- Querían su “Fobaproa del Virus”
- Medios sin apoyo del Presidente
- LEA no pudo con el GMonterrey
Javier Rodríguez Lozano
AGUASCALIENTES, Ags., jueves 9 abril 2020.- Entender a un Presidente de la República nunca fue fácil para las y los mexicanos. Ni Juárez, ni Cárdenas, ni López Mateos, los mejores hasta ahora, tuvieron “carro completo”. Hay dos características que definen esa encrucijada: una se refiere a la cofradía del dinero y la otra, a la sensibilidad social. ¿De cuál es Usted? Si esto es aceptable (porque en el mundo impera la misma dicotomía de la riqueza y la pobreza, y no hay más) entonces querrá decir que para entender al Presidente de la República se necesita ubicarse en cualesquiera de esos polos. Exactamente como el Hijo del Hombre exigía de sus discípulos: “¿El que no está conmigo está contra mí?” El problema aquí es que estar en contra del Presidente de la República es ir en contra de México y eso tiene consecuencias que todos viviremos, en los nuevos tiempos que para nosotros empezaron ya el 29 de febrero pasado, cuando apareciera el primer caso de infección del virus. Por nuestra parte, confiamos plenamente en que todo estará mejor de lo que estamos ahorita, porque vendrá una nueva sociedad, más consciente y nacionalista… Quien esto escribe supera al presidente Andrés Manuel López Obrador con seis años de edad. Empezamos antes que él en esto de la ciencia política, y como reporteros cubrimos todas las fuentes de lo que llamábamos Información General, que inicia en Policía y culmina en la Presidencia. Por ejemplo, cuando el joven Andrés Manuel ingresara a la UNAM a estudiar Ciencias Políticas, nosotros andábamos en todo el país haciendo reportajes para La Prensa, sobre el indigenismo. Y de acuerdo a lo que vimos, aunque se quejara de nuestro trabajo su entonces jefe, Ignacio Ovalle Fernández, director del Instituto Nacional Indigenista (uno de los dos desmentidos que tuve como reportero hasta 1998 en El Universal; el otro fue de Porfirio Muñoz Ledo, porque me negué a escribir lo que me exigía) el drama de la miseria, la pobreza y el abandono de las etnias en México siempre ha sido mucho más grave de lo que López Obrador ha denunciado en 18 años de feroz oposición… Pero no es éste el punto de hoy; la cosa es: ¿Qué Presidente de la República ha osado enfrentarse el poderosísimo Grupo Monterrey, los reales y auténticos dueños del país, capaces de cambiar la historia y de sostener periódicos y revistas de ambiciosas metas como Reforma, El Norte y Proceso, sin un solo centavo de publicidad oficial? Por ejemplo, la revista Proceso fundada sin publicidad del gobierno el 6 de noviembre de 1976, a cuatro meses de que el presidente Luis Echeverría Álvarez le diera golpe de estado a Julio Scherer García, quitándolo de la dirección general de El Periódico de la Vida Nacional, luego de 30 años de trabajo ahí. Todo empezó cuando Echeverría, como todo político absolutista y corrupto, se enojaba mucho con el quehacer periodístico de Scherer, cuyo compromiso fundamental estuvo en la crítica, sin la cual no tenía ninguna razón de ser el oficio de informar. No hallaba Echeverría cómo pegarle a Excélsior y a Scherer, y a propósito del quinto aniversario de otro de sus genocidios, el del 10 de junio de 1971, enviaría a su “invasor oficial”, el secretario general del Consejo Agrarista Mexicano, el nefastísimo Humberto Serrano Pérez, a invadir los terrenos de los cooperativados de Excélsior en Paseos de Tasqueña. Un mes después, el 8 de julio siguiente, se perpetraría el mayor atentado a la libertad de expresión de un Presidente de la República, asestándole golpe de estado a Julio Scherer (que Vicente Fox reproduciría en 2006)… ¿Cómo se iba a levantar Julio Scherer de aquel golpe demoledor? En realidad, Scherer nunca estuvo en la lona. Continuó sus desayunos de los viernes en el Club de Industriales de la Ciudad de México, y otras ocasiones en Puebla, donde el anfitrión era nada menos que el ideólogo del sector privado, don Juan Sánchez Navarro. Fernando Amerlinck, en el portal Ruiz Healy Times, recordaría aquellos desayunos el 9 enero 2015, a dos días del deceso de Scherer: “Resulta que privadamente don Juan le había pedido comedimiento antes de un desayuno, pues la invitada era la esposa del presidente Fox. Se indignó tanto por lo que interpretó como censura, que se marchó y nunca regresó”… Aquel mismo día, pero en La Jornada, escribiría Néstor de Buen Lozano: “A partir de entonces, lo que debe haber sido por el año 1996, aproximadamente, los desayunos, con una asistencia impresionante y selecta, se convirtieron en mi ocupación principal de los viernes y me dieron la oportunidad de tratar a gentes de primera, pero siempre de manera preferente a Juan Sánchez Navarro y a Julio Scherer García”… ¿Qué lugar ocuparía el sector privado, es decir, Juan Sánchez Navarro, en la vida de Julio Scherer? En su libro Secuestrados, Scherer relata: “(Sabemos quién es usted, el del Proceso, y si no nos entrega 300 mil, matamos a su hijo”). Revelaría la editorial Planeta, que Scherer recurriría a sus amigos cercanos: Carlos Slim, Juan Sánchez Navarro y Carlos Castillo Peraza… A propósito del asesinato de don Eugenio Garza Sada en 1973, “Luis Echeverría Álvarez -como escribiera alguna vez Irma Salinas Rocha- nunca pudo con el Grupo Monterrey”.
LA COSA ES QUE…
Sirva este breviario cultural para dar una idea “del trompo que se ha echado a la uña” el presidente Andrés Manuel López Obrador al decirles “No” a su exigencia del “Fobaproa del virus”, que demandaban las y los miembros del poderosísimo Grupo Monterrey, que del 29 de febrero al 31 de marzo ha despedido a más de 350 mil trabajadores porque “no hay dinero”, según su portavoz el banquero Luis Niño de Rivera; qué tal.