COSA DE PRENSA / Mi Peluquero

 

 

  • Lola Beltrán y Lucha Villa con nuestro estilista

  • Pepe Jara y el gran periodista Manuel Buendía

  • Se atendió como Dios manda a Julio Iglesias

  • Una historia con muchas historias, las de Pepe

 

Javier Rodríguez Lozano

3/3

 

CIUDAD DE MÉXICO, 25 febrero 2024.- El pasado miércoles dijimos que todavía nos faltaba platicar cómo fue que Lola Beltrán, Lucha Villa y Pepe Jara, se sentarían también en los sillones de la peluquería en la Zona Rosa de mi amigo Pepe Pérez Flores… Y después lo haría alguien todavía más célebre, pero ese será nuestra cereza del pastel.

 

Dicen, quienes saben de la 5ª Dimensión y su significado en materia de conciencia (conocimiento) que “si ya te toca: aunque te quites. Y si todavía no te toca: aunque te pongas”, porque en estos tiempos principalmente, el Universo ya no está para permitir tanta basura en su espacio, entonces realiza una intensa limpieza, mejor aprovechada precisamente, por ese salto cuántico de las tercera y cuartas dimensiones, que a muchos ya les queda chica.

 

Lola Beltrán (1935-1996) sería una de las clientas más afamadas de Mi Peluquero. Increíble cómo en la conjunción de los sillones, las tijeras y el peine de la barbería, se atesoran anécdotas silenciosas, pero de un ruido en el alma tremendo y fenomenal.

 

¿Quién iba a imaginar que aquella muchacha sinaloense que quería cantar y que fuera a pedir una oportunidad a la XEW de las calles de Ayuntamiento, fuera rechazada por el director artístico de la estación, Amado C. Guzmán, quien sin embargo, la empleó como su secretaria, hasta que Eulalio Ferrer la llevara con Tata Nacho para que le hiciera una prueba…

 

Así nacía Lola La Grande, después, por ejemplo, cuando se presentara en el Olimpia de París y recibiera un ramo de flores de mano de la belleza mítica llamada Sofía Loren, ya era conocida como La Reina de la Canción Ranchera, hasta que una penosa enfermedad la retirara de esta vida, a los 61 años de edad.

 

Lucha Villa (1936) también ya era grande cuando el peine y el cepillo se deslizaban cadenciosos sobre su blonda cabellera, hábil y diestramente manejados por su estilista de la Zona Rosa, mi amigo Pepe.

 

Ya había grabado infinidad de canciones, de los más famosos autores mexicanos y filmado algunas películas también de un sello particular, como El Gallo de Oro en 1964, que es una historia de Juan Rulfo, con Ignacio López Tarso y la adaptación de puño y letra nada menos que de Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes; repetiría en 1971 con López Tarso en Mecánica Nacional.

 

“Trabajar para ellas, para Lola Beltrán y Lucha Villa, así como para otras figuras muy conocidas en el mundo, era no solo una sensación especial y experiencia inolvidable, sino también una gran responsabilidad”, dice nuestro amigo, quien nos cuenta otra anécdota:

 

Relata Pepe que en la calle de Copenhague de aquella época había también un lector de cartas de tarot conocido como “El Licenciado”, quien después de una visita musical que le hiciera Pepe Jara, porque se acompañó para cantar ahí mismo El Andariego, de su creación, y se apretujara la gente en la puerta para verla, causando un gran revuelo.

 

“Oye amigo, ¿habría manera de que tu amigo Pepe Jara me visitara también, y se echara un bolerito, para que me caigan más clientes?”

 

Eran tiempos en que la plaza mariachis de Garibaldi, con la birria del mercado de San Camilito, y la Zona Rosa, eran de lo más populares, donde se daba cita el pueblo pero también muchos políticos, periodistas y artistas.

 

Mucho antes de aquel fatídico 30 de mayo en que fuera asesinado por sicarios del director de la Federal de Seguridad, Miguel Nazar Haro, por órdenes del presidente Miguel de la Madrid, el periodista de Excélsior, autor de la columna Red Privada, Manuel Buendía (1926-1984) era también cliente frecuente de nuestro amigo Pepe.

