Diputado Santiago Creel Miranda pide evitar la polarización y respetar la Constitución y la división de Poderes
• El legislador participó en la ceremonia por el CCLVII Aniversario del natalicio de José María Morelos y Pavón
El Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Santiago Creel Miranda, subrayó que es necesario evitar la división y la polarización, y aunque se tengan puntos de vista distintos y se escuchen voces diferentes, hay que saber convivir con ello a través del respeto y el diálogo ya que, por México, nuestras ideas y nuestros ánimos deben ser humildes.
Como orador en la Ceremonia Cívica Conmemorativa con motivo del CCLVII Aniversario del natalicio del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón, realizada en Morelia, Michoacán, indicó que los ideales del Cura de Carácuaro, son los que nos guían en la construcción de la patria que hoy tenemos y la que deseamos.
“La vía constitucional que abrió el Siervo de la Nación es la hoja de ruta para dar cauce a los actuales reclamos sociales, y hoy, la Constitución que nos rige es suprema, soberana y representa al pueblo de México, por lo que por arriba de ella no hay ninguna autoridad u orden jurídico”, precisó.
El Diputado Presidente señaló que “hay que entender que primero es la Patria antes que nuestras ideologías, antes que las agendas de los partidos y que nuestros intereses de grupo o personales”.
Destacó que la Constitución y el Congreso de la Unión hoy son las herramientas y el espacio en donde están representados los derechos y las aspiraciones de todas y todos los mexicanos.
“Son el piso firme y parejo para que la diversidad y la pluralidad de nuestra sociedad se exprese en democracia y libertad, y además defienda nuestros derechos, para poder discutir, dialogar, acordar acciones y convenir las políticas y los cambios que mejor sirvan al país”, puntualizó.
Nuestra Constitución, dijo, es soberana y representa al pueblo y es justamente el pueblo el que se da un pacto social al realizar, redactar y convenir la Carta Magna, para poder coexistir de manera pacífica.
En sustento de ello, añadió que “la Constitución que hoy nos rige y que es el cuerpo legislativo del cual formo parte, está obligado a defender el sistema de división de Poderes”.
El diputado Santiago Creel Miranda mencionó que bajo la luz de Morelos y Pavón hay que prestar atención y escuchar los Sentimientos de la Nación, los del México del siglo XXI, para dar dirección a nuestra vida como ciudadanos.
“Unámonos todos, pero no en una unanimidad de pensamiento, porque eso en democracia no existe y no es bienvenido, se requiere unión en la pluralidad y la diversidad, porque eso es la democracia”, agregó.
Invitó a todas y todos a trabajar con energía para alcanzar nuestros sueños, pero siempre buscando el bien de la patria; seamos determinantes para cambiar todo aquello que nos impide avanzar y seamos fieles a los ideales de Morelos, a nosotros mismos, y reafirmemos la grandeza de nuestra patria.
“!!Viva el Siervo de la Nación, viva la división de Poderes, viva Morelia, viva Michoacán y que viva la grandeza mexicana!!”, finalizó.
A la ceremonia conmemorativa asistieron el Gobernador Constitucional de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, el Presidente Municipal de Morelia, Alfonso Martínez Alcázar, así como funcionarios locales, quienes junto con el Diputado Creel Miranda, depositaron una ofrenda floral y montaron una guardia de honor en la casa natal de José María Morelos, para posteriormente presenciar un Desfile Cívico Militar por las céntricas calles de la Capital del Estado.
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Morelia, Michoacán, 30 de septiembre, 2022
DIPUTADO SANTIAGO CREEL MIRANDA
Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados
Mensaje en la Ceremonia Cívica Conmemorativa con motivo del CCLVII Aniversario del natalicio del Generalísimo Don José María Morelos y Pavón.
Es verdaderamente un orgullo estar hoy aquí en mi entrañable Morelia.
No deja de admirarme la belleza de sus edificios y la cálida recepción de su gente.
Este día, las calles de Morelia, la cantera rosa de su hermosa Catedral y la famosa arquitectura del Palacio de Gobierno, son testigos de nuestra celebración con motivo del 257 aniversario del natalicio de uno de los héroes más añorados de todos nosotros: Don José María Morelos y Pavón, el Siervo de la Nación.
En Valladolid, hoy Morelia, en el año de 1765 nació el hombre que a lo largo de su vida concentró las mejores virtudes humanas, pero, hay que decirlo, nunca para beneficio personal, no. Morelos las cultivó y las puso en práctica para servir a los demás, para darnos una patria con igualdad, con libertad y derechos. En tan noble gesta, empeñó sus esfuerzos y otorgó su vida.
De origen humilde, José María fue desde muy joven sostén de su casa, decidido emprendedor en las labores del campo. Fue perseverante, autodidacta en los estudios, lo que le permitió entrar al Colegio de San
Nicolás y ahí, justamente ahí, conoció al rector Miguel Hidalgo.
En Carácuaro, el cura Morelos puso en práctica su compromiso social con los más necesitados, como él mismo escribió: “mi carácter es servir al hombre de bien, levantar al caído”. Eso sí, no era un cura consentidor, no toleraba el ocio, ni el vicio, por lo que era impulsor de la disciplina necesaria para “formar hombres y mujeres de trabajo”.
En 1810, al enterarse del levantamiento en armas de su maestro Miguel
Hidalgo en la lucha por la Independencia de México, a sus 45 años Morelos mostró otra de sus virtudes: atreverse a luchar por el cambio, por hacer realidad mejores condiciones de vida para todas y todos, como la igualdad entre los hombres, el respeto a la ley, banderas que enarbolaría cada vez con mayor convicción.
El llamado de Miguel Hidalgo, el cura de Carácuaro emprendió su gesta Insurgente, inspirado en las ideas de la ilustración, de aquel entonces, que habían sido motor de la independencia de las Trece Colonias en los Estados Unidos de América y de la Revolución Francesa.
Con esas ideas se formó Morelos.
Su natural talento militar hizo optar a Morelos por formar un ejército poco numeroso, pero disciplinado y entrenado, basado en el mérito, al tiempo que su sentido común le permitía sacar provecho de las precarias condiciones en las cuales luchaba.
Con Hermenegildo Galeana y Mariano Matamoros, sus inapreciables colaboradores, y con fieles seguidores como Nicolás Bravo, Manuel Mier y Terán, Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero, logró apoderarse de
Chilpancingo, de Tixtla, de Chilapa, de Taxco, de Izúcar y, por supuesto, de la Heroica Cuautla cuando fue cercada por los realistas y aguantó ese sitio, como lo aguantan los héroes de la patria.
La actividad insurgente de Morelos duró cinco años y emprendió cuatro
campañas militares. Sus exitosas acciones de armas, así como su ejemplar comportamiento, convirtieron a Morelos en un hombre muy querido por el pueblo.
Como muestra de este afecto, basta el estribillo de una canción que dice: “por mi general Morelos, doy todo mi corazón”.
Una vez que los insurgentes dominaron un extenso territorio, Morelos
convocó a un Congreso para que ejerciera la soberanía y organizara el
gobierno. El Congreso se inauguró el 14 de septiembre de 1813, precisamente en Chilpancingo. Con la lectura de los Sentimientos de la Nación fue inaugurado, fue abierto ese Congreso. Fue el primer Congreso de nuestra patria independiente, independiente ya de la corona española, origen de todos los parlamentos que han existido en México, hasta el día de hoy.
Esa es la fuente de las fuentes de todos los congresos mexicanos.
Morelos es padre de la Independencia, pero también es padre del Congreso mexicano.
El día de hoy, vengo a honrar su memoria y lo vengo a hacer como presidente de la Cámara de Diputados, a nombre de todas y todos los legisladores que la integran.
Los Sentimientos de la Nación resumen el ideario de Morelos. Son el plan constitucional que él había pensado y reflexionado para el México
independiente.
Entre los principales puntos de los Sentimientos destaca que la soberanía dimana del pueblo y se deposita en el Supremo Congreso Nacional Americano.
Plantea una organización de gobierno que evita la concentración del poder político y protege a las personas y a sus propiedades.
Prohíbe la esclavitud y establece la igualdad de todos los seres humanos que habitaban en aquel entonces en nuestra tierra. Para Morelos: “Sólo distinguían a un americano del otro el vicio y la virtud” y nada más. Con ello, se adelantó medio siglo a la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos de América, en el país vecino del norte, que en 1863 proclamó el presidente Lincoln. De este calibre, de esta altura de miras y el pensamiento revolucionario es y sigue siendo el cura de Carácuaro. Esa es la grandeza mexicana que todas y todos estamos obligados a honrar todos los días. Esa grandeza que depende del compromiso que tengamos cada uno de nosotros con nuestra patria, es nuestro compromiso y de nadie más.
