- ¿Qué está pasando en La Chona?
- Van unos 10, faltan otros cuarenta
- ¿Verdad, Arturo; recuerdas a René?
Javier Rodríguez Lozano
BAJÍO DE SAN JOSÉ, Jal., miércoles 12 febrero 2020- Dicen que “por el amor de una mujer” se armó la banda de foragidos más peligrosa de México, después del Cártel de Sinaloa, los Zetas y toda la parafernalia del crimen organizado, desde Felipe Calderón y Genaro García Luna hasta Enrique Peña Nieto. Naturalmente, muchichísimos años después del primer cártel del contrabando (entonces le llamaban así a la delincuencia organizada) encabezado por el general Francisco Javier Aguilar González (1895-1972), un combatiente villista y héroe del exilio de la Guerra Civil Española en el gobierno de Lázaro Cárdenas, pero también -en el otro lado de la moneda que todos somos- el primer jefe de un cártel mexicano de la droga. Adolfo Hitler, contactado con él, el general Aguilar, desde su representación diplomática en la ocupación alemana a Francia, le pediría -por supuestísimo que con el superior conocimiento del presidente Lázaro Cárdenas- “contrabandeara” mariguana a los Estados Unidos, para que los soldados se embrutecieran. Pero el tiro les salió por la culata al Führer y al revolucionario villista porque los sobrinos del Tío Sam resultaron más perros que los maras salvatruchas centroamericanos y arrasaron con los países del eje, más con Japón y Alemania, que con los románticos italianos, para ganar la Segunda Guerra Mundial… En verdad que el caso del general Francisco Javier Aguilar, ángel y demonio, tiene mucho que enseñar a las nuevas generaciones, en especial para el periodismo, por cómo ilustra la historia de Robert Capa, el primer corresponsal de guerra de la historia, entre otros espectaculares escenarios, cuyos rollos fotográficos heredara accidentalmente el general Aguilar; vaya historia… Pero no nos desviemos… Hablemos de ese aterrorizado pueblo de Bajío de San José, en el municipio de Encarnacación de Díaz, en los meritos Altos de Jalisco, precisamente donde naciera aquella mexicanisima expresión de que “Jalisco nunca pierde y si pierde, arrebata”, acerca de quien nadie quiere hablar, ni siguiera algunos de sus más notables periodistas nacidos en la región, como mi querido amigo Alvarito… Los pobladores ya no saben si es de día o es de noche, o simplemente cuando empieza a caer la tarde, pero cualquier hora es buena para que una familia cualquiera escuche fuertes toquidos a su puerta y al abrir se encuentre con esta pesadilla: “¡Déjenos pasar! No tenemos nada contra ustedes, solamente venimos a hacer la ‘limpieza’ de la casa”, ordena uno de los varios hombres que, con pistola en mano, amenazan al jefe o jefa de familia. Azorado, asustado, apanicado hasta el exrtremo, el ingenuo civil franquea el paso y entran a casa cuatro, cinco, seis o más individuos jóvenes, todos ellos con armas de alto poder. Su aspecto ese el mismo, no cambia, gente del pueblo pero con otra alma, la del valemadrismo. “No se asusten, la bronca no es con ustedes”, dicen una vez dentro y luego de largos minutos, en ocasiones, horas, los malehechores se largan, atropelladamente como llegaron. Pero el vecino y la vecina de al lado sufrieron la misma experiencia, en distintos momentos. ¿De qué se trata? ¿Qué buscan?, preguntan y se pregunta la gente afectada. Horas y horas interminables de terror… Los días de un pueblo jalisciense ocupado por el crimen como éste se parecen mucho a los de Agustín Yáñez en sus Tierras Flacas o los del mismísimo Juan Rulfo, en su Llano en llamas, con su Cuesta de las comadres. Matices más, matices menos, lo que ocurría en Sayula ocurre hoy mismo aquí, en Bajío de San José: “Los difuntos Torricos siempre fueron buenos amigos míos. Tal vez en Zapotlán no los quisieran pero, lo que es de mí, siempre fueron buenos amigos, hasta tantito antes de morirse. Ahora eso de que no los quisieran en Zapotlán no tenía ninguna importancia, porque tampoco a mí me querían allí, y tengo entendido que a nadie de los que vivíamos en la Cuesta de las Comadres nos pudieron ver con buenos ojos los de Zapotlán. Esto era desde viejos tiempos”… Esto mismo pasa hoy con quienes viven en Bajío de San José: Nadie los quiere ver, a pesar de que aquí, aunque Usted no lo crea, tiene puestos sus ojos Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué? Por ésto: porque como muchos otros municipios de la región, tanto jalisciencie como zacatecana y guanajuatense, y por supuesto, además de aguascalentense, está más desatada la corrupción política, vinculada al crimen organizado, casi nada. De diciembre a la fecha han sido “limpiados” más de 10 monaguillos de las cofradías antagónicas al Cártel Jalisco Nueva Generación, el mero mero, el de El Mencho, precisamente éste que, “por el amor de una mujer”, llegó hasta donde está hoy.
LA COSA ES QUE…
Dicen que faltan unas 40 “piezas” para que la plaza quede “limpia”. No está Usted para saberlo, ni yo para contárselo, pero créame amable Lector, que algunos buenos periodistas de nivel nacional e internacional, ya competimos muy discretamente por la mejor información en esta región. ¿Verdad, mi querido Arturo? ¿Te acuerdas de René? Dije pe-rio-dis-tas, no reproductores fieles de boletines de prensa pagados; qué tal.