COSA DE PRENSA

  • ¿Qué escribir en la cuarentena?
  • Una crónica, un cuento; algo
  • Siberia, choque de dos mundos

Javier Rodríguez Lozano

AGUASCALIENTES, Ags., miércoles 25 marzo 2020.- Llegué de Aguascalientes a la Ciudad de México en 1953, con siete años en las espaldas, el primero de ellos, ganado “a pulso”, porque pasé los primeros 10 meses de mi vida luchando contra una feroz deshidratación -adquirida en la ardiente primavera-verano que desembocaría en una pavorosa sequía en el 47- cuando empecé a recibir los primeros atentados bacteriológicos, del billón que sufrimos las personas desde el momento en que nacemos y hasta los 70 años de edad, según escucho decir ahora al secretario de Salud, Jorge Carlos Alcocer Varela. Dice Gustavo Vázquez Lozano, en su artículo Las sequías de Aguascalientes (II), publicado el 21 de agosto de 2009 en un periódico local: “El verdadero problema es su irregularidad. El que un año llueva torrencialmente y luego otros cuatro suframos falta de agua. Que una tarde caiga de golpe y porrazo la lluvia de toda la quincena. Es el carácter caprichoso del cielo de nuestra región, y por eso las sequías siempre han estado con nosotros”. Aquellos préambulos para la sequía del 47 en Aguascalientes me desahuciaron, ningún médico, de los varios que consultara mi madre, le daría esperanzas: “Lléveselo a su casa, para un mejor morir”, le decían. Fue así como, al fin guerrera de tan solo 22 años de edad, estirados hoy a 96, optó por ponerme en las manos de Dios. Gobernaba al país Miguel Alemán y a Aguascalientes, Jesús María Rodríguez Flores. Un país pobre y un estado miserable. En el templo de San José, en el centro de la ciudad, nos recibió a mí y a mis padrinos -el doctor Carrillo y su señora esposa- el padre José Ramírez Alonso, hermano del torero Alfonso Ramírez “Calesero” y de Ernesto Ramírez Alonso, que la posteridad conocería como El Señor Telenovela, Ernesto Alonso. Yo no sé si era para contentarme, o para darme por mi lado, pero siempre que sufría alguna humillación, algún atropello, alguna injusticia, (todo junto me llevaría algún día al periodismo) o alguna enfermedad y me encabronaba, mi madre solía calmarme: “No te preocupes, ten fe; tú eres muy fuerte, pudiste haber muerto muy niño y no quisiste. Estarás bien”. Yo no le creía, muchos años de mi adolescencia no le creí, pero andando el tiempo me convencí de ello. Aquella deshidratación me causó problemas gástricos, hernia hietal, reflujo, que aún llevo; además de los problemas prostáticos de casi todo hombre, “propios de mi sexo”, diría Mauricio Garcés. Eso no me hace invulnerable ante al coronavirus. Lo que me hace invulnerable al coronavirus y a todo tipo de amenaza, es mi manera de pensar y de ver las cosas. Me madre me ha enseñado que la pobreza, la riqueza y la salud, son solamente una decisión muy personal: todos decidimos muy oportunamente qué queremos de la vida. Cuando regresé de mi primer viaje a Europa en 1989 encontré a mi madre lloriqueando: “¿Por qué lloras, mamá?” Porque tú me dijiste desde que eras muy niño -me dijo- que cuando regresaras de Europa ya te podías morir; y no quiero que te mueras. En 2006 dejé la capital del país y regresé a Aguascalientes, al principio no sabía para qué, ahora sí. Allá trabajé en medios de comunicación muy distintos a los que hay aquí y por lo tanto mi formación es diametralmente diferente, en 14 años nunca me he adaptado a los de aquí, son de otro mundo. Gracias a aquella formación pude conocer y respetar muchas lecturas, muchas culturas, muchas disciplinas, todas ellas atadas a una frase central que, en esto de escribir, dice: “Podré no estar de acuerdo con lo que digas, pero defenderé y con la vida de ser preciso, tu derecho a decirlo”. Llevo casi una semana de cuarentena, algo atípico para el “pata de perro” que he sido toda mi vida, desde muy niño: más de 10 vueltas completas a todo mi país, estado por estado, América del Norte, Centroamérica, Sudamérica, Reino Unido, Portugal, Alemania, Bélgica, Suiza, Francia. Todo esto junto y lo aprendido en mis periódicos nacionales me han llevado a leer y abrevar de todo. Es uno de los grandes privilegios del periodista, el problema está en que no puede escribir todo lo que aprende, lo que ve, lo que sabe; porque para eso necesitaría un lector, también de mente más que abierta, y eso no fácil. Personas como yo sabemos muy bien lo que está pasando, porque tenemos método para investigar y cruzar información, como hoy lo hace la llamada Ciencia de Datos, aunque más técnica que emocionalmente… En otro momento voy a regresar a mi bautizo en el templo de San José, con el cura José Ramírez Alonso, por ahora aterrizo en esta reflexión: ¿Qué escribir en la cuarentena? Para mí sobran los temas, muchas veces me fatigo con solo verlos todos juntos, sobre mi escritorio mental. Por ejemplo, este cuento corto, se llama Choque de dos mundos en Siberia A finales del año pasado, desde una parte del lejano espacio, viajeros del tiempo observaban cómo una embarcación rusa arrojaba al mar de Asia Septentrional (Siberia) 12 cilindros metálicos y porosos, previamente congelados. ¿O se trataba de virus liberados por los deshielos del cambio climático, como dicen los judíos más estudiados, que por cierto, ya tienen la vacuna del coronavirus? Al descongelarse esos pequeños catafalcos biológicos lentamente liberarían su veneno que pronto, en la vecina China, empezaría a diezmar a la población. Pero se desataría una feroz batalla interplanetaria para impedir una poda mayor, de la que no se salvaría Europa… Luego de analizar la situación, los cosmonautas, humanos que vienen del año 2790, de una civilización sobreviviente a las malas costumbres que se habían tragado al planeta en 2020, al ignorar 750 años atrás el calentamiento global, el cambio climático, los basureros de plásticos en los mares, las energía contaminantes, el materialismo desbordado, el imperio del dinero sobre el bien social y el crimen organizado, decidieron intervenir para impedir la decadencia o desaparición inminente de la semilla de la humanidad llamada amor.

LA COSA ES QUE…

Los viajeros del tiempo y sus huestes galácticas rescataron 10 cilindros y lo que seguiría después sería una bizarra lucha en todo el mundo por la supervivencia. Morirían en los primeros tres meses 18,700 personas de 186 país. Hasta aquí, el cuento de una sola versión que sugiere una pregunta: ¿El coronavirus será un deshielo siberiano del calentamiento global?; qué tal.

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