En los Sentimientos de la Nación se considera al derecho, a la legislación, un factor de progreso, de transformación social y de cambio histórico.
Esta es una característica central del pensamiento y de la obra de Morelos.
Después de firmar la declaración de Independencia, el Congreso nombró a Morelos como el Generalísimo, previamente se le había designado encargado del Poder Ejecutivo.
Apasionado e impulsor de la Independencia, Morelos tenía claro que para que ésta fuera viable y permanente se debían establecer las reglas fundamentales que dieran orden, que contuvieran los excesos y que den certidumbre para avanzar y tener un mejor futuro.
De ahí el empeño de Morelos para que no se interrumpa el trabajo del
Congreso en la redacción de la Constitución del México Independiente, a pesar de la persecución de los realistas que no le daban tregua.
El de Chilpancingo fue un Congreso itinerante que estaba de un lugar a otro, debió trasladarse a Tlacotepec, a Tetela, a Ajuchitán, a Huetamo, a Ario, a Uruapan, a Tiripetio, hasta llegar, finalmente a Apatzingán. Ahí, precisamente ahí en Los Laureles, las sesiones tenían lugar bajo los árboles. Los congresistas apenas tenían para comer. Su escolta, la escolta del generalísimo, estaba integrada por apenas 80 efectivos casi desnudos y desarmados, no tenían más que cinco fusiles y se alojaban todos ellos en chozas.
Esta precariedad, fue tal vez el nutriente más poderoso para que los
congresistas no cedieran ante ese alto propósito. Y así fue. La Constitución redactada por el Congreso de Chilpancingo, inspirada en la Constitución de Cádiz, en la cual, por cierto, participaron insignes mexicanos que después integraron el Congreso Constituyente de 24, precisamente ahí fue donde se construyó ya la República, pero a partir de su fuente originaria que fue la Constitución de Apatzingán, el 22 de octubre de 1814.
Me voy a permitir detenerme un momento, para mencionar a quien considero que la historia, nuestra historia mexicana, no le ha dado el reconocimiento que merece. Me refiero a don Carlos María de Bustamante, secretario de Morelos y uno de los principales redactores de la Constitución de Apatzingán.
Desde la trinchera de la pluma y del papel, el oaxaqueño Carlos María de Bustamante se sumó, desde sus inicios, a la lucha de la Independencia, blandiendo su palabra escrita como afilada y templada arma en la defensa de los principios e ideales de los insurgentes. Bustamante fue el responsable de trasladar al papel las ideas del Generalísimo y dejar registro de su invaluable legado.
La Constitución de Apatzingán, la primera Constitución republicana, estableció postulados liberales y democráticos que se convirtieron en referente obligado para la evolución del constitucionalismo mexicano.
En la Constitución de Apatzingán se establece que la soberanía reside en el pueblo. En nuestra actual Constitución, la Constitución de 1917, recoge y prácticamente, textualmente, repite y reitera el espíritu dicho en esos principios: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder político dimana del pueblo y se instituye para su beneficio”.
Desde la Constitución de 1814, ya reconocía el principio de la división de poderes, mismo que sigue constitucionalmente hoy vigente y que establece que el Supremo Poder de la Federación se divide para su ejercicio en los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial.
Además, establece una salvaguarda fundamental que limita el poder político al evitar que se reúnan dos o más poderes públicos en una sola persona o corporación.
Efectivamente, a la letra hoy dice: “…No podrán reunirse dos o más de estos Poderes en una sola persona o corporación, ni depositarse el Legislativo en un solo individuo, salvo el caso de las facultades extraordinarias que tiene el Ejecutivo de la Unión…”.
El sistema de los tres poderes tiene como su principal función, dividir al poder público, limitarlo y establecer controles y equilibrios.
La Constitución de 1917 subraya el pensamiento de filósofos que construyeron los principios fundamentales del sistema de la división de poderes. Uno de ellos, fue John Locke y, el otro fue, el francés Montesquieu, ambos fundadores del sistema original de división de poderes. Locke alertó sobre lo pernicioso que resulta la unión del Ejecutivo y del Legislativo en una misma persona, al afirmar que, y estas son las palabras de Locke: “Podría ser sobrada tentación para la humana fragilidad, capaz de usurpar el poder, que las mismas personas a quienes asisten la facultad de legislar, a ellas unieran las facultades de la ejecución para su particular ventaja”.
