COSA DE PRENSA

 Adrián Ojeda

  • Homenaje del Senado a Adrián Ojeda
  • En la fuente presidencial jolopista
  • Periodismo, solo para buenas personas

 

Javier Rodríguez Lozano

 

AGUASCALIENTES, Ags., viernes 28 junio 2019.- Es una pena no estar presente en el reconocimiento del Senado (don Jorge Villa, subdirector de El Universal hace algún tiempo y, por supuesto, nuestro jefe, nos pedía escribirlo así, solo “Senado”, no Senado de la República, porque no hay Senado de Chihuahua, ni de Chiapas, ni de ningún estado) a nuestro buen amigo recientemente fallecido, Adrián Ojeda. Es un acierto de quienes organizan el evento ya que se trata de un personaje de los medios de comunicación de por los menos unas seis décadas, todo un caballero. En él se hacía válida la conseja de Kapuściński, para quien “el periodismo no es para los cínicos”. Adrián Ojeda siempre fue un caballero, lo mismo con el reportero avezado y experimentado, o el veterano columnista o articulista, que con el suplente de por ejemplo, Juan Nieto Martínez, en La Prensa, que no gustaba de ir los fines de semana a las giras del presidente José López Portillo. Entonces, Adolfo Montiel Talonia, jefe de Información de El Periódico que dice lo que otros callan, enviaba a sus mejores arietes: Carlitos Espinosa Martínez (él escribía su apellido con s), el aguerrido Evaristo Corona Chávez, el siempre sonriente Jesús García Rivera, o este tecleador, a quienes don Mario Santaella nos llamaba “pollos”. Por algo sería. Y ahí, a bordo del avión Quetzalcóatl TP2, regiamente asistidos por don Memo (+) y por Oscar Argüelles -además de Juan Antonio Muñoz (+) y creo que hasta nuestro paisano Sergio Reyes; ¿o vendría después, hasta Carlos Salinas, con Ángel Gómez Granados y Otto Granados Roldán?- nos encontrábamos a don Adrián Ojeda, entonces reporteando para la Cadena Rasa, o algo así. Siempre impecablemente vestido, cortés, atento, amable. Al andar de los años veríamos también a sus hijas e hijo en la reporteada: Marcela (+), Alejandra, Adrián Junior, excelentes personas también. En realidad, antes de Kapuscinski aprendimos en La Prensa, que había que ser una buena persona para poder ser un buen periodista. Y esto la aprendimos de un señorón en ese campo: Adolfo Montiel Talonia. A diferencia de los universitarios, de aquellos reporteros egresados de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, donde unos como Andrés Manuel López Obrador, habían elegido la cerrera de politólogo; y otros, como Jaime Arizmendi, viejo reportero de El Sol de México, elegiría en aquella misma generación (1973-76) la de periodismo, los periodistas académicos eran más hábiles para debatir. Y los autodidactas, como nosotros, no teníamos esa habilidad. Entonces Adolfo Montiel nos enseñó a conciliar esas diferencias, más o menos en base a una mezcla de los principios de la Doctrina Estrada, es decir, “no injerencia y solución pacífica de las controversias”, y los de Gandhi, “en forma pacífica y no violenta”. Y era obvio que al “guardar sus fierros” los reporteros que querían resolver los debates agresivamente, lo que surgía era la civilidad, la tolerancia y, en suma, lo buenas personas… Por eso es que ayer recibimos varios telefonemas de la Ciudad de México, en uno de los cuales se nos ofrecían disculpas para habernos bajado de un grupo de Whatsapp donde alguien nos hizo el favor de subir un comentario, presuntamente nuestro, en el que insultábamos a nuestros pares, es decir, a nuestras amigas y amigos reporteros de una organización periodística de respeto. Esto es, nos ofrecían disculpas por habernos suspendido del grupo porque sabían de antemano que el mensaje aparecido en el What no era nuestro, porque muchos nos conocen de muchísimos años –unos 30, 40, 50 o más- y saben que nosotros somos incapaces de insultar a nuestros pares. A uno de nuestros líderes de esas organizaciones gremiales de periodistas le dije: “Tú me conoces, Raúl, y sabes que para mí el respeto entre periodistas es sagrado”… Él y yo tuvimos como jefe de Información a otro caballero, todo un monumento a la nobleza y al don de gentes, difícilmente igualable. Hablo de aquel periodistas peruano que fuera un brillante reportero policiaco para el periódico Excélsior, Emilio Viale Fiestas, recientemente fallecido; un señorón, que nos enseñó los principios volterianos (como rezaba el letrero en su oficina) de respetar y defender, hasta con la vida si fuera necesario, el derecho de expresar las ideas de los demás, aunque no estuviéramos de acuerdo con ellas.

LA COSA ES QUE…

La vida es así; qué tal.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *