Carlos Ferreyra Carrasco Los personajes visibles en Puebla para agenciarse la gubernatura que dejó así, sin más, Ericka Alonso, son alrededor de media docena. CIUDAD DE MÉXICO, martes 19 febrero 2019.- Destacados, Citlali Ibañez, conocida en los fondos subterráneos del morenismo voluntarioso, con el alias de la Yeidckol, y su hoy acompañante inseparable, el senador Miguel Barbosa cuya filiación partidaria depende del día, el momento y la oportunidad.
La primera ya anunció a Dios y al mundo que el segundo repetirá la candidatura que ya perdió una ocasión. Ambos personajes son vistos con extrañeza y los poblanos no aceptan que suden calentaras ajenas en su territorio.
Yeidckol, impositiva, está fracturando a los del partido color camote que en mayoría repudian al Barbosa por razones concretas: su entidad natal sólo le ha servido como escalerilla para trepar políticamente; en su notable ambición ha vagado por distintos partidos, desde los tricolores hasta hoy, los camoteros.
Su más reciente maroma lo llevó impúdicamente a sumarse a las huestes morenitas porque su entonces partido le negaba la candidatura al gobierno poblano.
Le critican el uso de una necesaria mutilación en una pata, para placearse y de significar un cero a la izquierda, lograr inclusive el liderazgo de los amarillos en la Cámara. Le reconocen, a cambio, sus lealtades familiares que han llevado a su tribu a estadios de bienestar impensables.
De los otro cuatro suspirantes a la candidatura, encabezados por Ricardo Monreal, destaca el también senador Alejandro Armenta, quien, en una comiquísima deposición oral o declaración periodística, criticó a Barbosa porque saltó de partido para obtener la candidatura.
Tras rígida profesión de ética y moralidad, dijo ante Monreal que en Morena no se aceptan tales actos de deshonestidad. Tan inocente que se olvidó que su guía hizo exactamente eso para agandallarse el mando en Zacatecas, lo que demuestra que el tipo no carbura correctamente, o piensa que los poblanos son tarados como él y Barbosa.
Corchetito: a lo largo de las carreteras que mediante, aunque no módica, cuota nos permiten usar los dueños ibéricos, se ven centenares de cisternas plateadas que, pese a lo que diga el dedito sagrado, ni son importadas ni son escoltadas ni son de Pemex.
Misterio grandote como la versión de que eran robadas mil pipas diarias. Versión que se deja suelta porque si alguien quiere constatación, la obtendrá sin duda: los despachadores de Pemex se reservaban un porcentaje de la venta, así que sí, robaban más de un millar de vehículos pero no necesariamente el transporte completo.
Listillos, ¿no?