- Nada enseñó la pandemia a la política
- Ni cosquillas hizo siquiera al cinismo
- Ídolo falsos por juventudes perdidas
Javier Rodríguez Lozano
Miércoles 12 mayo 2021.- Son muchos años -décadas, para no ir lejos- de cubrir procesos electorales y nunca habíamos encontrado unas elecciones tan revueltas, complejas y desprestigiadas como éstas.
La pandemia no le hizo cosquillas al cinismo, porque nos venden el mismo pan duro que no alimenta a nadie, aunque la prensa tradicional nos diga lo contrario, exactamente como ocurrió el 3 de noviembre pasado en el vecino país del norte, ahí donde creíamos que la democracia sería para siempre.
Si la historia nos ha dicho, en México y en todo el mundo, que la política es la vía más rápida y fácil para enriquecerse, con el pretexto de llevar algo de aliento a la predominante pobreza, a la lacerante ignorancia y la angustiante ingenuidad, ¿para qué voto, al menos yo?
La prensa escrita, la radio y la televisión de los 80s y algo de los 90s, nos tenía muy adoctrinados, como aquel 1962 en que de la noche a la mañana hizo estrellas a un grupo de músicos de Liverpool sin ningún atractivo, con la intención oculta de empezar a drogar a las juventudes de entonces, como fue, y por esto estamos como estamos.
Pero “la benditas redes sociales” vinieron a abrirle los ojos a muchas personas y ahora, cada vez somos más los que sabemos cómo nos han engañado a todos, todo el tiempo, ridiculizando a Abraham Lincoln que opinaba lo contrario.
Sin necesidad de implantes -como los que especulan ciertos elementos hoy de moda y totalmente necesarios para la vida- en los 60s, con la música estridente de las bandas, los festivales como el de Valle de Bravo y el amor libre, nos dijeron también que pensar diferente era: “Conspiranoia”
Es decir, toda voz discordante, que no creyera en las bondades de los grupos musicales, las telenovelas, los noticiarios, el futbol y los periódicos y revistas, era “un conspiranoico”, epíteto muy socorrido entre las masas más conservadoras, para mantener el statu quo que les ofrece comodidad y”gatopardismo”, como el que pregonan los partidos políticos, pero para que nada cambie.
Francamente, después de observar en detalle cómo fue el proceso electoral en Estados Unidos y cuando todo el mundo espera una “nueva normalidad” para protegerse de la pandemia y evolucionar hacia un desarrollo más justo, vemos que las campañas políticas en México son más de lo mismo.
En estas elecciones ya no es la propuesta electoral, ni el perfil de las candidaturas, ni la esperanza de futuro mejor, sino que “a más dinero, mejores resultados”, como le hacen algunas candidaturas, al menos en Aguascalientes.
Porque no se puede entender de otra manera, cómo un personaje que no tiene ningún antecedente en trayectoria política, de pronto -hace tres años- se proclama candidato a presidente municipal, por un partido político que no lo postuló nunca.
Y en el 2021 vuelve a hacer lo mismo, solo que esta vez sí trae el visto bueno del Comité Ejecutivo Nacional del partido que lo postula, pero con el repudio de toda su gente en la entidad.
¿Qué pasó ahí? ¿Cómo estuvo eso?
La razón es simple: Aguascalientes nunca ha sido de los aguascalentenses, sino que ha dejado esa delicada tarea de la política a gente de afuera, como Ricardo Monreal Ávila intenta ahorita; y antes lo hiciera Manlio Fabio Beltrones, por abarcar al menos los últimos 20 años.
LA COSA ES QUE…
Como decía Zapata: “La tierra es de quien la trabaja”, y los aguascalentenses han dejado que otros fuereños vengan a trabajar su tierra porque a ellos les da miedo la política.
Sin embargo, no está dicha la última palabra. Lo cierto es que quien paga más por las encuestas, como las de Mitofsky y Carlos Pena, por ejemplo, no superarán la animadversión de las mayorías.
Por eso a Aguascalientes le esperan otros tres años azules, que si bien no han sido los mejores de su historia, sí han demostrado ser los menos malos.
Y para el 2024, cuando el partido dominante -porque es el único que está a favor de los pobres- haya rectificado y se haya despojado de sus lastres, competirá con una nueva fuerza y mejores expectativas, porque para entonces sí tendrá mejores candidatos y habrá mayor pobreza que atender.
Qué tal.