COSA DE PRENSA

 

 

  • Hermes historia de reportero
  • Respetable mas no respetado
  • Le persigue angina de pecho

 

Javier Rodríguez Lozano

 

AGUASCALIENTES, Ags., jueves 15 de marzo de 2018.- La historia de hoy es sobre el periodismo y hablaremos de un personaje singular y respetable, aunque no respetado, y esa es la ingratitud que cobra el oficio cuando va uno saliendo del túnel, cuando los mejores años quedaron atrás y lo que queda es sobrevivir como se pueda y aguantar vara porque no hay de otra. Hablaremos de un solo personaje pero en él encajaríamos cualquiera de nosotros, muchos de nosotros, quizá la mayoría, que en esto de trabajar para los medios de comunicación habremos escrito páginas de la vida de las cuales mejor sería ni acordarse. Pero lo haremos esta vez porque de alguna manera queremos reflejar una parte de ese cuerpo comunitario –llamado periodismo- como dice el presbítero Carlos Alberto Quezada Alvarado, vocero de la Diócesis de Aguascalientes, que como parte de “una sociedad enferma”, también “ha perdido la misericordia de Dios”… Llamaremos a nuestro inédito personaje Mercurio, El Mensajero de los Dioses, que la noche del pasado martes sufriera un agudo dolor de pecho, motivado seguramente por la carga que se ha echado desde niño, los 14 años de edad, cuando llegaría a la redacción de un periódico en Avenida Madero, donde su padre escribía de deportes, también, leyenda del periodismo aguascalentense. En su año 36 al servicio del periódico de Quinta Avenida empezaría su pesadilla. Le habían anunciado que habría una serie de cambios en la elaboración de aquel impreso y le causaría cinco infartos. Cuando regresaba a su redacción sería renunciado, dizque por fingir los ataques al corazón y abandonar el trabajo, porque resulta que él era “hombre orquesta”, con jornadas de hasta 18 horas diarias… Hermes para los griegos, había recibido una educación tradicionalista, su señor padre le decía: “No recibas chayotes ni aceptes regalos y no le pidas nada a nadie”. Los gobernadores lo tuvieron en la nómina destinada a los reporteros importantes, algunas hasta de 50 mil pesos mensuales, pero él nunca recogería un solo centavo… Los amplios reportajes que acostumbraba a escribir para su periódico, especialmente para los suplementos dominicales y relativos muchas veces, a personajes muy reconocidos por su contribución al desarrollo del estado, le ganaron muchos agradecimientos y no pocas veces, también obsequios económicos que él siempre rechazó al recordar que su señor padre le había pedido que no recibiera regalos y que nunca le pidiera nada a nadie. Y por si eso fuera poco, también su señora madre le echaría a la espalda otro encargo imposible de renunciar. Antes de morir le dijo: “Tus hijos siempre serán tus hijos, tu tarea con ellos nunca terminará; ayúdalos y no esperes que ellos te ayuden a ti”… Fue hace algunos pocos años cuando Mercurio empezaría a sufrir de a deveras y en esas andaba cuando Carlos Lozano le sugeriría que hiciera un portal de noticias, que lo iba a apoyar con un convenio de publicidad. Nuestro personaje se dio a la tarea de hacer su periódico digital y como el trabajo ha sido su ‘defecto’, o mejor dicho, lo único que aprendió a hacer en la vida, no existe en Aguascalientes un periódico en la web con más información que la de él. Pero nunca recibiría ningún convenio de publicidad prometido… En los últimos dos años, al iniciar la nueva administración estatal, ha tenido que luchar contra el estigma fácil de la discriminación “partidista” y se mantiene fuera de los programas de comunicación institucionales. Durante los últimos dos o tres años que lleva su periódico nunca ha facturado publicidad alguna y el otro problema llega que cuando su ayudante le pide que le pague.

LA COSA ES QUE…

¿Y entonces de qué vive Mercurio? Al menos a él no se le ha acabado la misericordia de Dios, porque vive solo de su pensión del Seguro Social, que comparte con una veintena de seres queridos. El problema es que una angina de pecho le persigue y mañana viernes cumple, si Dios lo permite, 60 años de edad. Somos el último de sus amigos en reconocer su valía y en abrazarlo. Sabe que hablamos de él; qué tal.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *