COSA DE PRENSA / Con Juan Arvizu Arrioja

 Juan Arvizu Arrioja, entrevistado por Edmundo Cázares (Foto de Marco Uriel Cortázar, tomada del portal de El Universal).

 

  • “Lo que callamos los periodistas”
  • El reportero de la camisa blanca
  • ‘Tormentas en grandes océanos’

Javier Rodríguez Lozano

Viernes 19 febrero 2021.- Lo que callamos los periodistas, naturalmente, es mucho más que lo que publicamos; y todavía más, lo que pensamos. Somos egoístas con el placer de mostrarnos tal cual somos y optamos por la discreción.

Dejamos que sea el tiempo el que venga a desnudar nuestro pasado, como con Carlos Denegri o algún columnista de moda; o a exaltarlo, aunque muy pocas veces, como con Manuel Buendía o Miguel Ángel Granados Chapa.

El sentido deceso de Juan Arvizu Arrioja es un punto de inflexión que nos invita a perdonar lo que el periodismo ha hecho con nuestras vidas, “una vida de perros, pero es el oficio más hermoso del mundo”, decía Gabriel García Márquez, y a agradecer lo que nuestras vidas han hecho con el periodismo.

Juan, quien confesó que sus hijos le dijeron no conocerle ningún hobie, revela ese secreto, el de lo que nuestras vidas han hecho con el periodismo, en una frase sencilla, pero dramática: “Todo el tiempo se lo dedico al trabajo”.

Veamos más:

“Entre gitanos no se leen las cartas”, le diría Juan Arvizu Arrioja el 6 de noviembre de 2020 al reportero independiente Edmundo Cázares, un viejo periodista que se especializó en eso, en entrevistas íntimas.

Le hizo una a María Félix, otra a Jacobo Zabludovsky, y algunas más, que le han retribuido más la satisfacción hacer periodismo muy personal, que la de llevar algo a su mesa, más familiar.

Nunca usó otra camisa que no fuera la blanca, impecable, que tanto le chuleara alguna vez nuestra compañera Irma Rosa Martínez Arellano, en alguna de aquellas reuniones con Emilio Viale y a las que asistíamos quienes no andábamos cubriendo alguna campaña.

Le dijo a Edmundo que entró al mundo del periodismo el 27 de abril de 1977, como “hueso” en El Sol de México y en el diario Avance, el 4 de abril de 1981, cuando se inició como reportero al cubrir una visita del presidente Valery Giscard D’Estaing.

Le contó Arvizu a Cázares que de niño vivió en el 306 de la Calle 19 de la colonia Pro-Hogar hasta los siete años de edad, a unos pasos de la Escuela Primaria Estado de Jalisco, donde estudió sus primeros grados, ubicada en la avenida Central, frente al jardín de aquella populosa colonia de la entonces delegación Azcapotzalco.

Quien esto escribe también estudió su primer año de primaria en esa escuela y vivió en el número 60 de la Calle 15, donde convivimos con gente de una gran calidad humana como ya no hay ahora -sobrevive Pepe Espejel, a quien saludo con respeto- a pesar de todo, como Esperanza Piña, que hiciera familia con Efraín Alcaraz Montes de Oca, “El Carrizo”.

Se trata de un personaje poco común del mundo del delito de entonces. Ladrón legendario, nunca fue atrapado; él solía entregarse para pagar sus deudas, como después de meterse a robar a la casa del presidente Luis Echeverría, en San Jerónimo Lídice, “para que no se viera mal su policía”.

Con nadie de El Universal tuve más raíces coincidentes que con él, sin embargo, nos impidieron un mayor acercamiento las tormentas que se desatan en los procelosos océanos de las grandes redacciones periodísticas, donde las luchas por una posición eran encarnizadas, y de las que nadie habla.

