COSA DE PRENSA

Satanismo - Gustavo A. Madero Ciudad de México

 

  • Tiran de balazos a El Universal
  • Muere periodista Mario Campa
  • Inconsistencia en Bajo Reserva

 

Javier Rodríguez Lozano

 


AGUASCALIENTES, Ags., lunes 4 de mayo.- Era la Navidad de 1987 y entre los tronidos de los cohetes del templo de San Hipólito y de las palomas y buscapiés de las barriadas, se mezclaron dos disparos de bala que impactaron en la ventana del quinto piso del edificio de El Universal, en las calles de Iturbide, a unos pasos del viejo cinema del Palacio Chino… Quedamos en que llegué a El Gran Diario de México unos días antes de que alquien disparara en un par de ocasiones a la oficina de Juan Francisco Ealy Ortiz, ¿verdad? Bien, hoy continúo mi relato. Se trata del techo de diciembre de 1987, había brindis por todas partes. Una semana antes me había despedido de La Prensa, donde el Instituto Mexicano del Seguro Social considera “patrones” a sus socios cooperativados y por eso no teníamos derecho ni al servicio médico, ni a cotizar, porque tuve que pagar a esa, sin embargo, la mejor institución de México, dos partos de mi esposa en sus clínicas. Pero eso no lo sabíamos… Yo me había tomado todo un año para dar aquel paso, igual como me había tomado varios años para llegar a El Periódico que dice lo que otros callan, inscribiéndome en el Sindicato Nacional de Redactores de la Prensa, como condición mínima indispensable; pagué muchos meses retroactivos y actualicé mi status. Entonces el SNRP tenía los contratos colectivos, además, de Cine Mundial y Ovaciones, donde yo había estado en 1971, efímeramente porque las huelgas “se rompían por lo más delgado”, pero nunca olvidaré a Salvador Flores Llamas (+) y a mi jefe de Información, Ricardo, “El Tigre” Maldonado. Mi jefe de Información en El Universal, Herminio Rebollo Pinal; y mi subdirector don Luis Sevillano Uguet (+), me dieron la bienvenida. Enorme deuda con ellos. Mi primera nota se fue de cintillo, el aumento a las tarifas telefónicas, y mis compañeros de redacción me felicitaron por aquella buena suerte: Memo Valencia, Víctor González, Fidel Samaniego (+), Leopoldo Rodríguez (+) Enrique Aranda, Javier Velázquez, Bertha Fernández. Francamente yo no entendí, pero fue una recepción inolvidable, mis respetos, para las muchachas y los muchachos de entonces. Y eso que llevaba yo una cruda de aquellas, porque un día anterior, en plena Nochebuena, desde un brindis en el Club de Periodistas, llamé telefónicamente a mi jefe Herminio para decirle que me diera chanche de acabar el año y no me dejó; “te vienes a trabajar de inmediato”, y bueno, pues nos fuimos a trabajar de inmediato. Lo que pasaba es que había una urgencia. Y llegando a la redacción me dio mi primera encomienda. Subí a la oficina del presidente y director general y, efectivamente, el vidrio polarizado de la ventana tenía dos orificios de bala. De inmediato me organicé, primero me salí a la calle a investigar, a preguntar, puerta por puerta; luego busqué a los peritos de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal que levantaban los primeros datos, al parecer las balas no eran de grueso calibre. Naturalmente, había una gran expectación. La nota de ocho columnas de aquel 25 de diciembre hablaba de un atentado al presidente y director general de la Compañía Periodística Nacional. Por supuesto, artículos de opinión y columnas, como la de Pancho Cárdenas Cruz, condenaban el suceso, pero se cuidaban de afirmar que aquello había sido un atentado por parte de “intereses oscuros y represivos”, porque no había pruebas de ello. En menos de una semana le entregué mi investigación a mi jefe Herminio Rebollo, luego les platicó el desenlace… En días pasados ocurrió un lamentable suceso en nuestra familia El Universal de aquella época. Esto es lo que comenté a un texto en Facebook del compañero César Pineda Dosal: “QUÉ HISTORIA, César. Hay algunos escenarios de mi estancia en El Universal muy semejantes a los tuyos: Alguna vez, después de una de tantas levantadas de las muchas caídas que todos tenemos al elegir la carrera del periodismo, eché un volado para preguntar a el Águila o el Sol, si debía continuar o cambiar de aires. La moneda me dijo, como a ti, por dónde seguir. Y la otra, es que alguna vez también me senté en la silla de la Guardia del mejor periódico de entonces (1994) para recibir la información de la sección de Estados, a cargo de Roberto Rock. Mi problema fue que cuando sonó el teléfono para recibir la primera nota de un corresponsal, muy rápido para dictar, Roberto me señaló una máquina, pero no tenía cinta. ¿Cómo iba tomar la nota? Le pedí al corresponsal me permitiera unos instantes para arreglar el detalle, ¡pero no había cintas! Saqué la cuartilla, tomé otra y enmedio puse una hoja de papel carbón, y darle…  ‘En ciego’, le pegué a la tecla con mis 10 dedos y con singular alegría, y entregué la nota a Roberto esperando algún reclamo para ‘brincar’ yo también, pero nadie reclamó nada. Así nos las gastábamos en la redacción de Jorge Villa Alcalá, subdirector general; Pedro Álvarez del Villar, director de El Gráfico; y Emilio Viale, jefe de Información. Don Mario Campa, de todo mi respeto y cariño, era jefe de Redacción. Todos ellos ya finados, reposan en el Valhalla (“Salón de los caídos” o el cielo), donde descansan los hombres y las mujeres más fuertes del mundo, el mundo de los vikingos del dios Odín… Un fuerte abrazo, mi querido César Pineda Dosal, gran compañero”.

LA COSA ES QUE…

En aquella generación no se nos permitía la mínima inconsistencia, o, dicho de otro modo, metida de pata o falta de rigor y profesionalismo; no se podía, como ahora ocurre en la columna Bajo Reserva, publicar algo sin confirmar. Por la flojera de investigar le cambiaron a Mario Campa el cargo de jefe de Redacción por el de Información, mismo que nunca ocupó nuestro malogrado compañero periodista (QEPD); qué tal.

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