COSA DE PRENSA

 

  • “Las buenas conciencias”
  • Lo que en el tiempo se perdió
  • El deterioro de la urbanidad

 

Javier Rodríguez Lozano

 

AGUASCALIENTES, Ags., lunes 17 junio 2019.- Muy pronto en Aguascalientes el ultra conservadurismo llevará al estado a los periódicos del mundo. Incomodará a “las buenas conciencias” que aún sobreviven, dimensionadas en el Guanajuato de Carlos Fuentes, donde retratara lo que es y que no debía ser. Esto es, el ver a sus semejantes de una manera distinta a como mandan las leyes de la rectitud… Muchos que tienen contacto cotidiano con la gente –como el servidor público a bordo de un taxi, por ejemplo- admiten que hace tiempo dejamos de ser “la tierra de la gente buena”. La tierra es la misma, lo que ha cambiado es la gente. Unos dicen que se debió a las oleadas de inmigraciones que surgieron a raíz de los sismos de 1985 en la capital del país, que trajo a miles de familias a vivir acá; otros dicen que también ocurrió lo mismo en los sismos pasados en el mismo lugar, también hay algo de eso. Lo cierto que Aguascalientes ha sido un buen lugar para vivir para muchas familias, especialmente para aquellas en las que muchos de sus miembros se dedican a actividades fuera de la ley, que aquí han suscrito un pacto no escrito con quien deben suscribirlo, en el que ofrecen paz a cambio de paz. Y eso ha dado resultado en las últimas décadas hasta ahora. Sin embargo, donde no se ha corregido es en la llamada “cultura de la urbanidad”. ¿Qué es la urbanidad? Rebeca Reynaud, en Urbanidad y buenos modales. La buena educación, un texto sobre protocolo y etiqueta, contextualiza la respuesta a nuestra pregunta y dice: “Hay personas que con su sola presencia siembran alegría y paz porque con su propio ser y su elegancia interior contribuyen al bienestar y al bien-ser de los demás. Nuestro comportamiento ha de caracterizarse siempre por una buena educación, por el afán de servir, la elegancia, la cordialidad y la simpatía; cualidades que nacen de la caridad, la cordialidad y del amor al prójimo. Por desgracia, en la actualidad se ha difundido un equívoco que identifica la naturalidad y la autenticidad con el desprecio de las formas sociales. Así se dice que cada uno ha de manifestarse como es, sin dejarse uniformar por normas de urbanidad, corrección en el modo de vestir, de hablar, de comportarse en la mesa, etc., que serían reglas artificiales o postizas” … Más o menos estas cuantas líneas explican a nuestros antepasados aquí, en Aguascalientes; así eran ellos: correctos, educados, bien intencionados y fundamentalmente, celosos guardianes no de “las buenas conciencias”, sino de lo bien hecho, a los ojos de la inteligencia superior y de los demás. Pero eso ha cambiado y mucho. Y un detalle curioso si se observa con detenimiento el deterioro en los valores urbanos, es la mujer la que más participa de ellos. Por ejemplo, en un camión de pasajeros ya casi ningún varón cede el asiento a una mujer con un niño en brazos. Luego descubrimos por qué. Una de las causas es que la mujer casi nunca da las gracias por ese gesto de caballerosidad. En ese mismo autobús los jóvenes estudiantes y muchos obreros y empleados, prefieren viajar de pie en los pasillos, habiendo asientos vacíos, unos totalmente y otros, ocupados por la bolsa del mandado de la señora o por los útiles de otra estudiante. Quienes viajan de pie no tienen el valor civil de pedirle a la pasajera que le permita sentarse, manera correcta de pedirle sin ofenderla, que retire su bolsa para que ella pueda sentarse. Pero no solo ocurre esa grosería de urbanidad a bordo de un autobús urbano de pasajeros, sino también en la misa dominical. La gente prefiere permanecer de pie en la celebración religiosa, sin el valor civil de pedirle a aquellas dos o tres mujeres que en las primeras filas cercanas al altar ocupan lugares con sus bolsas. En restaurantes comensales exigen mesa antes de tomar turno.

LA COSA ES QUE…

“Tanto peca el que mata la vaca como el que le detiene la pata”, decían los antiguos; qué tal.

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