 

“Creo que lo mataron porque sabía demasiado”, comenta el estilista.

 

Cierto día, un caballero distinguido al que arreglaba su cabello, le dijo a Pepe en corto: “Póngase listo porque le voy a traer a que le corte el pelo a uno de mis representados más famosos”.

 

Aquel señor era representante de artistas. “Me dijo el nombre de la persona que me llevaría a cortar el pelo, pero no le di mucha importancia; a lo mejor nada más me quiso impresionarme, pensé y me dediqué a otra cosa”, recuerda.

 

Pero no fue así, no había sido una mentira, pensó nuestro amigo Pepe cuando días después llegaba a su estética nada menos que el cantante español Julio Iglesias, haciendo enmudecer no sólo a mi peluquero, sino a los presentes y a todo el vecindario que ser arremolinaba en la puerta para verlo.

 

“Claro que el señor quedó encantado con mi trabajo. Me concentré en hacerlo lo mejor posible y salí bien del compromiso. Al dejar de mirarse en el espejo, el señor Julio Iglesias me dijo: ‘¿Quieres ir a verme en mi actuación? Toma’, y me regaló dos boletos.

 

Pepe cuenta que le pidió a uno de sus compañeros que le acompañara. La presentación de Julio Iglesias sería en el mismo lugar donde alguna vez también se presentaría Marylin Monroe, en una inolvidable visita en que uno hábil reportero gráfico le tomara cruzada de piernas y sin ropa interior, célebre imagen.

 

Se trataba del Hotel Continental Hilton, que en 1955 desarrollara como coasociado el expresidente Miguel Alemán Valdés, que resultara seriamente dañado en los sismos de 1957, cuando se cayera el Ángel de la Independencia, y en los terremotos de 1985, por lo que un año después sería demolido.

 

Estoy anotando en mi libreta aquellas anécdotas que me relatara mi peluquero y amigo Pepe, cuando de pronto me llama a sentarme en el sillón porque ya es mi turno:

 

“Bueno, haré lo que aquella ocasión en que volé a Puerto Vallarta en el TP1, El Quetzalcóatl, el 727 que era el avión presidencial, en 1982, el último año de su gobierno, cuando yo infiltrado entre los elementos del Estado Mayor, en la cola de la aeronave, vi pasear al Mandatario, murmurando: “el peso, el peso, el peso”.

 

Al descender del avión e incorporarme con mis compañeros -El Negro Noriega, Isabel Zamorano, entre otros- se sorprendieron porque viajé en el avión presidencial: “Y no sólo eso, compañeros, les adelanto que al regreso habrá una conferencia de prensa a bordo del avión, en que el presidente hablar del peso”.

 

Se rieron de mí, pero después se disculparían cuando López Portillo dijera: “Defenderé el peso como perro”.

 

Es decir, escribiré de memoria.

 

En 1962, un joven y novel portero del equipo español de futbol Real Madrid, sufriría un

lamentable accidente automovilístico que amenazaba con impedirle caminar por el resto de su vida, le truncaría su trayectoria y con ello, además de su sueño dorado, le obligaría a abandonar las canchas, ante una incontenible fuerza del destino que le obligaba a darle a su vida un drástico viraje de timón.

 

Solo once años después se justificaba el por qué el destino lo había separado del futbol, para convertirlo en el cantante con más números entre los cantautores españoles; en su convalecencia hospitalaria una guitarra llegaría a sus manos, esa caja de madera con cuerpo de mujer y los poemas que más le gustaban le ayudaron con resiliencia física y le abrieron las puertas a un porvenir insospechado, al ser reconocido como el artista que más discos había vendido en el mundo. A ese galardón le seguirían muchísimos más, como en 2006 cuando se le reconoció la venta de 250 millones de álbumes.

 

Ya era toda una celebridad cuando Julio Iglesias llegaría a los sillones de Pepe el estilista de las calles de Copenhague, en la Zona Rosa…

 

LA COSA ES QUE…

 

Toda una historia, con muchas historias, la de nuestro amigo el estilista de la Zona Rosa, José Pérez Flores.

 

Qué tal.

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