Montesquieu comparte esta idea y afirma: “Todo estaría perdido si el mismo hombre o el mismo cuerpo de próceres o de nobles o del pueblo ejerciera los tres poderes, pues se convertiría en un opresor”.
La fórmula de división de poderes marca un antes y un después entre el poder absoluto y el poder republicano. Este histórico tránsito se enriquece con la Revolución Francesa, la Constitución de los Estados Unidos de América y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano producto del cambio político y social más importante que hubo en el siglo XVIII y que traspasó el siglo XVIII, XIX y XX, y hoy se vive en el siglo XXI.
En el caso de México, la división de poderes tiene sus antecedentes, por supuesto, en la Constitución de Apatzingán de 1814, se reitera en todas sus constituciones, que van desde 1824 a la de 1857 y paradójicamente o, mejor dicho, contrariamente, en medio de ellas, este sistema también se encuentra hospedado en las constituciones conservadoras centralistas de 1836 y de 1843.
La que hoy nos rige y que es además el cuerpo legislativo del cual formo parte, está obligado a defender el sistema de división de poderes que fue justamente originado en la Constitución de Apatzingán, este es el ejemplo de Morelos.
Ahí se establece con toda claridad que la Constitución es suprema, que nuestra Constitución es soberana, que nuestra Constitución representa al pueblo y es el pueblo el que se da su pacto social al realizar, al redactar y al convenir la Constitución para poder coexistir pacíficamente. La Constitución es suprema y por arriba de ella no hay autoridad u orden jurídico.
Morelos, fiel a su convicción de respetar las leyes y mantener la lucha en defensa del nuevo poder constituido, decidió quedarse en Apatzingán y mantener la lucha en defensa del nuevo poder constituido; decidió proteger la huida de los congresistas y él también empezó ya a tomar otros rumbos y en esos otros rumbos aprovecharon los realistas para capturarlo en el poblado de Temalaca, que ya está vecino en Puebla.
A más de dos siglos, el legado del Siervo de la Nación y de sus leales compañeros, está hoy más vigente en la mente y en el corazón de todos nosotros. Es la estrella michoacana la que nos guía en la construcción de la patria que hoy tenemos.
La vía constitucional que abrió el Siervo de la Nación es la hoja de ruta para dar cauce a los actuales reclamos sociales. Bajo la luz del cura de Carácuaro, prestemos atención y escuchemos los actuales sentimientos de la nación, sí, los del México del siglo XXI, que les dan contenido, dirección, a nuestra vida como ciudadanos.
Nuestra Constitución y el Congreso de la Unión son, hoy, la herramienta y el espacio en los que están representados los derechos y las aspiraciones de todas y todos los mexicanos.
La Constitución y el Congreso son el piso firme y parejo para que la diversidad y la pluralidad de nuestra sociedad se exprese hoy en democracia y en libertad, y al tiempo defienda nuestros derechos, que podamos discutir, que podamos dialogar, que podamos acordar acciones, que podamos convenir las políticas y los cambios que mejor le convengan al bienestar de todos y todas las mexicanas.
Evitemos la división entre nosotros, evitemos la polarización. Sí, tenemos ideas distintas, escuchamos voces críticas, pero sepamos convivir con ellas, respetémonos, abramos el diálogo; porque por México, nuestras ideas y nuestros ánimos deben ser humildes y debemos de reconocer que primero es la patria; primero es la patria, antes que nuestras ideologías. Primero es la patria, antes que los programas de nuestros partidos. Primero es la patria, que nuestros intereses de grupo o personales.
Por eso, unámonos todos, no en una unanimidad de pensamiento; eso en democracia no existe y tampoco es bienvenido. Unámonos, eso sí, todos nosotros en la pluralidad y en la diversidad; eso, eso es la democracia, no más pero tampoco menos.
Trabajemos con energía para alcanzar nuestros sueños. Busquemos siempre, siempre el bien de nuestra querida patria. Seamos determinantes para cambiar todo aquello que nos impide avanzar en el bienestar. Seamos fieles a los ideales de Morelos. Seamos fieles a nosotros mismos y afirmemos la grandeza de nuestra patria, la grandeza de nuestro México.
¡Viva el Siervo de la Nación! ¡Viva la división de poderes!
¡Viva Morelia!¡Viva Michoacán! ¡Viva! Y que quede muy viva la grandeza mexicana.
Muchas gracias.