La fotografía fue tomada en la salita que estaba a un lado de la jefatura de redacción, donde trabajaba Viale. En la foto aparecen Juan Arvizu, Emilio Viale, Toño Arellano Caracas, Raúl Correa, Eleazar Franco Gaona, Javier Cerón y Jesús Matus.
QUÉ BONITA MANERA DE ENTENDER A
RAÚL CORREA: YOAV SAMANIEGO BEHAR
En Facebook, Wilbert Torre, viernes 15 enero 2021.
Hace algunos años, cuando escribía un perfil sobre Fidel Samaniego, conversé con Raúl Correa, muy amigo de Fidel y una pieza única en El Universal, en los años 90. Entonces Raúl me compartió algunas anécdotas y episodios de su vida en aquella sala de redacción. Hoy lo comparto con ustedes como un homenaje y una celebración a la vida de uno de los más grandes reporteros de este país. Un abrazo infinito a su esposa y sus hijas. Sé que también lo apreciarán Olivia, la viuda de Fidel, y sus hijos, Nitza y Yoav:
Una pandilla de amigos y una de las mejores redacciones.
Por Raúl Correa Enguilo
Cuando escucho el nombre de Fidel Samaniego recuerdo la mejor etapa de mi vida como reportero y, en mi opinión, a una de las mejores redacciones que haya tenido un medio de comunicación en el país.
Conocí a Fidel Samaniego al final de la década de los 70. Entonces yo estaba en el Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) y él ya estaba en El Universal. Coincidimos en la cobertura de un evento en la Iglesia de la Santa Veracruz, al parecer la primera huelga de hambre de doña Rosario Ibarra de Piedra.
Como era su estilo, muy accesible, aunque a veces no lo pareciera, pronto hicimos amistad. Me expresó sus simpatías por el Partido Mexicano de los Trabajadores, por Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, por Rius y sus agachados.
Fidel y yo éramos de la misma edad, todavía lucíamos nuestra melena y también coincidimos en los gustos musicales por los Beatles y los Rolling Stones. En El Universal profundizamos nuestra amistad. Algunos pensaron que llegué a El Universal recomendado por don Jorge Villa, que en paz descanse; Emilio Viale, o Fidel Samaniego.
En realidad llegué a El Universal invitado por mi amigo Arturo Zarate Vite, quien me había gestionado una entrevista con Viale, jefe de de información. Estaba esperando en el pasillo a que me recibiera Viale y hasta ahí llegó Fidel. Me jaló del brazo, me llevó al centro de la redacción y gritó:
“¡No que no, cabrones! ¡Salinas y Cuauhtémoc juntos!”.
Se apuntó con el índice y luego me señaló a mí. Fidel había cubierto la campaña de Carlos Salinas de Gortari y se hizo su amigo; yo había reporteado la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas y también nos hicimos amigos.
Divertido, me abrazó y me expresó palabras de bienvenida a El Universal. Yo guardé silencio. Estaba apenado, pues todavía no había hablado con Viale, con quien formalmente se haría mi ingreso a El Universal.
Viale no me conocía, ni yo a él, más que por algunos trabajos periodísticos en Proceso. Pero así era Fidel. Llegué con Viale sonrojado y él completó la faena fideliana: “Sé que eres perredista y un furibundo Cuauhctemista; pero también sé que eres buen periodista y por eso estas aquí. Para esto te queremos en El Universal”. Todo indicaba que se habían puesto de acuerdo.
En la etapa de finales de 1989 a 1993 los reporteros de El Universal nos hermanamos. No sólo éramos un equipo de trabajo, sino que cultivamos una bonita amistad. Teníamos un equipo de futbol, y convivíamos frecuentemente entre nosotros con nuestras familias.
Recuerdo un paseo en trajinera por Xochimilco –organizado por Toño Arellano Caracas– tras el cual casi todos terminamos muy borrachos y Fidel se desató cantando a capela canciones de Juan Gabriel.
Fidel era muy bromista, a todos sus cuates les ponía apodos. Alguna vez le pregunté a don Jorge Villa por qué trataba a Fidel muy formal y no bromeaba como lo hacía conmigo. Don Jorge me respondió: “¿Acaso quiere que también a mí me ponga apodos?”.
Cuando Fidel estaba de gira con Salinas, la redacción estaba tranquila; cuando terminaba de redactar su crónica o ya había enviado su crónica, armaba enorme relajo en la redacción. Se la pasaba haciendo bromas con quien tuviera cerca.
A mí me puso dos apodos: Brozo, porque lo albureaba, y El Padrino, luego de que bauticé, confirmé y casé a Jesús Matus. Yo le puse el mameluco, porque se comportaba como niño.
Fidel se había comprometido con Matus para ser su padrino de velación, en una iglesia de Chipilo, Puebla. Nunca llegó, por lo que Matus me pidió que también fuera su padrino de bodas.
Travieso y maldoso, Fidel llevó un día a la redacción a su compadre Luis Donaldo Colosio y me presentó con él haciéndole notar que yo era muy amigo de Cuauhtémoc Cárdenas, su adversario político. Colosio, del brazo de Fidel, me saludó con la frase: “¡pluralidad y democracia!”.
Con Fidel nunca polemicé sobre política, como sí lo hice con Emilio Viale. Fidel y yo siempre guardamos nuestra distancia y mutuo respeto sobre el tema. Él me hablaba muy apasionado de la Glasnot y de la Perestroika, tras su viaje a la URSS, y de los deseos de Salinas de que en México hubiera un partido de izquierda moderna, que restara fuerza al entonces PRD, que lo cuestionaba mucho, entendía yo.
En los convivios era el primero en animarme para entonar con todos El moco y La flaca, con dedicatoria a Georgina Howard. Nos divertíamos mucho. Frecuentemente nos reuníamos en casa de Emilio Viale. Llegaba Fidel con su esposa, Olivia, y sus hijos Yoav y Nitza, entonces unos niños.
Acudían Eleazar Franco y su esposa Bety; Juan Arvizu y su esposa, Antonio Arellano, Jesús Matús y Marcela, Manuel Ponce y su esposa, Wilbert Torre, Irma Rosa Martínez, David Aponte, Javier Cerón, Francisco Arroyo, Javier Rodríguez Lozano, Georgina Howard y Miguel Perrusquía.
En una ocasión que cubrió la visita de Carlos Salinas a Nezahualcóyotl, llegó a la redacción casi gritando que había estado en minezota, que viajaron por aire, y que desde las alturas ubicó en mi casa a mis perros chicaxcleros, que me acusaba de haber cambiado por una french pudle regalo de Georgina Howard. Así me vacilaban él y Toño Arellano Caracas.
Fidel Samaniego era muy ocurrente y hacia lo que quería con su crónica, de tal forma que días después mencionó a mis perros chicaxcleros, en el relato de la visita de Salinas a Neza.
Cuando renuncié a El Universal, en protesta por el despido de don Jorge Villa, don Pedro Álvarez del Villar y Emilio Viale, a manera de despedida me regaló el libro El Padrino, y para ello preparó una de sus acostumbradas ceremonias.
Me citó a las afueras del periódico y me llevó a la librería Reforma, dónde solíamos comer y hoy está el estacionamiento del hotel Meliá.
Pidió el libro de Mario Puzo y me lo dedicó con palabras muy sentidas, muy emotivas en alusión a la amistad que habíamos forjado.
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(Aportación de Manuel Ponce en Facebook).- De izquierda a derecha, Vìctor González, RAÚL CORREA, Javier Rodríguez Lozano e Ismael Romero, en la redacción de Iturbide de EL UNIVERSAL, en los 90s.