Tanto él como yo, sabíamos lo que era vivir y convivir en entornos violentos, como la colonia Pro-Hogar, y una sala de redacción intrigante, envidiosa y grilla, no nos iba a espantar. Nunca lo platicamos, pero a él y a mí nos hicieron periodistas las letras, no los números; nunca nos gustaron.

En aquellos años -él llegó a El Gran Diario de México en el 84 y yo en el 87-él iba de Avance y yo de La Prensa, donde una de mis compañeras era Micaela, que luego sería su esposa- la lucha era contra siete sindicatos.

Ahí ganó Enrique Aranda Pedroza a Enrique Sánchez Márquez y surgiría una nueva generación dirigida por Jorge Villa Alcalá, Pedro Álvarez del Villar y Emilio Viale Fiestas.

En 1994 a Roberto Rock le tocó el turno de asumir la dirección y surgiría otra generación, sin pena ni gloria, que se actualiza hoy en día bajo la batuta de otro viejo compañero de entonces, David Aponte.

Esas tres generaciones fueron, por supuesto, significativos escaparates del periodismo de la época, para muchos, entre ellas estuvo una de las mejores del México moderno.

Fue la de Jorge Villa Alcalá, la hemeroteca lo confirma para quien desee corroborarlo.

El mejor periodismo se hizo en aquellos años: los de Jorge, Pedro, Emilio, Guillermo Valencia, Raúl Correa, Héctor Martínez, Víctor González, Alfonso Maya Nava, Paco Ignacio Taibo  “El Gato Culto”, Enrique Castillo Pesado, Ana Emilia Guerra; insisto, nadie habla de ello.

Lo que distinguió a aquellas generaciones fue la forma de abordar las crisis, por muy complejas que fueran. Por ejemplo, Emilio y Guillermo, reporteros policiacos, encontraban siempre a la política la parte delictiva y nos hacían investigar hasta hallar lo increíble; repito, ahí está la hemeroteca.

Y las otras generaciones fueron diferentes, con una experiencia policiaca distinta, inexperta en el manejo de las crisis, que en los grandes diarios son “el pan nuestro de cada día”.

Una de ellas se estaba desmayando la tarde de aquel jueves 12 de septiembre de 1996, cuando agentes del procurador general de la República, Antonio Lozano Gracia, pretendieran detener a Juan Francisco Ealy Ortiz, acusándolo de evasión fiscal.

Aquellas generaciones y redacciones también fueron encarnizados campos de batalla. Juanito Arvizu sobrevivió a todas ellas y eso, por sí mismo, ya es un mérito indiscutible.

No existe en ninguna otra redacción de los grandes periódicos del país un caso semejante. Repito, de eso nadie habla; antes y la entrevista concedida a Edmundo es una verdadera hazaña, como muchas otras de nuestro nunca bien valorado compañero y amigo Cázares.

LA COSA ES QUE…

Nuestro compañero Juan Arvizu se despidió y una de las polémicas en las redes sociales y entre algunas compañeras y compañeros de aquella gloriosa generación de finales de los 80s y los 90s, es si su periódico le hará justicia a su viuda.

Justamente, en aquel 1994 ése fue el tema que tanto nos inquietaba en aquella redacción, y sus principios (fallidos) impulsados por Raúl Correa Enguilo, fenecido este 15 de enero, fundaron lo que hoy se conoce como Fraternidad de Reporteros de México, A.C.

Él no se le dijo a Edmundo, pero en su primera redacción, la de El Sol de México, nunca cobró porque a esos periódicos no les gustaba pagar salarios a sus reporteros, como en muchos estados de la provincia, como Aguascalientes.

A muchos les quedan a deber los periódicos cuando los liquidan, se quedan con sus comisiones.

De lo que el periodismo hace con nuestras vidas, preferimos no hablar; mejor presumimos lo que nuestras vidas han hecho con el periodismo.

Esperamos que a Micaela, el periodismo de Juan le haga justicia.

Qué tal.

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