COSA DE PRENSA

 

 

  • Heredad del poder cubano
  • Sin problemas de elecciones
  • A 59 años de la Revolución

 

Javier Rodríguez Lozano

 

AGUASCALIENTES, Ags., viernes 20 de abril de 2018.- Desde que de Cuba partiera Hernán Cortés y atracara en costas mexicanas en 1519, hasta 1956 cuando Fidel Castro Ruz se embarcara desde Tuxpan rumbo a la Revolución Cubana, han pasado años de una gran relación México-Cuba, estrechamente unida en muchos sentidos. Por ello, dada nuestra vecindad y pertenencia a la Aldea Global de McLuhan, es normal que lo que ocurre allá nos atañe acá, y a la inversa… Raúl Castro que cumple 87 años de edad en junio próximo, ha delegado el poder del Estado en el nuevo presidente Manuel Díaz-Canel de 57. Raúl en su discurso también dejó asentada su heredad al establecer que a su desaparición su sucesor en la secretaría general del Partido Comunista –el máximo poder cubano- será precisamente Díaz-Canel, quien además tendrá igual prerrogativa de nombrar a su sucesor… Es realmente envidiable que los cubanos no tengan que enfrentarse a la parafernalia que representa la cruenta lucha de los partidos políticos por hacerse del poder en los procesos electorales. La idea de Calles en 1929, al fundar el Partido Nacional Revolucionario, fue agrupar en él las 400 corrientes políticas que entonces se rasgaban las vestiduras… Sin embargo, aquel control no garantizaba la unidad total, dado que de inmediato estallaría La Cristiada, al término de la cual el nacionalismo haría posible la Expropiación Petrolera, uno de los pocos momentos de total unidad nacional. Y una vez desplazado el militarismo de la política y la llegada de los civiles al poder con Miguel Alemán, la lucha no dejaba de ser encarnizada, aun hasta 2000 cuando el pueblo mexicano decidió aplicar su veto, no su voto, por primera vez, y guillotinó a la “dictadura perfecta”… Así como don Raúl Salinas Lozano fuera llevando desde niño a su hijo Carlos hacia el presidencialismo, así también el cubano Manuel Díaz-Canel fue llevado desde muy temprano hacia la sucesión castrista. Los cronistas dicen que tiene una biografía muy escueta de detalles personales y profesionales, “y aunque nadie sabe a ciencia cierta cómo se proyectará en su gobierno, algunos indicios dan cuenta de lo que posiblemente sea un nuevo estilo”… Naturalmente, tendrá que ser un nuevo estilo pero no muy diferente del sistema castrista, al que le es característico: austeridad, seriedad y parquedad. Tal vez una de las características más sobresalientes del nuevo líder cubano sea la de que es de pocas palabras. Y es que cuando un líder político tiene claro su camino, no tiene nada qué hablar y sí mucho que hacer; el hablar mucho es para quienes en la política dudan hasta de sí mismos… Manuel Díaz-Canel no será muy diferente de lo conocido en los Castro. Los analistas dicen: “Muchos cubanos a lo largo y ancho de la isla apenas lo conocen. Los últimos años de su ascenso político han transcurrido lento pero sin pausa, escalón por escalón, y asumió un perfil tan bajo que pasaban meses sin que se supiera de sus actividades. Apenas saltó a la mirada internacional el año pasado cuando fue protagonista de un video filtrado, en el cual abogaba por cerrar medios de prensa independientes y etiquetaba a embajadas europeas como una avanzada de la subversión contra la revolución”… Es pues Manuel Díaz-Canel el heredero de todo lo siguió a la noche del 25 de noviembre de 1956, cuando Fidel Castro zarpara de Tuxpan, Veracruz, rumbo al cuartel Moncada, al frente de su Movimiento 26 de Julio, y estallara la Revolución Cubana triunfante en 1959… En México no se pude perfilar un proyecto político semejante al de Cuba, donde después 59 años, por vez primera, se delega el poder político en un heredero que tiene la encomienda de cambiar todo lo que tenga que cambiar, para que nada cambie.

LA COSA ES QUE…

En México no se puede ni soñar en un proyecto semejante, por ejemplo, delegar el poder en alguien que lo vaya a detentar no solo seis años, como establecen los usos y las costumbres del sistema político mexicano, sino que lo prorrogue unos 60 años; qué tal.

 

 

 

 

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