Esperanza López Mateos (1907-1951)
- Fiesta del crepúsculo sangrante
- El coronavirus de los periodistas
- Surge Talón de Aquiles de la 4T
Javier Rodríguez Lozano
AGUASCALIENTES, Ags., viernes 27 marzo 2020.- “El Viejo Arles… nos narra sabrosamente… los desengaños, entuertos, conflictos, peleas, chismes, dolores y alegrías de los olvidados, los humillados y ofendidos; otorgándonos la fórmula heroica del francés Henry Barbuse (al que Arles seguramente leyó): la rebeldía de sonreír, de pie sobre la tierra de los muertos, la rebeldía de estar de fiesta en el crepúsculo, que es un triste sangrar…”: Juan Carlos Castrillón… Una precisión de COSA DE PRENSA: la narrativa a la que se refiere Castrillón fue escrita en 1943, cuando Arles tenía 31 años de edad y no era viejo… Ayer hablé de Bruno B. Traven (1882-1969) y Rafael Arles Ramírez (1912-1969), dos escritores precursores de la novela social mexicana muy anteriores a Carlos Monsiváis (1938-2010), cuya historia encierra algo del misterio de las almas gemelas, que Luis Spota y Antonio Rodríguez intentaran desentrañar con la de Traven, pero sin éxito. Uno de ellos, Rodríguez, escribiría en la revista de don Daniel Morales Blumenkron, Mañana, que la autora de las novelas de Bruno era Esperanza López Mateos (1907-1951) activista social, la Rosario Ibarra de Piedra o la Antonieta Rivas Mercado de entonces, asesinada por el alemanismo en el contexto de la huelga minera de Nueva Rosita de 1950, y por lo que el sistema priísta “indemnizaría” a su hermano menor, Adolfo, siete años después, con la Presidencia (1958-1964); vaya historia… Conocí a Arles en 1966 en la casa de Antonio “Indio” Velázquez Trejo (amigo de Graciela Olmos, “La Bandida”, en cuyo burdel trabajara de mesero Alberto Domingo, que luego se convertiría en reportero de Guerra al Crimen, dirigida por “El Indio” Velázquez, que en el tiempo adquiriría Regino Hernández Llergo con el nombre de Alarma). Arles vivía en un hotel (hoy, el Oasis) de la calle de Brasil 6, a unos pasos del Zócalo, adonde yo lo visitaba diariamente. Nunca me quiso explicar para qué servía el tipómetro, con cuadratines, líneas ágatas y pulgadas, me limitaba a observar cómo trazaba con un bicolor las fotos en rojo y los textos en azul, a una, dos o tres columnas, en el machote de una revista o un periódico tabloide o standar. Así se diseñaban entonces los periódicos y las revistas, era el formato o el machoteo; hoy se llama diseño gráfico y hay varios programas para hacerlo. Para entonces padecía una penosa enfermedad y me insistía en que yo no fuera periodista. Cuando le preguntaba por qué, la ambigüedad de sus respuestas no me convencía; tuve que aprenderlo como la letra de Vasconcelos: con sangre. Sin embargo, con aquella habilidad ópticamente aprendida, me colé en 1973 a Rotativo, dirigido por uno de los discípulos del “Indio” Velázquez, don Luis “El Chino” Cantón Márquez… A invitación suya, en noviembre de 1968, cuando gobernaba José Castillo Tielemans, me fui a Túxtla Gutiérrez a visitar a mi maestro Arles, en su casa de la colonia Bienestar Social, conseguida por el líder urbano Domingo Arenas, años atrás, en el gobierno de Efraín Aranda Osorio (1952-1958)… Una de las razones por las que Arles no me quiso enseñar periodismo era por la humillación a que somete la clase política a los periodistas, aunque me hablara mucho de eso y de cómo escribiría su novela Ojalá te mueras, principalmente viviendo en la colonia Guerrero -como también lo hicieran Oscar Lewis para escribir Los Hijos de Sánchez y Luis Buñuel para filmar Los Olvidados– y desayunando té de canela con piquete bajo el puente de Nonoalco… Ayer vimos uno de esos claros ejemplos, lamentablemente, proveniente de alguien que sabe mucho de las ciencias políticas y sociales, Andrés Manuel López Obrador, especialmente aquellas encaminadas a obtener el poder, pero que ya cuando está en él, como el Werther de Goethe, olvida para qué. Es decir, se ha olvidado que también sirve para hacerle justicia a los humillados por los caciquismos de los gobernadores de los estados. En su conferencia matutina de ayer el reportero Ernesto Ledesma, de Rompeviento TV, planteó al Presidente un escenario que todo reportero investigador ha vivido más de muchas veces: la de recibir el apoyo de la gente para conocer una injusticia. El reportero le habló al Mandatario de una situación de caciquismo del gobernador de Chiapas, el morenista Rutilio Escandón Cadenas, quien palabras más, palabras menos, ha encarcelado a través de su secretario de Gobierno, Ismael Brito Mazariegos, a los líderes de las comunidades comprendidas en los 12 reportajes de Rompevientos TV, como el señor Cristóbal Santís Jiménez, del municipio de Aldama, acusado de dos homicidios que no cometió, indudablemente, solo que al reportero se le olvidó acompañarse de pruebas documentales. El gobernador emanado de Morena, pésima noticia, Escandón Cadenas, ha encarcelado a todos los líderes. Santís es preso por el delito de denunciar los despojos del gobierno chiapaneco contra la población. La denuncia del reportero Ledesma es inobjetable, la conocemos muy bien los periodistas que conocemos México y también las limitaciones del poder presidencial: “En el caso de don Cristóbal, que está detenido arbitrariamente en el penal de Cintalapa, en ese penal en El Amate es la misma historia de muchos años y de sexenios atrás y no cambia, cada preso tiene que pagar una cuota para que no le suceda nada y no es distinto con el señor Cristóbal Santís Jiménez. La familia tuvo que juntar cinco mil pesos y todavía hay una exigencia de 15 mil pesos más. No importa qué director de penal esté, no importa qué gobernador esté, la situación sigue siendo la misma”, denunció el reportero… ¿Y cuál fue la respuesta de Andrés Manuel López Obrador? “El presidente no puede decir: ‘Es una injusticia’, sin tener elementos, y ‘libéresele’. Eso no, o sea, tiene que haber un fundamento legal, primero. Segundo, es muy importante acudir a la Comisión de Derechos Humanos, por eso se tiene esa institución, para que en estos casos de injusticia, donde se presume que hay represalias políticas, la comisión actúe. ¿Por qué somos distintos? ¿Por qué no nos pueden comparar?”
LA COSA ES QUE…
No es cierto, esta administración federal no es distinta de otros gobiernos que toleraron las injusticias y los impunes cacicazgos de los gobernadores. Lo triste de esta actitud presidencial, que viene a ser una suerte de “el coronavirus de los periodistas”, porque no hay vacuna contra el veneno de sus denuncias irrefutables contra los caciquismos de todos los gobernadores de los estados y la impunidad del crimen organizado, es que esto hará imposible la Cuarta Transformación; qué tal.