COSA DE PRENSA / Morir viviendo 2

 

  • Cómo halló respuestas no buscadas

  • El Universo buscaba un vocero

  • Ajedrez cósmico sin juego de dados

  • Es un juego perfecto

Javier Rodríguez Lozano

CIUDAD DE MÉXICO, lunes 28 noviembre 2022.- El intenso dolor llevó a Fidencio a respuestas de preguntas nunca formuladas, de secretos ocultos y cargadas de un sufrimiento infinitamente más aterrador que el duelo de aquella muerte, la de Sandra, como si buscara otra muerte, la suya propia.

No son pocos, se decía el viudo, los cónyuges que, ante la pérdida de su compañera o compañero de viaje por la vida, le pierden el sentido a la existencia y sienten, más de muchas veces, como que la vida sin él o sin ella, ya no tiene ningún sentido, nada de interesante le queda, por tanto, hay ir que buscándole la puerta de salida.

El ataúd, los lirios, crisantemos y rosas, tanto como las coronas de flores con listones familiares y amistosos de remitentes, y las flamas de las velas encendidas, en austeros mecheros de aluminio, así como la misma indiferencia del mundo, “que es sordo y es mudo”, no ofrecen al pensamiento ninguna otra idea que no esa esa: “Sin ti, ¿qué sentido tiene la vida?”

Y es un pensamiento que, como bola de billar en el cerebro, rebota en una y otra bandas, por horas, días y semanas… Pero tiene que cambiar, algo debe ocurrir para que ese pensar cambie por otro que le recuerde la misión humana de sobrevivir, siempre sobrevivir, pase lo que pase.

Lejos, pero muy lejos estaba el Fide de imaginar que, efectivamente, le esperaba otra muerte y también, era la suya propia, pero no la del cuerpo terrenal, sino la del espíritu aprisionado en años, décadas, de prolongada y somnolienta ceguera, con la que él se resistía a creer que se le ocultara tanta maldad.

Quien guste del juego del ajedrez -se decía a sí mismo- podrá entender, como alguna vez terminara reconociendo el propio explorador del macrocosmos, Albert Einstein, cómo el Universo -o Dios, independientemente de todo credo religioso y con respeto a todo creencia- el porqué del movimientos de las piezas: el peón, el caballo, el alfil, la torre, la dama y el rey, para que luego del azaroso recorrido por los caminos de la serendipia, se encontrara uno con que ya no hay ningún dolor, “porque no he perdido nada, ya que nada tenía”.

Insisto -se dice Fidencio a sí mismo- en contar mi historia porque muchas personas, estoy seguro, así me lo dicen las voces del Universo, están pasando por lo mismo que yo pasé, y si me leen o saben de mí, podrán hacer lo mismo que yo y volver a vivir, y dejar de sentirse perdidos; “les juro que eso es posible”, se repetía una y otra vez.

Quiero platicarles que mis experiencias de vida, incluyendo éstas que hasta ahora ha sido la más dolorosa, no debiendo serlo, me ha llevado a descubrir que no existe la muerte y que mientras no descubramos nuestro propósito de vida terrenal el sufrimiento y el dolor serán constantes; “la verdad nos hará libres”, dijo el hombre más grande que conozca la humanidad.

Repito: “Lo que hay en el plano espiritual no es más que el regreso al Hogar, a la Casa de la Inteligencia Superior, o como Usted quiera llamarle, de donde todos venimos y a la que hay que regresar con la tarea terrenal aprendida, porque si no sucede así, se obliga a regresar al Valle de Lágrimas más doloroso y denso del Macrocosmos, también, sin fin”.

Fue el camino espiritual lo que salvó a Fidencio; fue la falta de espiritualidad lo que perdió a Sandra.

Imaginemos un arcoíris: El color de abajo es el rojo, significa la vibración espiritual más densa, más baja, es pasión y agresividad; el naranja, es tanto curación como, prosperidad, vitalidad y entusiasmo, pero su nivel de vibración es apenas un poco mayor al rojo.

El amarillo habla de alegría, felicidad, fortuna, inspiración y creatividad, pero, aunque es el color del oro, su vibración aún es densa; el verde, naturaleza y esperanza, es también paz, equilibrio, salud, vitalidad, crecimiento y renovación, en el centro del arcoíris, es decir, vibra a la mitad.

En el azul empieza a elevarse la vibración, aunque no sea la óptima, representa paz espiritual, calma, armonía, aunque monótono y depresivo, pero tranquilo; y lo que podría ser una suerte de puente al estado Alfa es el color índigo, que simboliza tanto los sueños como la fantasía, y la individualidad, el respeto, la sinceridad, es la antesala a la más alta vibración, el color violeta: espiritual, mágico, paz interior y perfecto equilibrio ente la mente y el cuerpo, el estado perfecto.

En esos caminos de la serendipia Fidencio encontró con que al morir todas y todos llegamos al plano espiritual en un alma con un nivel de conciencia asociado a cualquiera de estos siete colores y que, en el plano terrenal, los más intensos dolores que vienen de los más oscuros secretos, son los mejores para crecer y evolucionar.

LA COSA ES QUE…

Es ese, nuestro color, el que determina cuál será nuestra situación en el plano espiritual.

Si bien, las voces del Universo le vinieron advirtiendo a Fidencio por años o décadas, que algo no andaba bien, pero él, al fin noble y bondadoso, creyó imposible pudiera existir tanta maldad, por lo que desoyó todos aquellos mensajes, hasta que, como naipes, el Universo le fue descubriendo todos, uno a uno de aquellos secretos ocultos, que además de esconder dolorosas realidades, obstruían una misión de vida que podría ayudar a muchas otras almas perdidas, porque el ajedrez cósmico no es un juego de dados: es un juego perfecto.

Por eso el Universo vendría en su rescate

Qué tal.

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