COSA DE PRENSA / Manotazo presidencial

 

 

  • El de Echeverría contra Excélsior en 1976

  • Y el de Zedillo sobre El Universal de 1996

  • No existe medio alguno sin adeudo fiscal

  • AMLO se abstiene; ¿Sheinbaum también?

 

Javier Rodríguez Lozano

AGUASCALIENTES, Ags., miércoles 8 mayo 2024.- En el mundo no existe sistema político alguno que al llegar -por ejemplo, en 2009 en Rusia cuando Gorvachov terminó y surgiera Putin- no transforme su postura ante la prensa.

 

Ha sido, es y seguirá siendo, prerrogativa del Estado y su poder político real, normar su relación con los medios de comunicación.

 

Antiguamente se creía que la existencia de los grandes periódicos y de las influyentes cadenas de radio y televisión, se financiaban con la publicidad, predominantemente oficial, pero en 1976 vimos en México que no era así, cuando Echeverría estrangulara a El Periódico de la Vida Nacional desde cuatro años antes de su golpe fatal.

 

Se vio que la iniciativa privada, por la vía de Juan Sánchez Navarro, (el ideólogo empresarial que detentara el mayor cacicazgo que abarcara casi cinco estados del noreste del país, afectado por la Reforma Agraria de Lázaro Cárdenas, y que heredara esa privilegiada posición a Claudio X. González), proveería desde 1972 a Julio Scherer García de la publicidad suficiente para subsistir ante la feroz embestida presidencial, que le cancelaba la publicidad oficial.

 

En su libro La Tercera Memoria, Scherer García narra el génesis o los orígenes de aquel golpe del 8 de julio de 1976, que empezara cuatro años atrás cuando Echeverría decretara un boicot de anunciantes, aunque no fuera eso lo que le doliera a don Julio, sino la deslealtad de muchos.

 

Entonces Excélsior pudo seguir adelante, pero nadie ha investigado todavía que aquellos convenios de publicidad con los grandes almacenes de la ciudad, entre otros, no venían precisamente de ahí, sino del poder económico mundial mejor conocido como el Club Bilderberg, que opera igual en todo el orbe. Pero esta historia la relatan mejor los periodistas Cristina Martín Jiménez y Daniel Estulín.

 

Este último, Estulin, un lituano ex agente de la KGB y presuntamente también, bisnieto de Kengis Kan, ya ha estado con nosotros en el Club de Periodistas de México, A.C., a narrarnos lo que Ortega y Gasset llamaría “Los sótanos del poder económico mundial”.

 

 

Apunte aparte, es el de resaltar que los salarios de los trabajadores de los periódicos y periodistas cooperativados -además de Excélsior, los de La Prensa– fueron los más altos del mercado, mucho más jugosos que los de Televisa, porque se integraban con otros elementos que los demás no tenían, como “las derramas” semestrales y anuales; fue la única etapa en que el periodista tuviera salarios de dignidad.

 

Aquel cuerno de la abundancia de Paseo de la Reforma 18 llegaba hasta Paseos de Taxqueña, donde la cooperativa de Excélsior poseía unos terrenos, que el 10 de junio de 1976, poco después de la elección de José López Portillo, serían invadidos nada menos que por el “invasor oficial” del Presidente, Humberto Serrano, porque lo mismo había hecho en todo el país con el clásico estilo echeverrista: Crear un problema para luego llegar él a resolverlo, como el de 1968 para resumir.

 

Regino Díaz Redondo y su equipo se apoderarían del periódico más importante de América Latina, hasta noviembre de 2006 en que otro manotazo presidencial, esta vez el de Vicente Fox, acabara no solo con la vida de su último director (mi director) José Manuel Nava Sánchez, asesinado el mismo día en que en una comida en el Club Primera Plana diera a conocer libro en el que narraba lo que ocurriría después, para que el español Olegario Vázquez Raña pudiera hacerse del periódico, pero ya sin la célebre tradición periodística de antaño.

 

Historia de injusticia e impunidad a la que no se asomó para nada Andrés Manuel López Obrador.

 

El otro caso, el de El Universal:

 

Había un secretario, entonces de Programación y Presupuesto, institución que el 7 de enero de 1992 desaparecería, y que ocuparía entonces la Secretaría de Educación Pública, pero que se preocupaba porque El Gran Diario de México le pegaba un día y otro también, como decía nuestro amigo Francisco Cárdenas Cruz, el columnista político de moda.

