COSA DE PRENSA

Les querían quitar los predios en que construyeron sus casas, la mitad de los pobladores de una comunidad rural y al fin están siendo escuchados. El gobernador Martín Orozco Sandoval ordenó hacerles justicia. 

 

  • MOS ordena que se haga justicia
  • Vientos de esperanza en El Llano
  • Llega a su fin historia de despojo

 

Javier Rodríguez Lozano

 

AGUASCALIENTES, Ags., miércoles 7 de marzo de 2018.- Hoy vamos a escribir sin partitura, al alimón,  porque resulta que por primera vez en muchísimos años, en El Llano aguascalentense soplan vientos de esperanza, quizás semejantes a los de aquellos de los 60s, cuando la oscuridad en que vivía la población terminó cuando llegara la electrificación, gracias a los políticos de entonces, que tenían vocación de servir, antes que servirse, como ocurre hoy en día… Pasado mañana viernes es el día clave y será entonces, si el amable Lector nos lo permite, que describamos con nombres y apellidos, con pelos y señales, la feliz circunstancia que vivirá medio centenar de familias golpeadas por la indiferencia gubernamental durante los últimos años y que hoy, el gobernador Martín Orozco Sandoval, ha decidido ponerle fin y “agarrar el toro por los cueros” al ordenar que se les haga justicia; sueño largamente acariciado por la nobleza ranchera tradicional de nuestro pueblo… Es la historia de un plomero que hacía las veces de ayudante de sacristán, por ser su ahijado, en una comunidad rural, enclavada en uno de los dos municipios más pobres del Estado de Aguascalientes, donde el párroco recibiera 49 hectáreas como donativo de una piadosa viuda rica, vecina de San Francisco de los Viveros. El prelado, atento a las leyes que discriminaban la tenencia inmobiliaria para la eclesiastía y porque además, la causa principal de aquel donativo había sido el de que se vendieran aquellas tierras y que con el dinero que se consiguiera, que se construyera la parroquia de aquella humilde comunidad, le pediría a su sacristán que se encargara de venderlas… El misario o chupacirios, como también se llama a los mayordomos de los curas, vendió algunos pero muy pronto lo alcanzó el destino, aquel que a nadie perdona llamado tiempo, y que hiciera que sus movimientos empezarán a ser cada vez más lentos y erráticos. Fue ahí donde el apadrinado se puso las pilas y le dijo a su también tutor que le permitiera cobrar a aquellos que adeudaban la compra de sus lotes, en una población con un centenar de viviendas campesinas. El padrino, por la delicadeza del tema, se opuso a las insistencias del ahijado pero, vencido por el dios Cronos terminó rindiéndose y el ahijado empezó a lucrar con la tierra. Todo esto ocurrió en los primeros años de tercer milenio. Cuando empezó a haber acciones violentas y agresivas por parte del ayudante de sacristán, hace algunos siete años, al desahuciar a una familia, que con lágrimas en los ojos tuvo que entregarle su vivienda embargada y emigrar de aquella pobre comunidad rural, y despojar de su predio –donde se había construido un gran salón de fiestas- a otro presunto deudor, fue que los pobladores se espantaron porque pensaron que también muchos de ellos serían despojados de sus predios construidos y habitados como viviendas.  Fue entonces que se organizaron: alguno de los casatenientes afectados se hizo de apoyo jurídico, un exagente investigador del Ministerio Público ya en retiro, experimentado y avecindado, también se incorporó a la defensa, junto con un profesor con los principios de justicia social implícitos en su formación docente, y juntos darían el primero de miles sino es que millones de pasos, por los tortuosos senderos de la justicia, para protestar por el despojo que se les venía encima… Las autoridades estatales de entonces argumentaban que aquel conflicto se resolvería únicamente en los tribunales. Sin embargo, en el transcurrir del tiempo, uno a uno, de barandilla a barandilla y de estrado de juzgado a estrado de juzgado, los pobladores afectados fueron acreditando su derecho y desacreditando el del plomero-ayudante de sacristán-vendedor inmobiliario.

LA COSA ES QUE…

Sin embargo, igualmente también, de barandilla a barandilla y de estrado de juzgado a juzgado, el truhan fue demostrando dos cosas irrebatibles: qué mentía sobre la autenticidad de sus derechos y que alguien muy poderoso lo protegía. El gobernador Martín Orozco Sandoval sabe quién es y lo ha llamado a cuentas; qué tal.

 

 

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