falta de oportunidades, ¿o de buena fe?; el enlistado es largo y éste no es el espacio; podría decirlo, pero no voy a describir el por qué lo peor es perder lo que más se ama en la vida, que es la familia, y cuando eso ocurre se muere muchas veces en vida.

 

 

Pero lo mejor fue que aquella pesadilla en una sola vida, me hizo vivir cinco o más vidas pasadas. Es decir, lo aprendido es inenarrable, no se puede decir, pero sí -y mucho- se puede sentir. Por eso es que se me hace difícil hablar de “las cosas que solo el corazón ve”.

 

 

Problema nada menor es que, cientos de miles de personas en estos momentos y en la citada ciudad, vivan lo mismo, porque no existe autoridad que lo impida, ni religiosa -como alguna vez lo reconociera mi finando amigo, el obispo José María de la Torre Martín, en materia de exorcismos- ni civil o sanitaria, que permite que charlatanes y brujos, sometan a la gente ignorante a sus más bajos instintos y les arruinan la vida, hasta causarles la muerte.

 

 

 

Es una horrenda pesadilla en la que el infierno del Dante es una broma, igual que los lamentos de Ernest Hemingway cada que moría un republicano en la Guerra Civil Española, epigrafiados en su Por quién doblan las campanas.

 

 

En mi propia experiencia personal, yo transmuto ese odio y los deseos de venganza -porque ya obra la ley divina- en un humilde y enorme agradecimiento a Dios, porque eso me abrió más los ojos del alma, para ayudarme no solo a explicarme lo ocurrido, sino a mirar mejor, aún más allá de lo imaginable.

 

 

Todavía me resuenan las preguntas de algunos alumnos de la Universidad de Guadalajara, que alguna vez de 2004 me escucharan (a invitación superior para impartir una conferencia sobre periodismo, como corresponsal del periódico Excélsior) justo el año en que me encontraría en aquel campus universitario a Álvaro Delgado, el descubridor de El Yunque que ahí, públicamente y mientras presentaba su libro, reconociera la mano que yo le extendiera, cuando él se iniciara en El Universal.

 

 

Claro, yo di la mano a todo nuevo reportero o reportera que llegaba a las redacciones de La Prensa o El Universal, como él, Álvaro; y como Isabel Hernández Uribe, una mujer impresionantemente inteligente, que también, viviera una muy dolorosa experiencia espiritual: Perdería su matrimonio, pero el Universo la recompensaría con una prosperidad tan cuantiosa que nunca la disfrutaría en su totalidad, quedaría para sus herederos, mis queridos y respetados Vero y Toño; Joaquín, su padre y también señor periodista y mi amigo, ya se había despedido.

 

 

¿Los recuerdas, querida Vicky Reynaud?

 

 

Aquello alumnos de la Universidad de Guadalajara me preguntaban en 2004: “¿Por qué Dios ya no habla con los hombres?”

 

 

Qué hermosa pregunta. No había tiempo para una más amplia respuesta. Me concreté a responder que: “Dios siempre habla con nosotros, en todo momento, pero casi nunca estamos para escucharlo, nos ganan las tentaciones”.

 

 

Aquí llego a lo más importante de este relato inédito:

 

 

Hace poco, el 14 de octubre de 2022, yo también pensaba que Dios me había abandonado, igual que en 1998 cuando me hicieron salir de El Universal, y lo confieso con humildad, entonces y ahora sentía que la vida no tenía sentido, preguntándome recurrentemente: “Dios, ¿dónde estás que permites tanta maldad?”

 

 

Aquel día la madre de mis hijos moriría, presuntamente por un cáncer de mamá. Como reportero policiaco, muchas veces sentí agotado mi dintel de resistencia psíquica, porque ya ningún drama humano me conmovía, infinidad de ocasiones vi a la muerte cara a cara, y ya le tenía perdido el miedo.

 

 

Durante sus últimos días, 30 o 40, ya lo olvidé, yo estuve al píe de su cama de moribunda, en el hospital y en nuestra casa. Nunca había visto cómo una mujer tan hermosa como lo fuera ella, se disminuyera poco a poco hasta convertirse en algo indescriptible, minutos antes de su deceso, su blanco cuerpo se oscurecía por completo; y yo le preguntaba a Dios ¿por qué tanto castigo? Su enfermera y yo nos mirábamos incrédulos.

 

 

Meses después, cuando creí perderle sentido a la vida otra vez y el suicidio parecía la única salida, escuché la misma voz que tantas veces me ayudara a descubrir los más horrendos crímenes y escandalosos fraudes del sistema: “No seas tonto, no vale la pena, desecha esa idea”. Y abandoné el andén del Metro.

 

 

Aquella noche, como en película, el mundo espiritual me hizo ver en imágenes, cuadro por cuadro, lo que había atrás de aquel deceso: Un brujo, de nombre Baldomero, del fraccionamiento Cumbres, la había obligado a cometer actos vergonzantes que terminarían con su vida.

 

 

 

El brujo Baldomero, viudo unos ocho años atrás, sería consultado por la finada, quien le pedía un simple amarre, porque su marido se iba de la casa, le había perdido la confianza porque ya no era digna de ella. El hechicero aseguró a la consultante que provocaría la ruina del esposo, pero a un precio muy alto, que de inmediato cobraría. Pero cuando la mujer se resistiera a seguir “pagando”, cuando le apareciera el cáncer de mama, el brujo la obligó hechizándola, trabajándola para sus personales intereses, hasta causarle la muerte.

 

 

 

Y ahí está el brujo Baldomero, impune, abusando de las mujeres casadas que incurren en la ignorancia de consultarlo.

 

 

 

Por supuesto, investigué y confirmé los datos, que incluyen los nombres de las personas que le metieron mano a la infamia, como una hermana de la difunta; no solo fue un impune homicidio, sino también, la pérdida de mucho dinero y lo peor, la disolución familiar de la occisa.

 

 

Han pasado los meses.

 

 

El pasado viernes 19 de abril, cuando empecé a escribir este texto, mientras realizaba mis actividades matutinas: Meditación, ejercicios físicos, lectura de periódicos de todo el mundo y edición de mi periódico digital, me abrumaba la misma cuestión:

 

 

-“¿Dónde estás Dios, que permite tanta maldad? Yo no culpo al criminal Brujo Baldomero del fraccionamiento Cumbres, ni a las autoridades civiles y religiosas que permiten sus crímenes, ni a la vecina Bertha que llevara a la angustiada mujer con él, ni a políticos mediocres e inmorales como el morenista Alejandro de la Cruz, que violara el respeto y la lealtad, sino a ti, Dios, por permitir toda esta infamia”.

 

 

 

Aquella mañana mi mente andaba con esos pensamientos, cuando de pronto escuché esa voz interior que me es tan familiar: “Ve al libro de Samuel”.

 

 

 

-¿Samuel? ¿Para qué? ¿Qué me puede decir?

 

 

 

-“Ve al libro de Samuel… Ve al libro de Samuel… Ve al libro de Samuel”.

 

 

 

Ok, ok, ok; iré al libro de Samuel, pero permíteme terminar mis ejercicios, me falta poco, y prepararme mi licuado de proteínas y tomar mis suplementos; claro que iré al libro de Samuel -le dije a aquella voz.

 

 

 

Ahí estaba, junto a un Crucifijo y un Buda en mi altar personal, la Biblia de mi señora madre, donde al hojearla encontré un manuscrito de ella, en el que le pedía a Dios que me ayudara a comprar un carro. En aquel 2004, efectivamente, tenía un carro comprado dos años atrás; a lo mejor ella quería uno nuevo.

 

 

 

Y busco el libro de Samuel, lo hallé en la página 294 y empecé a leer. Leí cuatro párrafos, que me empezaron a nublar los ojos y aún ya llenos de lágrimas, seguía leyendo…

 

 

No lo podía creer, me acordé de aquella pregunta del alumno en la UdeG y de mi propia protesta al preguntar: “Dios, ¿dónde estás que permites tanta maldad?”; y también de David, el autor de los hermosos salmos de las Sagradas Escrituras, quien mandara a la muerte a uno de los capitanes de su ejército, tan solo para quedarse con su hermosa viuda.

 

 

El Sol regresó mi alma y a mi vida cuando empecé a leer la segunda oración del primer párrafo de La introducción a los libros de Samuel:

 

 

“Aquí se nos descubre LA OBRA DE DIOS EN EL CORAZÓN DE LOS HOMBRES (Así está escrito, con mayúsculas) y la manera como éstos cooperan al reino de Dios)”.

 

 

El segundo párrafo habla del relato sereno de los ejemplos y las faltas de David, que no encierran ningún misterio, pero el tercer párrafo es más sólido:

 

 

“Aquí lo importante no está en acontecimientos históricos de gran magnitud. Los hay, por cierto, pero la Biblia se fija más en la HISTORIA PERSONAL de David, que en sus victorias”.

 

 

Y mi pregunta, de: ““Dios, ¿dónde estás que permites tanta maldad?”, es finalmente contestada en el cuarto párrafo, luego que el anterior subrayara el modelo de creyente que era David, a pesar de sus faltas:

 

 

“Aquí, en cierta manera, DIOS SE ESCONDE: Ni revelaciones, ni manifestaciones grandiosas”.

 

 

 

LA COSA ES QUE…

 

 

 

Desde luego, todo lo anterior es un fragmento muy condensado de mi experiencia espiritual personal. Muchas cosas que ocurrieron me han sido espiritualmente explicadas y también, otras tantas que van a ocurrir inexorablemente.

 

 

 

Me preocupa la gente atrapada en su ignorancia, que consulta a brujos como Baldomero, o una “niña” de más de 40 años de edad en la colonia Macario, del Puertecito de la Virgen.

 

 

El mundo espiritual enseña que el cuerpo físico es el que sufre, por ignorante; mientras que el espíritu nunca, porque lo sabe todo; por ejemplo, que acercándose al reino de Dios y su justicia, todo se le da por añadidura.

 

 

Gracias, gracias, gracias.

 

 

Qué tal.

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