 

Estábamos a dos años de la Sucesión Presidencial y los aspirantes hacían su juego: Manuel Camacho Solís, en opinión del cardenal de Guadalajara, Juan Sandoval Íñiguez, sería el más activo en ese sentido; incluso, me platicó el prelado cómo su finado antecesor, Juan Jesús Posadas Ocampo, así lo había sentido cuando, días antes de su asesinato, el 24 de mayo de 1993, fuera convocado a Los Pinos, donde además de Salinas, Córdova Montoya y Luis Donaldo Colosio, Camacho Solís era quien más lo regañaba.

 

“Ya se sentía presidente”, diría Posadas Ocampo a Sandoval Íñiguez.

 

(Ha habido quien opine que Camacho Solís también estaba detrás del Movimiento Zapatista que estallaría el 1 de enero de 1994, antes de la elección presidencial del 21 de agosto siguiente que ganara Ernesto Zedillo Ponce de León).

 

Y la razón por la que el secretario de Educación, Zedillo, era golpeado “un día y otro también”, por El Gran Diario de México, era muy simple: Porque al personal administrativo de su anterior y de la actual dependencia, habían descuidado pagar puntualmente la publicidad, cosa que no ocurría con las facturas de “el periódico de enfrente”, como llamábamos a El Periódico de la Vida Nacional.

 

Como reportero de la fuente, me fue solicitada mi opinión y ese fue mi comentario, porque mi gerente general, don Daniel López Barroso, me había pedido apoyo en ese sentido y aquel sería entonces mi comentario a la SEP; se corrigió de inmediato.

 

Eso me llevó a convertirme en el reportero más cercano al secretario de Educación, sin que esto quiera decir que hubiera algún tipo de subordinación, pero sí le permitía a mi periódico tener la mejor información de esa fuente; hice muchos viajes con el doctor Zedillo, sin más reporteros, incluso a Europa y a todo el país.

 

Era natural, porque hay otra tradición de la que no se ha escrito y nunca se escribirá cuando ya el periodismo impreso va de salida, que el reportero que cubra la fuente de un secretario de Estado que se convierte en candidato presidencial y luego en Presidente, cubra también la fuente presidencial.

 

Yo cubría la SEP de Ernesto Zedillo y no fui asignado ni a la campaña presidencial, ni a la fuente presidencial, detalle que a todo el mundo pasaría desapercibido, menos al secretario, ni al candidato, y menos al Presidente.

 

Por supuesto, que tengo testigos de esta anécdota; y de mucha calidad, claro.

 

Yo no creo que haya sido por eso, sino más bien porque como coordinador de la campaña de Luis Donaldo Colosio, Zedillo sería muy atacado por algunos periódicos, fincándole responsabilidad en aquel magnohomicidio.

 

El punto es que, en 1996, casi a la mitad de la administración, la Procuraduría General de la República a cargo de Antonio Lozano Gracia, intentó detener al propietario de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz, acusado de defraudación fiscal establecida en cuatro averiguaciones previas.

 

Fue aparatoso el intento, en el cual el propietario de El Gran Diario de México solicitaría asilo en la embajada estadounidense, que Negroponte negara porque no se trataba, en su opinión, de una persecución política.

 

Juan Velázquez -el mejor abogado de México, nieto de don Víctor Velázquez, abogado de Porfirio Díaz- se haría cargo de las primeras diligencias, pero luego renunciaría dejándolas en el despacho Aguilar y Quevedo, pero Ealy Ortiz tenia que firmar en los juzgados del Reclusorio, hasta que interviniera en su favor el propio Presidente Zedillo, a instancias de Esteban Moctezuma Barragán.

 

Y podría detallar más, pero se me acabó el espacio.

 

LA COSA ES QUE…

 

Manotazos presidenciales, que si Andrés Manuel López Obrador los hubiera dado en su administración, muchos grandes medios ya hubieran desaparecido, pero como él dice, “no somos iguales”.

 

Para gobernar, cuando el electorado y la ciudadanía misma se halla polarizada entre sus propios datos, siempre han sido necesarios “los golpes de timón”, como los que dará Claudia Sheinbaum contra algunos poderosos medios de comunicación, como los de Ricardo Salinas Pliego, no por adversarios a la Cuarta Transformación, sino por adeudos fiscales, de los que nadie está exento.

 

Qué tal.

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