- Las mentiras de México 68
- “Cualquier semejanza es…”
- Lo mismo, de 2012 al 2018
Javier Rodríguez Lozano
AGUASCALIENTES, Ags., lunes 2 de octubre de 2017.- Hoy voy a pedir permiso de escribir en primera persona hechos reales y más históricos que conmemorativos, nada que ver con el ego, es mera memoria periodística: En mayo de 1976 llegué al periódico La Prensa, mi jefe de información era Adolfo Montiel Talonia. Dos cosas me impresionaban de aquella redacción de Basilio Vadillo 40, frente a la escuela de periodismo Carlos Septién García, la encarnizada competencia no solo por cubrir una fuente, sino por permanecer y convertirse algún día en cooperativado -sistema salarial mucho más justo que cualquiera otro de la época- y el ajedrez. Mientras Sergio Mora Flores, Julián Fajardo, Eusebio Flores Ochoa y David García Salinas, entre otros, hacían su mejor papel en la fuente policiaca, donde la generación anterior liderada por Manuel Buendía, había dejado “huesos muy duros de roer”, cuando las máquinas de escribir habían despachado las notas del día, seguía el ajedrez. Silverio Cacique Ávila y Julio Villarreal Arreola, eran los mejores. Y también en aquellos 64 escaques blanco y negro del tablero dimos nuestras mejores peleas. Entre jugada y jugada, jaque y mate, se escuchaban las bromas de Wilbert Torre, Fernando Mora, Juan Ibarrola, y algunos trozos de ópera a cargo de Jacobo Moret. Aquella era una redacción impar. A mí me quedaba claro que como con Buendía, había que adelantársele a la policía en las investigaciones criminales y así lo hice en muchas ocasiones, con el reconocimiento de don Mario Santaella, pero no recuerdo ganarle un juego de ajedrez a Julio ni a Silverio, aunque a mis compañeros de generación Evaristo Corona Chávez, Jesús García Rivera y Carlos Espinosa Martínez, sí… Hoy -41 años después- leo en las redes sociales una serie de espléndidos textos escritos por Julio Villarreal Arreola, titulados “La Masacre de Tlatelolco”, en los que relata desde un punto de vista plural, muchos de aquellos escenarios, que en mi humilde opinión me remiten al propio diagnóstico que yo hacía en lo personal, de aquel inolvidable estallido social: Nunca me convencieron las mentiras que denostaban al Estado Mexicano, al Presidente y a sus más significativas instituciones, como el Ejército. No compartí las versiones de La Noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, ni las imputaciones de Enrique Krauze contra Gustavo Díaz Ordaz, quien había encargado sus memorias al gobernador de Jalisco, Francisco Medina Ascencio y devueltas a la familia, Krauze las obtuvo prestadas y las distorsionó… En sus hasta ayer 16 textos –que pueden hallarse en Facebook, con el título “La Masacre de Tlatelolco”- podrán encontrarse muchas aristas como aquella de que “cualquier semejanza con la realidad, es mera coincidencia”. Es decir, una izquierda, beligerante y radical, muy organizada, que incluía a Luis Echeverría, a Fidel Castro, a Lázaro Cárdenas y a Alfonso Corona del Rosal (señalado por Antonio Velasco Piña en El Círculo Negro, como capaz de todo para preservar el presidencialismo absoluto), provocaron el movimiento estudiantil de 1968 para hacerse del poder, como realmente ocurriría en 1970.
LA COSA ES QUE…
Así como la revuelta estudiantil que iniciara el 26 de julio y culminara el 2 de octubre de 1968, se había preparado años atrás, desde 1963, así también, en 2012 empezó una escalada similar que empezara por los libros de la FIL no leídos, seguidos por el “Yo Soy 132”, la Casa Blanca y Ayotzinapa, con la presunta vanguardia en las encuestas de la Sucesión Presidencial. Es lo mismo. La pregunta es: ¿Lograrán tomar el poder en 2018?; qué tal.