Rodolfo (el actor) y Luis Echeverría Álvarez, con Álvaro Echeverría Zuno
- LEA quería imponer sustituto de Colosio
- Álvaro adiestró la guerrilla: “El Guaymas”
- Se “suicidó” peleando herencia de papá
- Don Porfirio y AMLO no se arrodillaron
Javier Rodríguez Lozano
CIUDAD DE MÉXICO, viernes 15 julio 2022.- ¿Quién dijo que el periodismo es fácil? Diremos en broma que “la matemática del dato duro en la COSA DE PRENSA” es más escabrosa que la cósmica de Einstein o Planck, que pudieron ver claro lo macro y lo micro; y nosotros seguimos sin poder leer la palma de una mano.
Nuestras herramientas computacionales nos fallan y hacen que quedemos mal cuando saben que vamos por ese tipo de datos, en momentos en que más se necesitan, cuando el mundo se ve peor que en el discepolesco de Cambalache.
Leímos en el face de un estimado compañero y amigo periodista, Jorge Velázquez, que confiesa que en uno de los muchos periódicos controlados por el echeverrismo donde trabajó, le dijeron una ocasión sus jefes: “Aquí no se escribe a favor ni en contra de Echeverría”.
Así me pasó a mí en 1988 cuando durante la visita a Guaymas, Sonora, de la candidata presidencial del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT, ya desaparecido), Rosario Ibarra de Piedra, me presentara a varios exguerrilleros de la Liga Comunista 23 de Septiembre, entre ellos a Mario Álvaro Cartagena “El Guaymas”, fenecido el 13 de julio de 2021.
Algunos detalles nos hicieron comunes: Nuestros padres sería encarcelados en el Campo Militar número 1 durante la huelga ferrocarrilera de 1958, encabezada por Demetrio Vallejo y Valentín Campa.
Pero el dato duro sería éste: Me platicó cómo el hijo de Luis Echeverría -Álvaro Echeverría Zuno (antes de 1974, con unos 26 años de edad)- acompañaba por encargo de su padre, a un instructor alemán para adiestrar a integrantes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) de Guadalajara, que se convertirían en el Frente Revolucionario Armado del Pueblo (FRAP).
(Ahí Álvaro conocería de armas, como la escuadra que el 19 de mayo de 2020 le quitaría la vida, al parecer accionada por él mismo, pero eso nunca se probó, aunque existan presunciones periciales del gobierno del futbolista Cuauhtémoc Blanco, que no sabe aquello de “zapatero a tus zapatos”).
Envié la entrevista a mi periódico y nunca se publicó.
Después de “La caída del sistema” visité a doña Rosario en su casa de la colonia Roma y platicábamos aquella conversación con “El Guaymas”, le costaba trabajo creer que Echeverría promoviera a grupos guerrilleros.
¿Cómo es que Miguel Nassar Haro y Antonio Zorrilla Pérez tenían nombres y direcciones de integrantes de los grupos guerrilleros que serían masacrados y extinguidos tan fácilmente? Era muy difícil sacarles datos a los torturados, preferían perder una pierna, como “El Guaymas”, que traicionar a sus compañeros, le preguntaba yo a doña Rosario.
No es difícil creerlo -le decía también- basta ponerla la lupa a eventos como el intento de secuestro que culminó en el homicidio (el 17 de septiembre de 1973 de don Eugenio Garza Sada) quien iba a comprar al coronel José García Valseca la cadena de los soles; y el plagio (el 28 de agosto de 1974) de su suegro, don Guadalupe Zuno, a cargo de la Liga 23 de Septiembre y el FRAP, respectivamente.
La esencia de toda aquella visión infernal que tendría su trágica culminación el 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco, se enfocaba a una Sucesión Presidencial, una ambición oscura: la de ser Presidente de la República, porque así lo soñaba su suegro, el general Guadalupe Zuno, que en el acta de nacimiento de su hija María Esther, había conseguido que tres generales amigos suyos estamparan su firma: Álvaro Obregón, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho.
Tenía que ser presidente de la República a como diera lugar.
El año pasado, un 19 de mayo, se conoció muy escuetamente, la noticia de la muerte de Álvaro Echeverría Zuno, presuntamente “suicidado” con la única bala que había en la recámara de una pistola escuadra de su propiedad, quizá igual a aquella que aprendiera a usar cuando los estudiantes de Guadalajara que se adiestraban para la guerrilla del FRAP, escaparan milagrosamente al cerco policiaco, “serpenteando” en su huida de las barrancas de Oblatos, 45 años atrás.
Roberto Rock, exdirector de El Universal y propietario del portal La Silla Rota, informaría esa noticia y agregaría un dato interesante que otros medios no manejarían, atribuido a sus fuentes:
“Decidió quitarse la vida tras una prolongada confrontación con su hermana mayor María Esther Echeverría Zuno, designada administradora de los bienes de la familia por voluntad del exmandatario mexicano”.
Mario Moreno, Cantinflas, con olfato policiaco por supuesto, diría: “Ahí está el detalle”, que hace inverosímil el argumento de suicidio; independientemente de aquel otro dato revelado por la revista Proceso de Julio Scherer, claro, según el cual una sirvienta denunciaba que Benito y María Esther mantenían encerrado a su anciano padre.
LA COSA ES QUE…
Aún tenemos pendiente lo que en nuestra anterior entrega denominamos “el testamento oculto de Luis Echeverría”.
Dijimos entonces que, en dos momentos claves Luis Echeverría estuvo a punto de perder la candidatura presidencial, uno de ellos fue el 23 de noviembre de 1969 cuando al visitar la Universidad Nicolaíta de Morelia, estudiantes reprimidos desde 1966 le exigieron un minuto de silencio en memoria de los estudiantes y los soldados caídos en la matanza de Tlatelolco, con lo que el candidato ofendería gravemente al sector militar, haciéndolo responsable.
Encolerizado, el general Marcelino García Barragán le exigiría al Presidente Echeverría que cambiara de candidato.
“¿Y a quién quiere usted, mi general? ¿Ni modo que a Corona del Rosal?”, respondería socarronamente don Gustavo el inflexible.
Aquel fue el primero de los dos momentos en que Luis Echeverría estuvo a punto de perder la candidatura presidencial. Andando el tiempo, el propio Díaz Ordaz quiso bajarlo, pero demasiado tarde: Aquél se había empoderado y éste estaba ya empequeñecido.
¿Más detalles? Claro, en otro momento.
Pero empecemos por observar que de alguna manera ya se ven algunas pinceladas en el horizonte, con hechos que la historia no registra ni remotamente, tan increíbles como el que nos regala el presidente Andrés Manuel López Obrador al convertirse en el segundo Jefe del Estado Mexicano que no se arrodilla ante su homólogo del vecino país norte, después de Porfirio Díaz que tampoco lo hiciera frente a William Howard Taff en 1909, al preferir renunciar a su dictadura antes de agacharse como todos los demás.
Qué tal.